viernes, 18 de mayo de 2012

El nudo en la garganta de Víctor Mesa.


Por: Joel García

Después de tantos triunfos, de tantos éxitos en su carrera deportiva, de ese carácter explosivo, espectacular, alegre, único; después de tantos años viéndole discutir una jugada, deslizarse en las bases, defender las causas más imposibles con su ejemplo, debo confesar que nunca pensé que a Víctor Mesa se le pudiera hacer un nudo en la garganta.


Había sido felicitado por un pueblo entero - y cargado entre los hombros de la gente- cuando le dio a Matanzas el pase a la semifinal tras una victoria histórica sobre Sancti Spíritus, y en esta ocasión volvió a ser felicitado por todos, aunque la derrota significaba el tercer lugar histórico para una provincia que depositó sus esperanzas, su luz, su optimismo en una discusión por el título.

 Víctor así le había hecho soñar, creer y convencer.

Conversó con sus muchachos antes de enfrentar a la prensa y le comentó, como siempre, los detalles del juego, los errores que le impidieron dar ese salto a la gloria dorada, el trabajo que aún falta por lograr y que él está dispuesto a continuar en la próxima campaña.

 Los felicitó a todos y sin mucho protocolo se apareció en la conferencia de prensa, vestido de rojo y convencido de que podía responder cualquier pregunta.

Felicitó a Antonio Romero, el lanzador joven que hizo de Industriales el rey occidental del béisbol cubano. “Se presentó fantástico, es un gran talento. Me gustó como pitcheó.

 Cogió la bola en el primer inning y no la soltó más. Les decía a mi gente: aprendan, que es joven igual que ustedes y ganó el juego de vida o muerte”.

La emoción parecía contenerle las palabras, pero continúo. Y siguió sentando cátedras de confesiones, el director recio, el más duro, el que le habla a sus discípulos como si peleara constantemente. “Ya me reuní con todos ellos.

 Les di mis felicitaciones y ahora tenemos que esperar al año que viene. Esto de hoy es una demostración que en el béisbol hay cosas muy difíciles, que algunos ven fáciles desde las gradas, pero para los que actuamos son muy difíciles”.


De momento, un colega le lanza la pregunta comparativa entre lo hecho con Villa Clara y Matanzas. Otra vez Víctor Mesa toma la batuta. “La primera vez con Villa Clara fui del 11 al 4 y luego llegaron dos subcampeonatos y un tercero. Aquí el trabajo también salió. Estoy estresado hasta los “timbales” y aunque ustedes no lo notan, pero he dejado de dormir y tengo mucho estrés, porque arriesgamos y creamos compromisos”.


La voz comienza a bajar, pero quedan aún las confesiones. “Gracias al trabajo del colectivo de entrenadores y a la vida, se cumplió lo previsto y eso implica que el año que viene la meta es mayor: ya no es clasificar a la postemporada sino mejorar lo hecho”.

Las últimas palabras fueron intensas. “Y salió el resultado para alegría de este pueblo, porque somos de Cuba y defenderemos esto donde quiera que estaremos. Matanzas me ha hecho vivir, con las calles llenas, el estadio lleno, los saludos, las invitaciones, las amistades nuevas.

 Me llevo tremendo emoción de Matanzas y no me las llevo, porque regreso. Estoy contento con el pueblo, pero muy triste por dentro…

Y ahí mismo se le hizo el nudo en la garganta. Pidió permiso para no llorar y se marchó como lo que es, un ganador, el Víctor Mesa que todos conocemos


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