Por Israel Valdés Rodríguez*
A Che y Maceo los une no sólo la coincidencia de una fecha, sino la
comunidad de ideales y de acción revolucionaria, que los llevaron a
convertirse en decididos y ejemplares luchadores por la libertad.
Ambos fueron destacados combatientes en dos etapas distintas de la
contienda insurreccional del pueblo cubano; uno peleó contra el
colonialismo, otro se enfrentó a la tiranía sangrienta de Batista y a la
dominación neocolonial yanqui.
Los dos sobresalieron por su profundo pensamiento revolucionario y
por sus cualidades de estrategas, y les correspondió igualmente llevar a
cabo, en diversas épocas, la difícil hazaña de la invasión de Oriente a
Occidente, acción militar que por sí sola los colocaba en un lugar
cimero de nuestra historia.
Tanto Maceo como Che fueron capaces de sentir en su mejilla todo
golpe dado a otra mejilla e hombre, y pusieron de manifiesto su decisión
de combatir en otros lugares del mundo. La muerte le impidió al Titán
de Bronce culminar su bregar revolucionario en Cuba, para después
marchar, como era su deseo, a liberar a Puerto Rico. El Che dio la más
alta prueba de internacionalismo al entregar su vida en las montañas de
Bolivia.
Ambos héroes se hermanaron también en su intransigencia
revolucionaria, en su espíritu de sacrificio y de combate, en su
voluntad indoblegable de vencer al enemigo, en su altruismo, en su fe
sin límites en la causa de su pueblo.
Ellos vivirán eternamente en el corazón de nuestro pueblo y
constituyen paradigmas en el combate permanente contra el imperialismo
norteamericano.
* (San Antonio de los Baños, 1952) profesor e historiador, miembro del secretariado permanente de la Unión de Historiadores de Cuba.
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