Gerardo, Ramón y Tony en la Mesa Redonda: Los Cinco siempre fuimos uno
Por:
Ismael Francisco
“Nunca nos vamos a cansar de decir gracias a la solidaridad
internacional que hizo posible nuestro regreso. Esta es una victoria de
todos”, dijo Ramón Labañino, uno de los tres antiterroristas que
cumplían prisión en EEUU y regresaron a la Isla el pasado 17 de
diciembre.
Ramón, junto a Gerardo Hernández y Antonio Guerrero, participaron en
el programa Mesa Redonda que se transmite por Cubavisión, conducido por
Randy Alonso, con el apoyo de varias periodistas que han seguido
regularmente el caso de los Cinco.
Los tres antiterroristas, junto a Fernando González y René González, fueron encarcelados en septiembre de 1998. El
7 de octubre de 2011 ya se había logrado la liberación de René y el 27
de febrero de 2014, la de Fernando. El 17 de diciembre llegaron a Cuba
Gerardo, Tony y Ramón.
El regreso
Los tres recordaron los momentos del regreso. ”Uno lleva 16 años
preparándose para este momento, pero no estaba preparado para el regreso
aquel día, cuenta Ramón. Elizabeth le había hecho una visita en
diciembre, y le dijo que habían trasladado a Gerardo. Le dije:
‘prepárate, que en cualquier momento me trasladan a mí’. El lunes,
estaba descansando, y me llama el guardia, y me dice: ‘pon el reloj en
la taquilla, ponte los tenis y ven conmigo’. Me lleva al lugar donde uno
se cambia de ropa, y me pasan a otro sitio para ponernos las cadenas.
Oigo que dicen una cosa rara: ‘hay que sacar a esta persona hacia el
aeropuerto más cercano. Las propiedades hay que trasladarlas’.
Me entró la inquietud -rememora. “A mí algo me parecía muy extraño. Y
yo, que soy el más optimista de los tres, empecé a pensar que quizá iba
a pasar algo bueno. Me sacan, me esposan y me montan en el Van, con dos
guardias, y me trasladan hacia el Aeropuerto. Fue una operación
relámpago. Llegamos y en eso escucho que dicen: ‘Apúrate que el otro
viene atrás’. Me montan en otra camioneta y me trasladan para una
institución médica”.
Antonio recuerda que a las 5 y media de la mañana del lunes 15 de
diciembre, llegó un oficial a su celda y le dijo: “Guerrero, empaca. A
las 6 y media tienes que estar en el andén”. “Lo primero que me vino a
la cabeza fue: llegó el momento. Empiezo a recoger mis pertenencias, y
escribo un mensaje (por correo electrónico): ‘me dijeron empaca’”.
Tony se dio cuenta de que aquel traslado no era normal. Llegó al
lugar donde se reencontraría con sus compañeros después de Ramón, como a
las tres de la tarde. “Hay un oficial, al que trato de sacarle
información. Me llevan a una celda de otra área: ‘Duerme tranquilo, que
mañana a las 7 te vengo a buscar’, dijo. Me encierran ahí. Aparto de mi
mente esa noche la idea de que iba para Cuba. Antes de las 7 de la mana
oigo la pregunta: ¿estás listo? Vamos por un pasillo a velocidad
supersónica. Surge un incidente en el pasillo: los oficiales corriendo y
yo caminando. Me entran a un salón de visitas y veo a una persona
dándole la mano a Gerardo. Grité: ¡Gerar!”
Cuenta Gerardo que a pesar de que siempre dije que pensaría en el
regreso a Cuba el día en que el avión aterrizara, reconoce que peleó
fuertemente con su mente en los días previos al retorno a la Isla.
“Cuando vi a Tony y a Ramón admití: ‘esto cambió’. Cuando aterrizó el
avión en Cuba, los oficiales subían y bajaban por la escalerilla y nos
demoramos en bajar. Me dije: ‘Si esto se demora, me tiro por una
ventana”, añade.
