Por: Rosa Miriam Elizalde
En diciembre de 2001, después del derrumbe de las Torres Gemelas y
después que tuviéramos noticias de las terribles sentencias contra
Cinco cubanos en Miami por quienes se desató una lucha mundial para que
se hiciera justicia, Eduardo Galeano ofreció una entrevista a nuestra
editora, Rosa Miriam Elizalde. Recordamos esta conversación como
homenaje a este periodista, escritor, hombre entrañable, que sabía
expresarse como pocos en el lenguaje y la sensibilidad de nuestros
pueblos.
“La solidaridad necesita de la soledad, aunque parezca un
contrasentido”, dice despidiéndonos en la puerta del Hotel Meliá
Cohiba, vestido invariablemente de azul y rematando una idea que lo
obsesiona: el tiempo para escribir. No le alcanza, y siempre tiene un
discurso preparado para quienes lo invitan a congresos y conferencias,
el discurso del insustituible aislamiento del escritor que necesita
batallar a solas con las palabras. Generalmente quienes lo llaman
aceptan sus razones y hasta lo compadecen, pero él termina yendo igual a
esos encuentros que lo persiguen por todo el mundo, aunque “lo de este
Festival en Cuba es distinto. Yo tengo una relación especial con los
organizadores”.
El tiempo es también implacable capataz de esta entrevista. Apenas
una hora de conversación -”de todos modos, tú no tienes mucho espacio”,
me consuela-, en la que quedan muchas preguntas fuera, pero no el
Eduardo Galeano que una se ha imaginado después de leerlo en los libros y
perseguirlo en los periódicos. Habla como escribe, le encanta que
pirateemos todos sus artículos y hace bromas tiernas, como el niño que
es y que cualquiera adivinaría en El libro de los abrazos. Mi
compañero de faena, Angelito, quiere enseñarle la fotografía que le ha
hecho y que aparece en la pantallita de la cámara digital. “No, por
favor, yo no me miro porque me da mala suerte. A menos que ya hayan
inventado la cámara que le devuelve el pelo a la gente.”
Galeano es, también, la sensibilidad. Para empezar es él quien
pregunta por las noticias del día: “¿qué pasó en el juicio de los
cubanos presos en Miami?” “Dos cadenas perpetuas para Gerardo”, le digo.
“Eso ya es demasiado, ¿no te parece?”, y hay una pausa larga, incrédula
y dolorida, por la que se cuelan, irreverentes, los acordes de un
piano.
-Otra noticia de última hora es un vídeo en el que Bin Laden
se congratula de los ataques del 11 de septiembre. Esto se presenta
como la prueba de las pruebas, y el malo de la película regresa en
momentos muy oportunos ¿Qué le parece?
-Las pruebas que se conocieron no son muy convincentes. A mí,
personalmente, me da la impresión de que a Bin Laden le encanta
atribuirse los atentados, o al menos dejar en el aire la sospecha de que
él fue el autor. No sé si eso será verdad o no, quién sabe si alguien
sabe. Lo que sí se conoce, porque se puede deducir en todo lo que está
ocurriendo desde el 11 de septiembre, es que se nos está invitando a
caer en una trampa que nos obliga a elegir entre un fanatismo y otro
fanatismo, uno religioso y otro militar, entre un señor que se cree
Mahoma y otro que se cree Buffalo Bill.
“De hecho el sistema mundial de poder ha utilizado a Bin Laden y a
los atentados como una suerte de salvoconducto para hacer lo que se le
ocurra. Te diría que habría que citar a mi nieta Catalina, que tiene
tres años y que llegó de la escuela diciéndole a la madre que estaban
haciendo, junto con todos los chiquitos, un dibujo sobre la paz. La
madre le dijo: ¿pero tú qué sabes lo que es la paz? La niña miró a su
madre con piedad, con lástima y perdonándole la vida le respondió:
`pero, mamá, cualquiera sabe: la paz es vivir’. Yo creo que esa
definición es perfecta y podría servirnos de brújula en tiempos confusos
para no ceder a las tentaciones que nos ofrecen los enamorados de la
muerte.”
