Al
menos, a juzgar por los tres millones de turistas, número récord que
por primera vez se alcanzó en el año 2014. Ahora se han dado a conocer
las cifras de inicios de este año, y solamente en el mes de enero,
llegaron a la isla 371.160 viajeros, más que en similar período de años
anteriores.
Así, todo parece indicar que este año vamos a por más. Motivos son
los que sobran. A los de siempre —sol y playa, historia y arquitectura,
gente simpática y estudiada- se une quizás una curiosidad morbosa por
ver un país diferente al resto del planeta en muchos aspectos. Un deseo
de conocer esa Cuba que suele ir contra el tráfico, quizás antes de que
las normalizaciones la hagan más "normal" y parecida al mundo
globalizado del siglo XXI.
Y es que justamente el anuncio del posible restablecimiento de
relaciones con Estados Unidos, tras más de medio siglo, ha venido a
catalizar un interés creciente por la isla. No solo de los propios
norteamericanos, que aún sin quitarse de encima las impedimentas legales
para visitar Cuba han conseguido aumentar los viajes al punto de
cuadruplicar cifras de los años noventas.
Para guinda del pastel, La Habana fue recientemente declarada ciudad
maravilla del mundo por la organización New Seven Wonders, gracias a los
votos de personas de todo el planeta. Y un diario que se puede contar
entre los fans de la isla, The New York Times, recomendó a Cuba entre
los destinos favoritos para visitar en 2015.
Así que la avalancha se ve venir, más si la administración Obama
elimina las restricciones de viaje para los norteamericanos. Algunos
estudios aseguran que en ese caso, las cifras de turistas podrían
duplicarse en breve tiempo. Llegado a este punto, merecería la pena
hacer un aparte y pensar si sería la isla capaz de afrontar un
crecimiento tal.
"El país tiene la capacidad para asimilar un incremento de esa
magnitud" aseguraba José Manuel Bisbé, presidente de la empresa
Havanatur, refiriéndose a una eventual desaparición del bloqueo.
Qué bueno que las autoridades estén tan seguras de tenerlo todo atado
y ojalá así sea, pero aún falta un trecho para la necesaria mejoría de
infraestructuras y los servicios, que deberán ser cada vez más
competitivos. Y sobre todo, para el cambio de pensamiento, que deberá
también ajustarse a nuevos requerimientos que no entienden de
inflexibilidades, lentitudes y trabas burocráticas.
Mientras, las cadenas hoteleras y las empresas de transporte se
frotan las manos. Aerolíneas y compañías navieras hacen planes para
aumentar los viajes EEUU-Cuba. Empresas europeas como la hotelera Meliá
aumentan capacidades. Nadie quiere perder terreno ante la posibilidad
que un día de estos desaparezca el bloqueo y nos inunden los Hilton y
los Marriot. Y por si acaso, ya la heredera Hilton anduvo echando un
vistazo por acá.
Si sigue esa tendencia, el turismo volverá a ser el sector rey en la
economía de la isla. Ahora, con una media de dos mil millones de dólares
de ingresos anuales, es la tercera fuente de divisas, por detrás de los
servicios profesionales y las remesas.
En
ese caso serán muchos los beneficiados con la creación de empleos, las
nuevas posibilidades para el sector privado y la generación de riquezas
en general.
Pero lo que no debería pasar es que todo eso continúe afianzando esa pirámide invertida que sufrimos desde los noventas, en la que un maletero, con las propinas, obtiene mayores ingresos que un neurocirujano. Que siga el divorcio entre precios y salarios. Que aumente aún más la brecha entre los que de alguna manera adquieren divisas y los que siguen sudando en moneda nacional.
Los que siguen trabajando en la fábrica o la escuela, tendrían que
beneficiarse también, con un salario digno que les permita vivir de él.
El día que la cuenta de para todos, tendremos realmente un país del que
nos sintamos todos aún más orgullosos de mostrar, y donde no nos miren
como curiosidad de feria.
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