“A mí no me dijeron nada, confirma Ramón, pero yo me hacía la idea de
que iba a Cuba. El 80 por ciento de mí sabía que venía. Esa noche no
dormí. Estaba pendiente de los muchachos, si los veía en algún lugar (a
Tony y a Gerardo). Me pasé la noche haciendo ejercicios. Alrededor de
las 8, llegó un guardia, abrió la puerta, y me dijo: ‘vas para el área
de visita’. A partir de ahora, no llevarás más las esposas… Como Tony,
me sacaron muy rápido por el pasillo. De pronto tenía a Gerardo delante, y a Tony. La felicidad fue enorme. Corrí hacia ellos”.
“Cuando nos encontramos los tres, nos presentaron a los oficiales que
nos acompañarían. Entonces nos permitieron abrazamos”. Ramón reconoce
que toda la operación para el regreso fue discreta, coordinada,
calculada milímetro a milímetro.
Con Gerardo
Antonio cuenta que había tenido un sueño recurrente en el que veía
pasar a Gerardo y este le decía: “Vamos”. Por eso cuando lo vio en el
hospital militar de donde partirían los tres hacia Cuba, sintió que
aquel sueño premonitorio era el augurio de una gran alegría. “Cuando nos
vimos los tres nos empezamos a portar un poquito mal, porque la alegría
no había modo de detenerla. Eso fue el 16. Nos regresaron luego a la
celda. Ahí nos enteramos de que a las 8 y 10 de la mañana siguiente
estaríamos en Cuba, y que esa noche, aunque quisiéramos, no íbamos a
dormir”. “Que no haya cámaras, porque todo el mundo tendrá ojeras”,
bromeó entonces Gerardo.A las tres de la mañana del 17, los llamaron. Les dieron ropa, porque
no podían ser liberados con la de la prisión. Las tres mudas eran casi
idénticas. Gerardo empezó a hacer de las suyas, recuerda Tony. Agarraron
unos pomitos con pastillas y las convirtieron en unas maracas. “Hicimos
un trío”, admite Gerardo, y otra vez bromea: “Prometo no decir el
nombre del trío”.
Dieciséis años en el infierno
Ramón recuerda las circunstancias en que fueron apresados en Miami,
el 12 de septiembre de 1998. “Todo ocurrió muy rápido. El FBI nos
conminó a la traición”, dice, pero él al principio intentó tantear qué
sabían los oficiales norteamericanos. Pero cuando vio a todos los
muchachos presos, se dio cuenta de que aquello era algo más serio, y en
ese momento supo que había llegado la hora crucial para que un ser
humano se reafirme, o no, como revolucionario: “Nosotros optamos por
nuestra Patria.”
Añade que se trataba de una elección que no solo suponía una traición
de tipo personal, sino que podría acarrear graves consecuencias a la
Patria: “Podía manipularse aquel proceso en contra de nuestro pueblo.
Ninguno de nosotros Cinco se doblegó”.
Los llevaron al Centro de Detención de Miami, al piso 13 –en el 12
está el hueco-. Los aislaron. Luego tuvieron la primera visita del
abogado de oficio, y el 14 de septiembre de 1998 nos vimos los Cinco en
la Corte. “Ahí me percaté quiénes habían pactado con el FBI y quiénes no
se doblegaron. Ahí supe que aquellos Cinco que no se doblegaron íbamos a estar juntos, y a morirnos juntos”, añade Ramón.
Inicialmente éramos 10
Fue difícil ese momento, reconoce Gerardo. “Inicialmente éramos 10. Yo era el único que los conocía a todos. Y en efecto, cinco no resistieron las presiones y decidieron cooperar con las autoridades en contra nuestra. El daño no fue tan grande desde el punto operativo, porque gracias a la compartimentación no sabían tanto. La Fiscalía solo pudo sentar a uno de ellos en la corte para testificar contra nosotros”.Admite que el objetivo de los fiscales y del FBI era armar un show propagandístico. “Ellos sabían que no habíamos hecho ningún daño al país, ni teníamos información que dañara la seguridad nacional de EEUU”. Recuerda un artículo publicado en el Miami Herald, cuyo título era “El espía tiene la llave”. Apostaba por que el “espía” Gerardo Hernández acusara a Fidel Castro por el derribo de las avionetas del grupo terrorista Hermanos al rescate, el 24 de febrero de 1994. Lo hará, cuando pierda todas las apelaciones, desafiaba el periódico de la contrarrevolución.