-Muchísimo antes de que se desplomaran las Gemelas usted
denunció la dictadura de la imagen y la palabra únicas. Si eso era
entonces una realidad palpable, ¿ahora qué estamos viviendo?
-Ahora solo empeoró mucho. Esto que no nació el 11 de septiembre, que
venía de antes, es la imposición en la escala universal de un sistema
que se disfraza de destino, que dice: “Yo soy la eternidad”, y la verdad
sea dicha: desde el 11 de septiembre para acá son muchas las puertas
que se han cerrado para los que intentan otras alternativas, los que
quieren ofrecer otras respuestas a los desafíos del tiempo y del mundo.
Esto ha asestado un golpe muy duro “por supuesto, no un golpe de muerte”
a las voces alternativas y a las imágenes alternativas, porque sus
posibilidades de discusión se han tornado mucho más complicadas y se han
cerrado puertas y caminos. Habrá que atravesar esta etapa difícil,
partiendo de la certeza de que la impunidad del sistema, de un sistema
enemigo de la tierra y de la gente, puede conducir a un desastre total.
Una impunidad que puede conducir -y yo no quiero hablar en términos muy
apocalípticos- a… a…
-Al futuro como recuerdo… Hay un proverbio quechua que dice: “la historia es inventada, pero el futuro es recordado”.
-Sí, a cosas muy terribles, a la imposición por el miedo de una
suerte de gran prisión universal, donde en nombre de la democracia se
imponga una única posibilidad de vivir en el mundo, si es que podemos
sobrevivir en él. Una única posibilidad de vivir como si fuéramos todos
rehenes de un sistema que decide en lugar de nosotros. La dictadura de
la palabra única y de la imagen única, impuestas a partir de esto que
llaman globalización, corresponde a lo que es la dictadura del poder en
el mundo de hoy, un mundo que dice ser democrático, pero que en realidad
está en manos de muy poquitos. No hay más que leer las noticias en los
diarios de cada día, o escucharlas por radio, o verlas por televisión.
“Uno se pregunta, ¿quién gobierna realmente?, ¿quién gobierna en el
mundo de hoy?, ¿habrá un gobierno que gobierne? Salvo las excepciones
que conocemos: creo que eso es algo que a Cuba nadie le puede negar, con
todo y las discrepancias y contradicciones que puedan haber. Cuba es la
única que trata de salvar en el mundo de hoy eso que se llama derecho a
la autodeterminación, el derecho a la dignidad.
“Pero la realidad universal es otra. Uno ve que el pueblo elige un
presidente en cualquier país, y después gobierna el clon, no el
presidente. El clon es otro señor que es idéntico al presidente, pero
que piensa todo lo contrario, que empieza a decir todo lo contrario de
lo que dijo; alguien que, por supuesto, actúa al revés de aquel
candidato que pronunciaba discursos durante la campaña electoral. Y el
clon es un clon obediente. No toma ninguna medida sin que sea aprobada
por el gobierno que gobierna a los gobiernos. ¿Y cuál es el gobierno que
gobierna a los gobiernos? El que está todos los días en las noticias de
los periódicos: el Fondo Monetario, donde hay cinco países que toman
las decisiones y que tienen el 45 por ciento del capital -allí el voto
es el dólar, de acuerdo con el capital aportado a esta institución
financiera tan poderosa. El Banco Mundial es un poquito más democrático:
son siete países que deciden. Y en la Organización Mundial de Comercio
no se vota jamás, aunque hay derecho a votar, los votos no se usan. A
esto podríamos agregar el atentado cotidiano contra la libertad de
expresión, que es la concentración del derecho de informar y opinar en
muy poquitas manos, drama de nuestro tiempo. Nunca hubo una
concentración tan feroz de ese derecho, y este se corresponde solo con
el ejercicio del poder financiero, económico, político y militar en el
mundo contemporáneo.”
-Quién no está con Estados Unidos, está en su contra, y Dios
no es neutral, dijo Bush. Ante esa disyuntiva, ¿con quién está Galeano?
