Por: José Miguel.
Este 15 de marzo, se cumplen 132 años, de lo que la historia de Cuba registra como “La Protesta de Baraguá”, porque en ese lugar de la hoy provincia de Santiago de Cuba, el General Antonio Maceo al frente de sus hombres, rechazó de plano la propuesta de capitulación ofrecida por el General Español Arsenio Martínez Campos, en que no se ofrecían los dos objetivos supremos de la lucha armada: La Independencia de Cuba, y la Abolición de la esclavitud.
Aquél gesto viril y patriótico del Titán de Bronce, constituiría, un símbolo de rebeldía sin par, que sería siempre recordado por nuestro pueblo.
Baraguá demostró que la burguesía criolla de aquélla época era incapaz de dirigir la lucha independentista por sus contradicciones con el pueblo trabajador incluidos los esclavos, y por sus divisiones internas, y a la larga solo la guerra sin cuartel contra el colonialismo español podría traernos la independencia anhelada.
Desde esa histórica fecha, Baraguá sería siempre para los cubanos. Un verdadero símbolo de rebeldía, frente a las condiciones de semicolonia adoptada por el país a partir de la intervención militar yanqui en 1898, y después del triunfo de la Revolución en 1959, un motivo para mantener la hidalguía, y la rebeldía de los mambises del siglo XX, frente al poderoso imperialismo norteamericano que no ha cesado en sus propósitos de destruir nuestro proceso revolucionario.
Aquél acontecimiento histórico, sirvió para que en otra fecha inolvidable, la del 19 de febrero de 2000, el pueblo cubano, reunido en aquellos mismos Mangos de Baraguá de Santiago de Cuba, realizara el juramento supremo de resistir y vencer en un nuevo contexto: El de las ideas.
Ese nuevo gesto conocido como el Juramento de Baraguá, e inspirado en aquél hecho de 1878, es el que hoy preside la lucha contra las agresiones de los enemigos de la patria, en que se plasman nuestras exigencias del cese del criminal bloqueo de Estados Unidos contra nuestra patria, el cese de las Leyes Torricelly y Helms Burton, la de ajuste cubano, de la subversión política, y en su momento la devolución de la Base Naval que ocupan ilegalmente en Guantánamo.
Ese juramento lo habremos de cumplir al precio que sea necesario.
Aquél gesto viril y patriótico del Titán de Bronce, constituiría, un símbolo de rebeldía sin par, que sería siempre recordado por nuestro pueblo.
Baraguá demostró que la burguesía criolla de aquélla época era incapaz de dirigir la lucha independentista por sus contradicciones con el pueblo trabajador incluidos los esclavos, y por sus divisiones internas, y a la larga solo la guerra sin cuartel contra el colonialismo español podría traernos la independencia anhelada.
Desde esa histórica fecha, Baraguá sería siempre para los cubanos. Un verdadero símbolo de rebeldía, frente a las condiciones de semicolonia adoptada por el país a partir de la intervención militar yanqui en 1898, y después del triunfo de la Revolución en 1959, un motivo para mantener la hidalguía, y la rebeldía de los mambises del siglo XX, frente al poderoso imperialismo norteamericano que no ha cesado en sus propósitos de destruir nuestro proceso revolucionario.
Aquél acontecimiento histórico, sirvió para que en otra fecha inolvidable, la del 19 de febrero de 2000, el pueblo cubano, reunido en aquellos mismos Mangos de Baraguá de Santiago de Cuba, realizara el juramento supremo de resistir y vencer en un nuevo contexto: El de las ideas.
Ese nuevo gesto conocido como el Juramento de Baraguá, e inspirado en aquél hecho de 1878, es el que hoy preside la lucha contra las agresiones de los enemigos de la patria, en que se plasman nuestras exigencias del cese del criminal bloqueo de Estados Unidos contra nuestra patria, el cese de las Leyes Torricelly y Helms Burton, la de ajuste cubano, de la subversión política, y en su momento la devolución de la Base Naval que ocupan ilegalmente en Guantánamo.
Ese juramento lo habremos de cumplir al precio que sea necesario.
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