“Había tres oficiales entre nosotros, y estaban en el grupo de los Cinco que no se doblegaron. Los que decidieron colaborar con EEUU no tenían ese rango. Por eso el sueño dorado de la fiscalía era tener un oficial para acusar a Cuba. Cuando no lo consiguieron, se decidieron por el ensañamiento”, dice Gerardo.
El jefe del grupo añade que “Cinco decidieron claudicar, pero quiero resaltar la actitud de mis hermanos. Contra René y Fernando no tenían mucho, y si hubieran claudicado no habrían durado ni un año en prisión. Pero mantuvieron su actitud. Cuando ellos, Tony y Ramón se mantuvieron firmes, surgieron los Cinco”.
Antonio recuerda que la Corte les había designado abogados de oficio, “pero nosotros definimos la estrategia como grupo… Nos dábamos fuerzas unos a los otros. Todo lo compartíamos. Éramos cinco personas, pero éramos uno solo, la verdad”.
No estábamos en esa situación por casualidad
Inicialmente Antonio y Ramón tenían “las luces apagadas”. Gerardo
hace referencia a las sentencias de vida o cadenas perpetuas que pesaba
sobre ellos. “En nuestras mentes lo único seguro que había era que
debíamos morir en prisión, si se mantenía la decisión del gobierno.
Obviamente, uno piensa que puede también no ser así… Pero lo que uno
sabe con certeza es que no estábamos en ese lugar por casualidad”,
añade.
No era un misión improvisada, los Cinco sabían a lo que se exponían y
por qué lo hacían. Gerardo recuerda también que “los compañeros que nos
entrenaron, debieron saber por qué lo hacían”. Barajaban la variable de
que podían caer durante la misión y que no podían reconocer que
trabajaban para Cuba. “Lo asumimos conscientemente”, admite.
Un día descubrieron la entrevista que Fidel le dio a la periodista de
la CNN, Lucía Newman. Ante una pregunta de la reportera sobre los
Cinco, el Comandante respondió: Si ellos trabajaban para Cuba, Cuba
nunca los va a abandonar. “Eso fue lo que nos dio el puntillazo final.
Nos pasamos el periódico de una celda a la otra. Y de ahí en adelante,
el enemigo no tuvo el menor chance con nosotros”.
Antonio dice que “nosotros nunca estuvimos presos. Y la gente dirá:
ahora se volvió loco. Había una fuerza interior, basada en la certeza de
que habíamos hecho lo justo. Si tú tienes apego a las cosas materiales,
si tus objetivos son otros, si no estás convencido, no puedes
sostenerte. Por eso no estuvimos presos… No hicimos nada extraordinario, sino lo que debíamos… No nos sentimos nunca derrotados”.
Ramón reconoce que pensaba mucho en su esposa y en sus hijas, y que
se refugió en el deporte para no pensar en la dureza que lo rodeaba. “Me
concentraba en otra cosa. Por las noches, buscaba recursos sicológicos:
la música -la de Silvio, de los Van Van-, el deporte, la poesía. Ser
traidor no es una opción para un revolucionario. Y nos decíamos: el día
en que el tablero se pongan a uno por uno, Gerardo es el primero. Si él
estaba libre, todos estábamos libres. Cada minuto que pasé en la cárcel
yo veía a nuestros hermanos conmigo. Yo nunca me veía solo.”
Los amigos
En los minutos finales, los tres recuerdan a los numerosos amigos que
lucharon todos estos años por el retorno de los Cinco a la Isla.
Antonio habla de los abogados, que inicialmente eran de oficio y que
cuando conocieron los detalles de la causa, “llegaron a identificarse
con nosotros y con nuestras familias. Incluso sentían admiración por
nuestra causa”.
Especialmente tiene palabras emocionadas para el abogado Leonard
Weinglass, “un amigo entrañable. Lamentablemente él no pudo disfrutar
esta victoria, pero él es merecedor de esta victoria”.
Recuerdan también a norteamericanos que mostraron su solidaridad en
las condiciones más difíciles. Algunos perdieron hasta su trabajo por su
vínculo con la causa de los Cinco, y otros la expresaron en ambientes
tan hostiles, como Miami. La solidaridad fue una constante en todos
estos años, y también el respeto de muchos estadounidenses, incluidos
aquellos presos comunes con los que compartieron prisión.
“A todos los que mostraron su solidaridad, a ellos va nuestro abrazo”, dice Gerardo.
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