-Con ninguno de los dos: Bush dice lo mismo que Bin Laden, solo que
este usa el nombre árabe de Dios, que es Alá. Cada uno se escuda en esta
suerte de permiso divino para decidir la suerte del planeta, como si
Dios hubiera decidido algo de eso. John le Carré, ese autor de novelas
espléndidas, lo sintetizó hace ya algunos días en una frase certera:
“Dejen a Dios fuera de este asunto”. Pero esto no tiene nada de nuevo.
Siempre las peores atrocidades se han cometido en nombre de Dios. Yo,
como tuve buena relación con él cuando era chico, sé que es inocente de
las barbaridades que se le atribuyen.
La culpa no es del espejo
-Se ha tratado de culpar a la izquierda antiglobalizadora del odio que inspiró el ataque del 11 de septiembre. ¿Por qué?
-Siempre, siempre, la izquierda tiene la culpa, lo sabemos. Pero la
culpa de la cara no la tiene el espejo. Lamentablemente ocurrió esta
tragedia de las Torres, pero no hay que perder de vista que es la
primera vez que alguien le asesta a los Estados Unidos, lo que estos
propinan habitualmente al resto del mundo. Claro, como nadie los había
bombardeado desde 1812, cuando los ingleses quemaron la Casa Blanca,
pues resulta que es la izquierda la que ha predicado el odio que
desembocó en este acto de locura del atentado contra las Torres Gemelas.
Si la izquierda ha denunciado los crímenes que se han cometido -y ha
sido en cantidades, por todas partes, matando no 5 000 civiles como en
las Torres, sino centenares de miles, millones de civiles en todas
partes del mundo-, el problema está en esos actos criminales, y no en la
voz que los denunció. ¿O acaso el termómetro tiene la culpa de la
fiebre?
-Usted es un mago de las palabras, pero no tan bueno como los
jefes de la dictadura global. Estamos viendo sinónimos delirantes:
islamismo/terrorismo; libertad duradera/justicia infinita; Estados
Unidos/civilización; bombas de racimo/paquetes de alimentos… ¿Qué está
pasando con las palabras en esta nueva cruzada?
-No solo se está matando inocentes, porque ¿qué tienen que ver esos
campesinos afganos que murieron en esta guerra absurda?, ¿qué tiene que
ver eso con el atentado que pudo haber cometido Bin Laden, o quien sea
el energúmeno?, ¿por qué tienen que pagar eso los pobres afganos que han
muerto? A ver, que alguien me lo explique. No solo tuvieron que
soportar la dictadura talibán, sino, encima, los bombardeos que los
castigaron, que castigaron a los castigados. Esos fueron víctimas
inocentes de esta suerte de locura compartida en este mundo de hoy
convertido en gran manicomio.
“Pero no son las únicas víctimas. También el diccionario es una gran
víctima, el lenguaje. Las palabras están significando nada o poco más
que nada, y una de las palabras más sacrificadas es la palabra justicia.
¡Pobre palabra justicia! Esto de justicia infinita no es nuevo. Cuando
aniquilaron el barrio más pobre de Panamá, en un bombardeo que el mundo
ha olvidado, lamentablemente, y que ocurrió poco antes de la guerra de
Iraq, cuando la aviación norteamericana aniquiló al Chorrillo, con sus
habitantes adentro, aquel crimen se denominó Causa Justa. O sea, esto de
usar la justicia como coartada para hacer injusticias no es una
novedad.
“Lo mismo ocurre con las demás palabras, lo que implica un desafío
para todos los que trabajamos con ellas, y en ellas creemos y amamos, y
siempre sabemos que a veces la mejor palabra es el silencio, y que
muchas veces la verdad se expresa callando. Pero también sabemos que hay
palabras que no pueden ser traicionadas y que es necesario rescatarlas y
cuidarlas para que puedan brotar limpiamente en la boca de la gente que
viene, de los tiempos que vienen. Este es un desafío que hoy por hoy se
multiplica, porque nunca las palabras han sido tan ensuciadas, ellas
también bombardeadas, ellas también asesinadas.”
