lunes, 28 de julio de 2014

Hablemos de Ucrania : Chocolate acalorado

Por Elsa Claro *


Si das una bofetada no puedes esperar que te regalen flores. Quien da un golpe de estado se convierte en un fuerte candidato a que le hagan algo similar. Con armas parecidas u otras, pero no queda a salvo.

 Acaba de ocurrirle a Arseni Yatseniuk, nombrado primer ministro de Ucrania –nadie sabe exactamente por quién-, favorito de Washington y el FMI, aceptado además por los gobernantes europeos pese a la grosería de Victoria Nuland (a la UE que le den, ponemos a Yats, dijo la subsecretaria de estado norteamericana).

Él mismo presentó su renuncia, ante una insultante e inesperada falta de respaldo.

 Quizás, también, porque sabe de cuánto son capaces sus antiguos socios. ¿Quiénes? Ante todo los ultraderechistas del partido Svoboda cuyo líder, Oleg Tiagnibok, se hizo cargo –menos de una semana atrás- de una maniobra para sacar a los diputados comunistas de la Rada.

Yatseniuk no tiene nada que ver con esa ideología ni con quienes bajo ella estaban insertados en la política ucraniana dentro del parlamento.

Tiagnibok, siente tan firme el suelo bajo sus pies, que luego de eliminar “la bancada roja” dijo de modo público que su formación no iba a permitir que volviera a surgir otra, incluso si fuera preciso usar “métodos informales” para impedirlo.

 Sabiendo la violencia que sus paramilitares desplegaron durante las protestas del Maidán, la insinuación basta para entender.

Y resulta que la misma modificación de la ley aceptada por el legislativo para disolver al grupo comunista, le sirvió al gobierno de Kiev para promover lo que devino grave crisis institucional, en un país donde una importante cantidad de ciudadanos se opone a estos personajes (los que salen y los que se quedan) por los planes que proyectan para un país en plena guerra civil.

Aparte de Svoboda, también el Partido Udar abandonó a los golp… al gabinete, quise decir, conformado en febrero pasado tras la deposición por la fuerza del entonces presidente Victor Yanukovich. Udar fue creada por el ex boxeador Vitali Klicko, quien de inicio aspiraba a la máxima jefatura, pero le cedió sus votos y apoyo a quien resultó elegido en mayo, Pior Porochenko.

También de derecha, pero menos agresivo que los de Tiagnibok, Udar es, en cierta manera, eso que suelen llamar partido bisagra. O sea, puede servirle a diferentes molduras.

 Con su ayuda, el rey del chocolate, así suelen llamar al actual jefe de estado, obtuvo la presidencia y tras el desaguisado de maras, puede llevar a cabo comicios legislativos que le den un parlamento remozado y consanguíneo. Eso intenta. A saber qué ocurre en tan escaldada perspectiva.

Según ciertos trascendidos, si mantuvo a Yatseniuk como premier hasta aquí, fue porque desde occidente se lo solicitaron.

 Y si facilita su salida ahora, casi seguro se debe a que cuenta con un marco de acción propicio: Yats, presentó una subida de impuestos a la población para, con esos fondos, aumentar el presupuesto militar y que la gente costee una guerra entre ucranios.
El desnudo fue completo.

 También presentó un proyecto de ley para vender a empresas extranjeras la mitad de los gasoductos que atraviesan el país.
Leyes similares llegarán a corto y medio plazo con o sin máscaras.

Pero en esta oportunidad sirvieron de base para provocar el estallido de Yatseniuk que, según dicen sus biógrafos, no lo parece, pero es un hombre irritable e impulsivo, y, además, “tiende a responder con evasivas las preguntas que pueden dejar ver a las claras quién es y qué piensa en realidad sobre temas que en Occidente parecen esenciales”.

 El criterio es del periodista Vitaly Sych, quien ha seguido de cerca la trayectoria del recién defenestrado.

Si tiene razón Sych, Yatseniuk se dejó llevar por la rabia o hizo el intento de probar fuerza.

 ¿Supuso que sancionarían las resoluciones que presentó para no perderlo? Quizás ha sobrestimado el peso de su figura en el aprecio del espacio donde estuvo señoreando durante este tiempo bajo el ala de tutores foráneos y uno de los grupos oligárquicos de Ucrania.

 Entre ellos ha estado y se mantiene la puja por el poder.
¿Qué puede ocurrir en lo adelante? Sin bolas de cristal ni magia rancia, se pudiera anticipar que Porochenko tratará, en efecto, de mover hilos y bolsa para construir un poder legislativo que le aporte fuerza a su mandato y no coloque impedimentos a sus planes.

Para llenar el hueco de momento, nombraron al vice premier Vladímir Groysman, quien puede quedarse más tarde en el cargo si se porta bien, pero es más factible suponer que dada la relevancia ejecutiva del puesto, sea otro –cercano o afín al presidente- quien lo ocupe.

Habrá que ser cuidadosos con la gente de Svoboda, que capitanea a varias cofradías similares, herederas, en una u otra medida, del antiguo Partido Social Nacional de Ucrania, de signo nazi-fascista y con una plataforma de acción espeluznante.

 Son, posiblemente, los mejor organizados y junto con el fanatismo que les caracteriza, integran una fuerza a la cual es peligroso dar la espalda.

Desde el exterior debe esperarse cualquier cosa menos que Estados Unidos y hasta la UE, suelten la presa ucraniana, por su utilidad económica y geoestratégica.

Adentro hay suficientes temas peliagudos que dividen territorio y ciudadanía. Es el flanco más delicado del problema, pues las guerrillas que se enfrentan al ejército regular y a los extremistas, pertenecen a una región rica en industrias y recursos, aunque sus habitantes sufran penurias no compartidas por los ricachones que hicieron fortuna a su coste y no están ni van a quedarse de brazos cruzados ante la eventual pérdida de sus fortunas.

 Tampoco verán impávidos como les cierran el acceso a los predios oficiales desde donde pueden decidir y acrecentar esos fondos.

En consecuencia, este hilo de la madeja que comenzó a desmadrarse a fines del 2013, no es el único y ni siquiera el peor de todos.


*Periodista especialista en asuntos internacionales.








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