Por: JoséMiguel Vázquez.
Fidel: el guerrillero del tiempo.
“..Aún permanecían en vela los rumoreos de la manigua y estaba por agotarse la luz de los candiles cuando a las dos en punto de la madrugada del 13 de agosto de 1926, nació Fidel Alejandro Castro Ruz, un niño vigoroso de 12 libras de peso, que ensanchó sus pulmones a la primera bocanada del aire de los pinares, y se dispuso a sus días con la misma vehemencia de vida, pasión de hacer, exhuberancia natural que lo rodearon cuando los haitianitos del batey se apresuraron en la maleza por hojas de yagruma y verbena con que enjuagarlo a esas horas, para la tersura de la piel, y los buenos augurios.”—
(Fragmento del Libro Todo el tiempo de los cedros, de Katiuska Blanco, página 84, donde se anuncia el nacimiento de Fidel Castro Ruz).
Han pasado 84 años, de aquél momento feliz en que, acompañado de sus padres, vino al mundo nuestro querido Fidel, así como lo llamamos con ese cariño natural con el que es reconocido por todo su pueblo y sus amigos que lo quieren en todo el planeta.
Al evocar el tiempo de su fructífera existencia, tenemos muchos motivos para sentirnos orgullosos de tenerlo al cabo de estos años, vivo, saludable, lúcido, sonriente, estudioso, alumbrándonos con su sabia enriquecida en la lucha, sus sacrificios y su consagración.
Fidel es de esos hombres que a su paso por la vida dejan una estela imposible de borrar y de olvidar, y por eso en una fecha como esta, el pueblo cubano se levanta como uno solo para tributarle el más cálido de los homenajes.
¿Qué regalarle un día como hoy?, pues por sobre todas las cosas algo que se desprende de su propio nombre ¡Fidelidad, ¡ a su obra, sus luchas, su permanente batallar por la paz y el bienestar de los demás. Cultivar y defender esta Revolución y hacerla cada día más perfecta e indestructible. Este es el mejor reconocimiento a su rica trayectoria de revolucionario, de hombre que lo ha entregado todo a su pueblo, y que clama por la felicidad de otros pueblos del mundo.
Es por eso que hago mías las palabras de la propia Katiuska cuando en la página 402 de su libro “ Todo el tiempo de los cedros”, expuso: “—Entonces no vislumbraba que llevaría indeleble, el monte y el pueblo en la piel, sin sentir nostalgia de tanto verde húmedo, y cobija de hojas, porque se convertiría para siempre en guerrillero del tiempo”..
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