Guardaespaldas de la verdad
-Tengo por aquí algo que dijo Winston Churchill, el primer
ministro británico durante la Segunda Guerra Mundial: “En tiempos de
guerra, la verdad es tan valiosa, que siempre debe ser custodiada por
mentiras como guardaespaldas”. ¿Qué está pasando con la verdad? ¿Dónde
la guardaron sus guardaespaldas?
-(sonríe) Mejor que la frase de Churchill, que era un cínico
inteligentísimo, un vocero realmente brillante del pensamiento
conservador británico, es la vieja frase que se atribuye a muchos, y
vaya usted a saber quién la dijo porque son muchos los padres posibles:
“en toda guerra la primera víctima es la verdad”.+
“Es cierto, cuando estalla una guerra siempre es más lo que se
miente. Nada más hay que ver lo que pasó con la guerra de Iraq. Al
principio, las cifras oficiales norteamericanas de bajas iraquíes fueron
de 10 000. Luego los muertos aumentaron a 15 000, después pasaron a 20
000, más tarde reconocieron 100 000 -por cierto en el anuario de la
revista Time es esa la cifra que dan. Después pasaron a ser 186 000,
según los datos del Departamento de Estadísticas. A lo largo de unos
meses, de dos o tres años, las cifras crecieron de 10 000 a 186 000, en
una batalla que al principio se transmitió al mundo como una guerra
inocua en la que nadie moría. Solo veíamos la belleza perversa de las
máquinas de matar que iban y venían por la pantalla chica. Muy rara vez
se veían las víctimas humanas, la gente que estaba pagando con sus vidas
el precio de esa guerra loca. Fíjate, los Estados Unidos bombardearon a
Iraq porque había invadido a Kuwait. Pero los EE.UU. venían de invadir
Panamá, entonces: ¿por qué no se autobombardearon?”
-Hay otro hecho trágico, la opinión pública en EE.UU.
supuestamente está a favor de lo que ocurre. Tengo unos datos: el 53 por
ciento de los norteamericanos, ahora mismo, dice que el gobierno tiene
derecho a censurar las noticias. Más del 82 por ciento cree que su
administración está dando a conocer todo lo que puede sobre la guerra
(Centro de Investigación Pew). ¿Cómo es posible que en el país de la
“libertad de prensa” millones de personas estén a favor de la censura?
-El efecto rebote de la tragedia del 11 de septiembre ha generado
este tipo de cosas, que se corresponden solo con los ciclos victoriosos
de la guerra. Esta es la primera etapa de la guerra. Después la gente
razona un poquito mejor. Hay una primera reacción que es esta, ¿no?
Lamentable reacción de la inmensa mayoría de una sociedad determinada,
pidiendo a grito pelado que le mientan: `miéntannos, miéntannos’, dicen.
Yo creo que eso no es definitivo, que eso después va cambiando. Tal
reacción tiene su lógica: me animaría a decir que la opinión pública
norteamericana, el ciudadano medio, es bastante ingenuo. Lamentablemente
este país que tiene el nivel tecnológico más alto y que cuenta con la
mayor capacidad tecnológica para la comunicación y la información, es
también el país peor informado, donde la opinión pública es la más
ignorante de todo lo que ocurre más allá de sus fronteras.
“Me impresiona muchísimo, cada vez que voy, que los informativos no
otorgan casi ningún espacio al mundo exterior. El planeta fuera de sus
fronteras es un gran abismo oscuro, desconocido, donde acechan los
demonios, una especie de nebulosa de la cual no se sabe nada, pero que
siempre es peligrosa. De ahí pueden surgir los enemigos, movidos por el
odio, pero sobre todo por la envidia: ‘no soportan que los
norteamericanos seamos tan libres, tan felices.”
El mapa termina en Norteamérica
“Ellos ignoran casi completamente lo que ocurre fuera de su propio
mapa. Esto no lo digo por un delirio personal, como algo que a uno le
pasa por la cabeza en un mal momento. Lo dicen los propios dueños de los
medios de comunicación. Ted Turner “yo se lo escuché” lo dice en esos
términos: la opinión pública norteamericana es la más ignorante. Y eso
es grave: ese es el país que decide el destino de todos los demás
pueblos. George W. Bush es el presidente del planeta y gobierna en un
país que ignora a todos los demás, y que se entera muy rara vez de algo
que ocurre. Se entera, por ejemplo, cuando muere algún norteamericano
fuera. Solo en ese momento, súbitamente, descubren que otra gente vive
en ese otro lugar.
