por Nicanor León Cotayo
Derrotados en la víspera, sectores “duros” de la oposición están concibiendo un escenario que les facilite cantar fraude cuando su fracaso se defina el 14 de abril, o antes.
Por eso llama la atención su insistencia en presentar el actual proceso electoral como la mayor posibilidad de triunfo que han tenido desde que Hugo Chávez asumió el poder en 1999.
Una de las tesis martilladas subraya que lo alcanzarían porque no enfrentan a Chávez, y otra repite que gracias a la debilidad del candidato de la Revolución bolivariana, Nicolás Maduro.
Junto a la fabricada versión del Maduro protector de las acciones terroristas de Hezbolá le achacan responsabilidad por las actuales dificultades socio-económicas y financieras del país.
El jefe del fracturado comando opositor, Henri Falcón, aseveró el martes a periodistas extranjeros que ahora pueden ganar al oficialismo debido al ”desespero” porque cambien las cosas.
Según Falcón, hasta en el seno del Gabinete y del Partido Socialista Unido de Venezuela hay grandes contradicciones respecto a la candidatura de Maduro, porque nunca ha sido un líder popular.
Otro integrante del mencionado comando, Carlos Ocariz, declaró y la prensa de Miami lo amplificó, que “Maduro es un pésimo candidato”, y al no competir Chávez ellos tienen más posibilidades de triunfar.
De nuevo utilizan un aparente reconocimiento a quien no está físicamente, para disminuir autoridad a la figura que los reta con enorme fuerza.
A la defensiva, Falcón intenta restar importancia al saldo de los primeros sondeos de opinión pública, desfavorable a su candidato, al plantear que ” nuestras encuestas son la calle”.
Pero a continuación dijo que esta oposición va a las elecciones en “una situación de minusválida” porque enfrenta el ventajismo del Estado y del poder de medios estatales que no reflejan a Capriles.
Las citadas publicaciones de Miami recordaron que dos semanas atrás Maduro aventajaba a Capriles en 14,4 puntos, de acuerdo al estudio de la importante empresa encuestadora Datanálisis.
Además prosiguió la campaña de los ultras que abarca, en primer lugar y desde su punto de vista, la pérdida de valor del bolívar, la parcialidad de la justicia y el ambiente de inseguridad ciudadana.
También incluyen supuestas anomalías que han marchado del brazo de estos comicios, así como otros hechos negativos sobre Maduro, el Consejo Electoral Nacional y medios de difusión masiva.
De ahí la necesidad de seguir los pasos a la curiosa insistencia ultra sobre su gran posibilidad de ganar los comicios presidenciales del 14 de abril, mientras desprecia el resultado a la inversa de las encuestas.
Si recordamos quiénes son, más las experiencias de sus viejas y nuevas maquinaciones, cabría reiterar que no puede descartarse una eventual retirada con el pretexto de “elecciones fraudulentas”.
¿Quién alentó a cara descubierta esa jugarreta? La subsecretaria de Estado para Latinoamérica, Roberta Jacobson, cuando el pasado 17 de marzo puso muy en duda la limpieza de esos comicios.
De forma tan grotesca que por esa razón Caracas interrumpió transitoriamente las conversaciones que sostenía con Washington para mejorar sus relaciones bilaterales.
No es posible analizar aisladamente esa provocación de Jacobson, forma parte de un todo que además suma las conspiraciones de Roger Noriega y Otto Reich, las manifestaciones de estudiantes ultraderechistas y las sostenidas campañas de prensa.
Mientras, los chavistas no detienen su obra socio-económica interna ni el sostenido reforzamiento de sus vínculos con naciones del área y con otras al estilo de Rusia y la República Popular China.
Su triunfo electoral parece cada vez más seguro, aún cuando los escuálidos por orden superior logren pellizcarlo, hecho que anticipará el futuro a iniciarse 24 horas después del venidero 14 de abril.
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