jueves, 15 de agosto de 2013

Tesoros de Matanzas :LA BAHÍA Y EL PUERTO DE MATANZAS. 2da Parte



Dr.Mario Valdés Navia *


Si bien la Bahía de Matanzas no tuvo una gran importancia económica durante la primera centuria de existencia de la ciudad, esta situación cambiaría definitivamente hacia fines del siglo XVIII, cuando el auge creciente de la agricultura de plantación convirtió a los ríos Yumurí, San Juan y Canímar en verdaderos ríos de azúcar, café, tabaco, cuerosy mieles, producciones que volcaban en los buques surtos en las aguas de la bahía.

 Desde entonces comenzarían a proliferar las demandas de los matanceros por la habilitación del puerto para el comercio directo con el exterior, librándose así de la explotación de los comerciantes intermediarios habaneros y de las autoridades de aquella ciudad.

En este Siglo de las Luces la bahía de Matanzas comenzaría a alumbrarse perennemente cuando, en 1734, concluye el largo proceso de construcción del castillo de San Severino, iniciado desdela propia fundación de la ciudad.

En 1762, un estruendo horrísono estremeció toda la bahía: el Comandante García Solís había volado una parte del castillo, antes de ser entregado a  los invasores.

 Después de concluida la ocupación británica se realizaron las labores de reconstrucción que duraron varios años por la escasez de recursos y la poca importancia  que aún se le concedía a la urbe.

Ya desde 1729 comenzó la edificación del Fuerte El Morrillo, para defender la entrada occidental del puerto y la desembocadura del río Canímar.

 Otras fortificaciones en el entorno de la bahía fueron las Baterías de San José de La Vigía, erigida en 1748,edificio que le otorgó el nombre por el que sería conocida la plaza desde entonces, y la batería de Peñas Altas, ambas demolidas años más tarde por considerarse ineficaces para la defensa de la bahía.

Algo relevante por su simbolismo manifiesto es que la Plaza de la Vigía, primera plaza de armas de la ciudad y centro político administrativo de toda la región, fuera construida de frente ala bahía, como expresión de la relevancia de ese mar para los matanceros.

No obstante, la subordinación de la plaza a la actividad comercial del puerto hizo necesario el traslado de los edificios administrativos hacia la actual Plaza de la Libertad.

En 1789, la actividad económica del puerto recibió un gran impulso cuando una Real Cédula autorizó el comercio legal con los negreros extranjeros, estimulándose así a los comerciantes españoles y criollos a dedicarse a la trata de esclavos. Desde entonces, la compra de siervos africanos sería uno de los principales rubros de importación de la economía matancera por todo un siglo.

¡Al fin!, en diciembre de 1793, una Real Orden declaró la habilitación del puerto de Matanzas, en clase de menor, o sea, solo autorizado a comerciar con los dominios españoles – “del lobo, un pelo” -, lo cual provocaría la alegría de los matanceros ante la multiplicación de la actividad portuaria que incluía, además, la creación de la Administración de Rentas Marítimas de Matanzas, autoridad superior para toda la labor del puerto.

Mas, es en 1818 cuando de veras el puerto de Matanzas adquiere un lugar preponderante en el comercio internacional al establecer el Rey Fernando VII el comercio libre de Cuba con los extranjeros y autorizar la habilitación total del puerto de Matanzas al comercio con el resto del mundo.

Inmensos festejos se efectuaron para celebrar, por todo lo alto, lo que fue la noticia más esperada por los matanceros hasta ese momento.

Esta segunda habilitación contribuyó al ensanche urbanístico con la aparición de nuevas barriadas en torno a la bahía, en primer lugar, la de San Alejandro de Versalles, allende el río Yumurí y pegada al puerto y el barrio de San Juan de Pueblo Nuevo, a la vera de los grandes almacenes de azúcar que se erigían en la zona costera de Mata Siete y en las márgenes del Río San Juan, al que Milanés llamara con acierto, “el río del azúcar”.

Al mismo tiempo, con la desecación de la Ciénaga del Yumurí, en el centro de Matanzas, surge el Muelle Real, atracadero añorado al que arribarían buques de todo el mundo, razón por la cual el centro de ciudad se amplía con el nuevo asentamiento llamado La Marina, populosa zona comercial vinculada con todo tipo de comercios, tabernas, hoteles, cafés, salones de bailes y de juegos para el entretenimiento de los marinos y transeúntes que acudían a la ciudad, al estilo del puerto de La Habana.

En 1818 el comerciante Juan de Acosta –propietario de los terrenos existentes entre el borde marítimo de la plaza y el puente sobre el río Yumurí – financió la construcción de un muelle al final de la calle Milanés.

Es de destacar que, en la construcción del Muelle Real de Matanzas, que se extendió hasta los años 30, contribuyeron importantes casas comerciales con fuerte presencia norteamericana, comolos Murdoch, Grace y Cía; Alfonso, Knight y Cía; Howland y Cía y Durege y Monet, poniendo de manifiesto el incremento de la presencia norteamericana en la actividad portuaria matancera desde esa temprana fecha.

En 1819, el puerto matancero fue protagonista de un singular acontecimiento internacional, al establecerse el transporte marítimo regular entre La Habana y Matanzas mediante el barco “Neptuno”, el primero de vaporque existióen España y sus dominios.

En estos años se construyen importantes calles y edificios a orillas de la bahía, como fueron la Calzada de Tirry, el Edificio de la Aduana (1826) y la calzada de Ayllón, que lleva el nombre de ese afamado gobernador. En 1828, se termina el edifico el Cuartel de Infantería (hoy Escuela Mártires de Goicuría) de donde partía el Paseo de Santa Cristina (Paseo Martí) que circunvala el litoral de la bahía en el Barrio de Versalles.

Ya en la década del 40, por el crecimiento descomunal de su actividad portuaria,Matanzas llegó a ser considerada la segunda plaza mercantil del país y se hacen más fuertes los vínculos con los puertos norteamericanos, convertidos en los principales importadores de productos matanceros, principalmente azúcar y mieles y suministradores de productos manufacturados y alimenticios que sostendrían la creciente opulencia de la sociedad matancera
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Prueba fehaciente de estas relaciones es que, ya en 1860, se inaugura la ruta directa Matanzas-New York, con la llegada del vapor “Matanzas” a la rada yumurina.En esta década otras edificaciones importantes se erigen en las márgenes de la bahía, como fueron el Teatro Esteban, después Sauto, obra del ArquitectoDaniel Dallaglio, constructor también de la Iglesia de San Pedro en Versalles, terminada unos años después.

Al final del período colonial, nuevamente la bahía de Matanzas fue escenario de dos acontecimientos trascendentales. El primero de ellos, en 1898, cuando los Estados Unidos intervinieron militarmente en el conflicto, impusieron un férreo bloqueo naval a los puertos de la Isla y, en un acto de barbarie injustificada, bombardearon con sus barcos la urbe yumurina afectando a numerosas instalaciones civiles y militares. Finalmente, el 1º de enero de 1899, al cesar la soberanía española sobre Cuba, el último Capitán General abandonó la Isla precisamente por el puerto de Matanzas.

En la próxima sección analizaremos la evolución del puerto matancero y su significado para la región y el mundo, durante el siglo XX.





* Dr en Ciencias.Director de la Biblioteca Provincial Gener y del Monte de Matanzas.

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