“Recuerdo que una vez estaba dando unas clases en la Universidad de
Stanford, y de repente alguien me preguntó por Guatemala, porque un
norteamericano había muerto por allá. Ahí fue que se enteraron mis
alumnos que había una dictadura militar, y que no había sido una sino
varias, sucesivas las dictaduras organizadas, armadas y financiadas por
los norteamericanos, y que habían asesinado a 200 000 personas, la
mayoría indígenas. Aquellos norteamericanos comunes y corrientes no
tenían ni la menor idea. Tengo una anécdota que le he contado a mis
amigos muchas veces. Allí había un profesor de Ciencias, del cual yo me
había hecho compinche, un buen tipo. Un día cenando con él y con su
mujer, esta se quedó atónita cuando empecé a hablar de Central America.
Ella creía que en el centro de América solo estaba Kansas. No sabía que
había una cosa que se llamaba América Central fuera de su país. Si eso
llegara hasta ahí estaría bien, pero el problema es que ellos son los
que van a decidir qué va a pasar con los 6 000 millones de habitantes de
lo que queda del planeta.”
-¿Por qué cree que en unos medios donde tanto se ha
fastidiado con la libertad de expresión, los periodistas huyen de la
explicación del contexto como si fuera de la peste?
-Es una indiferencia política, también. La política es una cosa que
hace el gobierno, pero no es cosa mía, dice el norteamericano medio. Eso
es todo lo contrario a lo que pasa en los países latinoamericanos. No
importa el contexto, el porqué. Esa cultura se está convirtiendo en
cultura universal a pasos agigantados, y se ha globalizado -lo que
significa que todos pensamos, sentimos de la misma manera, o eso es lo
que se intenta- aceptar como natural que la información nos desinforme.
“Tú hablabas de la guerra. Dime, ¿por qué nadie se pregunta quién
vende las armas? Eso jamás lo escucha uno. Ni en los informativos, ni en
los artículos de los periódicos, ni en los noticieros de la tele. Nunca
nadie me ha dicho ahí quién está vendiendo las armas para esa guerra
que está ocurriendo. Esos silencios no son inocentes, porque ocurre que
los pocos países que manejan al mundo son también los proveedores de las
armas para las guerras. Los miembros del Consejo de Seguridad que
tienen derecho de veto, son los fabricantes de armas que hacen el
negocio de la guerra. O lo que es lo mismo, los que velan por la paz son
los que se ocupan de hacer las armas que matan al prójimo. No tiene
nada de inocente ese silencio. Te lo pongo como ejemplo. Hay muchos más.
A mí siempre me llamó la atención: ¿en la guerra, quién vende las
armas? Nadie lo dice. Hay un negocio del cual todos participan. La
industria militar necesita guerra, como los pulmones necesitan el aire,
como los fabricantes de abrigos necesitan el invierno. Si no, ¿qué sería
de ellos, pobrecitos?”
La esperanza no es invulnerable
-En medio de este contexto, ¿por dónde cree que anda la izquierda?
-Ha cambiado bastante. El marco en el que se concentraban las fuerzas
alternativas ha sido desbordado por algunos fenómenos muy interesantes,
y que son la contracara de otros fenómenos muy deprimentes, que
desalentaban a cualquiera. Es asombroso que en medio de todo esto se
están abriendo espacios para multiplicar la esperanza, en tiempos donde
más que nunca cobra vigencia aquel grafitti que vi una vez en la pared,
en Bogotá, creo, que decía: `Dejemos el pesimismo para tiempos mejores’.
“Hay una multiplicación de movimientos, que no están encuadrados en
lo que serían las estructuras tradicionales de los partidos y los
sindicatos obreros -que siguen en pie, y que a menudo dan respuestas
estimulantes a los desafíos de la realidad. Pero ahora hay otros
movimientos alternativos que han brotado como hongos por todas partes, y
que son una fuente de esperanza para los que creemos que mañana no es
otro nombre de hoy.”
