lunes, 2 de marzo de 2009

Rincones Perdidos.


Por: José Miguel Vázquez.
Dr. Ercilio Vento Canosa.

Privilegiada por la naturaleza, Matanzas goza de un encanto singular. El viajero recibe una amable visión que le recrea y acoge en un indefinible sentimiento de cálida receptación que tiene mucho del aliento de la casa propia.
Yo la he visto desde el aire, suspendido sobre la tierra en una transparente noche y la he reconocido en lontananza como una estrella de cien brazos y mil ojos de luz centelleando en la oscuridad, y aún así, distante y físicamente inaprensible , el hilo sutil de u imagen afectiva ha logrado salvar la distancia y anidar con extraña alegría en mi corazón de viajero cansado y anhelante de Cuba.
El caminante de hoy se sorprende del verde y el azul, de los nuevos edificios y barrios, de la mansa suavidad de sus domingos y de la brisa marinera que juega en sus calles.
Un andariego de antaño vería una Plaza de Colón con la estatua del Almirante en lo que hoy conocemos por Vigía, y un fuerte de madera, el del San Juan, guardando a la boca del río.
Las calles, sin pavimento, le conducirían entre casas de pobre condición, en los primeros siglos o ya en el XIX entre casonas de enormes ventanas y puertas para que pasara por ellas la volanta o el quitrín.
Al doble de campanadas del alba los fieles irían a la misa de la catedral, unos para entretener el ocio, otros como acto de fe.
Lo que hoy es San Luís, era la Calzada de Campuzano, y había en Pueblo Nuevo una Plaza de la Ciénaga, cruzada por la calle de los Cangrejos, que partía desde la Plaza de Villanueva, al lado del San Juan por la margen sur y San Ignacio.
El matadero, cerca de donde estuvo el edificio sólido y magnífico de La Plaza del Mercado, el Cementerio Viejo, en Álvarez y Mujica, la Plaza de San Juan de Dios, donde también estuvo un cementerio, en la bajada de Guachinango y Cuba, y la Calzada de Buitrago (de Vía Blanca a Los Pinos), son algunos parajes perdidos del paisaje que sólo alguna vez se mencionan por voces ancianas, verdaderos documentos vivos del pasado y memorias de una ciudad que vieron así en sus ojos.
Hubo calles con nombres hoy casi ignorados, y plazas donde actualmente se levantan edificaciones o están situadas obras de propósitos distintos .Las Plazas de Cortes ( Matanzas y Salamanca) , del Ojo de Agua, angulada por Santa Isabel, Ayuntamiento y Santa Teresa, La de Gerona donde estaba el cadalso, la de Tacón en Versalles, la del Yumurí al pié del Puente de la Concordia, la de Fernando VII, donde después se levantó la cárcel y con el tiempo el sobrio edificio del Instituto de Segunda Enseñanza, hoy Secundaria Básica José Luís Dubrock, y otras muchas que conformaban espacios de una ciudad diferente a la que ahora conocemos.
Nuestros hijos y nietos también tendrán este sentimiento de cambio imperceptible, sabrán del curso del tiempo por parparlo a través del ritmo de transformación de lugares de su niñez.
Más de uno habrá que recuerde el edificio sede de los veteranos de la Guerra de Independencia, donde hoy está El Antillano ( en la actualidad Parque Bonifacio Byrne), , o la antigua Aduana o el Muelle Real., o recordará el San Juan lleno de goletas, el primer empedrado de adoquines, los Baños de Caballero, los laureles de La Plaza de Armas, los barrios insalubres, La Ermita vestida con todas sus galas para la fiesta de San Mus , los carros bomberos tirados por caballos, los pregoneros de milo mercancías , Sauto convertido en cine, billeteros y pasquines , el lujo, la miseria, la pobreza y el esplendor.
La magia del tiempo cambia la ciudad a cada instante. Matanzas se hace antigua y a la vez tan nueva, por estos ya viejos rincones perdidos por siempre, recuerdos que duermen cargados de historia para nunca volver.


Fuente: Libro Rincones Perdidos, del Dr. Ercilio Vento Canosa. Ediciones Matanzas 1993.

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