-Hablando de esperanza, hay una frase en su novela que a mí
me consterna: ¿siente de verdad que “la esperanza es una puta estéril de
tanto asesinarse personitas en el vientre”?
-(se ríe) Estaría yo medio deprimido cuando escribí eso. Es muy
fuerte… Lo que pasa es que a veces uno se cae, y eso es legítimo. No
creo en esa especie de invulnerabilidad de la esperanza. Ella es humana.
Se parece a nosotros porque de nosotros brota, y por eso a veces se
cae, y a veces se levanta, como nos levantamos nosotros; se lastima, y a
veces se cura y a veces no se cura…
-¿Por qué cree que la esperanza de Cuba no se cayó?
-Eso tiene numerosas implicaciones. Tiene que ver con la capacidad de
resistencia del pueblo cubano, con la solidaridad internacional, pero
como suele ocurrir con la realidad, también tiene sus misterios. ¿Por
qué a Cuba no se la almorzaron con cuchillo y tenedor, habiéndolo
intentado tantas veces? ¿Por qué se atravesó este bocado en la garganta
del poder? ¿Y por qué sobrevivió con todos los contras que la realidad
cubana hoy puede tener? Yo he tratado de ser siempre honesto, diciendo
lo que me gusta y lo que no de esta Revolución. Pero el hecho
irrebatible es que está viva, se diga lo que se diga, está ahí, viva y
coleando. Yo creo que es por eso que te decía antes, y también por otros
misterios que habrá que consultar en la santería.
-Usted, que fundó o participó en revistas que son paradigmas
del periodismo de resistencia, se ha quejado bastante de la incapacidad
patética que tiene la izquierda para comunicar sus ideas. ¿Sigue
pensando lo mismo?
-Ha mejorado, es un poquito más flexible… La aparición de fenómenos
interesantísimos, como el movimiento zapatista y de su vocero, el
subcomandante Marcos, ha contribuido a descongelar el lenguaje de la
izquierda, y le ha incorporado mucho humor al asunto. Esto ha venido a
demostrar que tenía razón aquel viejo amigo mío brasileño que un día me
dijo: “Eduardo, no te tomes en serio nada que no te haga reír”.
-¿Qué se siente cuando alguien, desde el oficio de la
palabra, no solo es leído y citado en los congresos, sino querido? Buena
parte de mi generación lo ve a usted como al hablador de esas extrañas
tribus del Amazonas, un brujo capaz de entenderse perfectamente con los
dioses y con sus criaturas…
-Este elogio me deja mudo.
EDUARDO GALEANO (Montevideo, 1940-2015)
Escritor y periodista. Fue uno de los más activos y prestigiosos periodistas de su país -jefe de redacción del Semanario Marcha y director del diario Época- antes de convertirse en 1972 con la publicación del ensayo Las venas abiertas de América Latina, en uno de los más importantes autores de su generación en el continente. En Buenos Aires fundó y dirigió la revista Crisis (1973-1976), considerada entonces una de las más combativas entre las publicaciones culturales latinoamericanas. Vivió exiliado en Argentina y España. Autor de numerosos libros, traducidos a más de veinte idiomas y de una profusa obra periodística. Después de haberse dedicado a escribir cuentos (Vagamundo) y un romance (La canción de nosotros), Galeano se concentró principalmente en la reconstrucción de la historia de América Latina, a través de una inspirada trilogía -Memoria del fuego (Los nacimientos, Las caras y las máscaras y El siglo del viento)- que recibió un resonante éxito. Obtuvo en dos ocasiones el Premio Casa de las Américas – en el género novela por La canción de nosotros (1975) y en testimonio por Días y noches de amor y de guerra (1978). Otros títulos sobresalientes de su bibliografía son: El libro de los abrazos (1989), El fútbol a sol y sombra (1995), así como Las aventuras de los jóvenes dioses y Patas arriba. La escuela del mundo al revés, ambos de 1998. Recibió en la Universidad de La Habana, el título de Doctor Honoris Causa en Letras.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario