Nota introductoria de José Miguel; Esta es la historia, de Matanzas y sus puentes , escrita por quien fuera mi entrañanle amigo Raúl R Ruíz, (1941-2004) nacido en Villaclara, pero matancero de corazón. Hombre de rica obra historiográfica, autor de numerosos libros e investigaciones, iniciador del movimiento de activistas de historia del Partido Comunista, Primer Presidente de la Unión Nacional de Historiadores de Cuba en Matanzas e Historiador de la ciudad.
Acreedor de diversos premios y reconocimientos .Ejerció la docencia directa durante más de 22 años. De una de sus preciosas obras " RETRATO DE CIUDAD", les traigo este domingo, pontones...pasarelas...y puentes... que cuenta la historia de los puentes de Matanzas, razón por la cual a nuestra ciudad se le denomina entre otros nombres " LA CIUDAD DE LOS PUENTES". Les dejo entonces con este maravilloso recuento de Raúl R Ruíz, a quien siempre recordaremos por su amor a Matanzas, que es lo mismo que decir su matanceridad.
pontones...pasarelas...puentes...
Por: Raúl R Ruíz.
En un principio, el bongo dominaba sobre todos los elementos., después fue el andarivel. Con el bongo y el andarivel convivieron los pontones y las pasarelas. La geografía impuso condicionantes: ríos y mares que, como valladar, confinaron a los vecinos iniciales entre las aguas fundacionales. Así, primeramente fueron San Juan y Yumurí., después, Matanzas y los puentes-símbolos. Porque encarnan parte de su esencia, no hay Matanzas sin ríos ni puentes.
Muy temprano se inició la batalla fluvial, ininterrumpidamente hasta hoy. La corriente fue la del Caunabaco, más tarde Matanzas, y definitivamente San Juan.
Casi por tres décadas, con tablas, pontones y pasarelas, artilugios improvisados., sortearon los pobladores los escollos que suponía su paso, y el de animales, mercaderías y carruajes por la desembocadura. Así, el lugar resultó notorio: no sólo acogió al primer puente, sino que hasta los finales del siglo XX, vio alzarse a cerca de dos decenas de estructuras, de las más diversas formas y materiales, hasta alcanzar su perfil actual. En casi 300 años se acumulan historias, anécdotas y leyendas varias, algunas dignas de contarse, aunque no resulten verídicas, como la del ingeniero que amenazó con suicidarse si los cálculos previamente elaborados por él no se comportaban con exactitud cronométrica.
Cuando en 1722 se levanta el primer puente, el suceso marca el inicio de la lucha contra las crecidas, torrenteras e inundaciones, desbordamientos y avenidas del---no obstante--- romántico San Juan.
Siete construcciones del endeble material se emplazaron consecutivamente: las siete barridas por los aluviones, hasta que en 1816 la cantería y la piedra sentaron sus dominios. Entonces el poeta pudo contemplar el San Juan murmurante y meditar de codos en el puente.
Menos de veinte años después otro paso se abrió , ahora a la altura de la actual Plaza del Mercado, antigua carnicería, nombres que marcarán a la nueva instalación.
Pero el río no conoce el reposo. El gran temporal de 1870 acarreó su cuota de destrucción a la estructura levantada en 1849, hasta que en 1897 concluyó el actual, de hierro, que los pobladores nombran sencillamente como el de Tirry.
Después domeñada la corriente, con los vagidos del nuevo siglo vendrían el giratorio (1904)—que hizo honor a su nombre hasta la década de los sesenta---el de la Plaza (1916). Avanzada la segunda mitad de la centuria, surgió el de la circunvalación., y en las postrimerías del siglo, el segundo del viaducto (1998), todavía sin nombres.
Al finalizar el milenio, quedaba completo el quinteto del San Juan.
Cada puente encierra un encanto, una particularidad o, en el más parco de los casos, una historia bien contada. El de Bueyvaca, aparte de su antigüedad—el decano de los que se mantienen en pie---y de su peculiar denominación, acapara la mayor capacidad de misterio: muy pocos ciudadanos conocen de su existencia y ubicación, y nadie, ni el más acucioso investigador, puede dar noticia cierta sobre la fecha de construcción.
Por su parte el Yumurí contó con puente desde 1830, destruido también por el temporal de 1870. Pero esta corriente no exhibe el rico “pedigree” del San Juan, inigualable, por demás. Esta carencia ha sido compensada por la ciudad con el don de la belleza. "La concordia" es que más admiración suscita. Inaugurado por el Capitán General de la Isla Arsenio Martínez Campos, como emblema de “paz” entre cubanos y españoles al concluir la Guerra de los Diez Años, sus esbeltas columnas han sido proclamadas símbolos de la ciudad.
En el siglo XX el Yumurí completó su tetralogía: el del ferrocarril, en la desembocadura., el del acueducto de la Rayonera, después transformado en peatonal, frente al Parque Watkin, y el también de paso a pié, junto a la Concordia. Todos innombrados.
Aparte de instalaciones menores---en dimensiones y en significación---el siglo XX legó a Matanzas---la erección de otras tres significativas construcciones sobre sus aguas. La de Canímar, (1951), resultó al inaugurarse la mayor de su tipo en Cuba y una de las más airosas, a pesar de sus 290 metros de largo, y de los tres arcos, dobles sólidos de 65, 4 metros de luz cada uno, todo de hormigón armado. Aquí descansa el reloj de oro de uno de los ingenieros norteamericanos que laboró en la obra, y quien al momento de fundirse el último paño, depositó la prenda, para. En un acto de preciosismo, marcar para siempre la hora de la conclusión.
Los dos puentes del viaducto en construcción, (ya están concluidos), 1994 y 1998, tienen el mérito de continuar la tradición y elevar el número de ellos, pero no logran insertarse dentro de una línea estética. Así, la ciudad de Matanzas, irrumpe en el siglo XX con 17 puentes, cifra insignificante en otro contexto, pero verdadero récord para Cuba.
Desde el punto de vista geográfico, no puede incluirse en el conteo al de Bacunayagua, por estar localizado fuera de los límites de la ciudad. No obstante, muchos matanceros lo consideran el número 18, por cuanto cuando se viaja a la Habana, Bacunayagua marca la llegada casa.
Bacunayagua-
Muy temprano se inició la batalla fluvial, ininterrumpidamente hasta hoy. La corriente fue la del Caunabaco, más tarde Matanzas, y definitivamente San Juan.
Casi por tres décadas, con tablas, pontones y pasarelas, artilugios improvisados., sortearon los pobladores los escollos que suponía su paso, y el de animales, mercaderías y carruajes por la desembocadura. Así, el lugar resultó notorio: no sólo acogió al primer puente, sino que hasta los finales del siglo XX, vio alzarse a cerca de dos decenas de estructuras, de las más diversas formas y materiales, hasta alcanzar su perfil actual. En casi 300 años se acumulan historias, anécdotas y leyendas varias, algunas dignas de contarse, aunque no resulten verídicas, como la del ingeniero que amenazó con suicidarse si los cálculos previamente elaborados por él no se comportaban con exactitud cronométrica.
Cuando en 1722 se levanta el primer puente, el suceso marca el inicio de la lucha contra las crecidas, torrenteras e inundaciones, desbordamientos y avenidas del---no obstante--- romántico San Juan.
Siete construcciones del endeble material se emplazaron consecutivamente: las siete barridas por los aluviones, hasta que en 1816 la cantería y la piedra sentaron sus dominios. Entonces el poeta pudo contemplar el San Juan murmurante y meditar de codos en el puente.
Menos de veinte años después otro paso se abrió , ahora a la altura de la actual Plaza del Mercado, antigua carnicería, nombres que marcarán a la nueva instalación.
Pero el río no conoce el reposo. El gran temporal de 1870 acarreó su cuota de destrucción a la estructura levantada en 1849, hasta que en 1897 concluyó el actual, de hierro, que los pobladores nombran sencillamente como el de Tirry.
Después domeñada la corriente, con los vagidos del nuevo siglo vendrían el giratorio (1904)—que hizo honor a su nombre hasta la década de los sesenta---el de la Plaza (1916). Avanzada la segunda mitad de la centuria, surgió el de la circunvalación., y en las postrimerías del siglo, el segundo del viaducto (1998), todavía sin nombres.
Al finalizar el milenio, quedaba completo el quinteto del San Juan.
Cada puente encierra un encanto, una particularidad o, en el más parco de los casos, una historia bien contada. El de Bueyvaca, aparte de su antigüedad—el decano de los que se mantienen en pie---y de su peculiar denominación, acapara la mayor capacidad de misterio: muy pocos ciudadanos conocen de su existencia y ubicación, y nadie, ni el más acucioso investigador, puede dar noticia cierta sobre la fecha de construcción.
Por su parte el Yumurí contó con puente desde 1830, destruido también por el temporal de 1870. Pero esta corriente no exhibe el rico “pedigree” del San Juan, inigualable, por demás. Esta carencia ha sido compensada por la ciudad con el don de la belleza. "La concordia" es que más admiración suscita. Inaugurado por el Capitán General de la Isla Arsenio Martínez Campos, como emblema de “paz” entre cubanos y españoles al concluir la Guerra de los Diez Años, sus esbeltas columnas han sido proclamadas símbolos de la ciudad.
En el siglo XX el Yumurí completó su tetralogía: el del ferrocarril, en la desembocadura., el del acueducto de la Rayonera, después transformado en peatonal, frente al Parque Watkin, y el también de paso a pié, junto a la Concordia. Todos innombrados.
Aparte de instalaciones menores---en dimensiones y en significación---el siglo XX legó a Matanzas---la erección de otras tres significativas construcciones sobre sus aguas. La de Canímar, (1951), resultó al inaugurarse la mayor de su tipo en Cuba y una de las más airosas, a pesar de sus 290 metros de largo, y de los tres arcos, dobles sólidos de 65, 4 metros de luz cada uno, todo de hormigón armado. Aquí descansa el reloj de oro de uno de los ingenieros norteamericanos que laboró en la obra, y quien al momento de fundirse el último paño, depositó la prenda, para. En un acto de preciosismo, marcar para siempre la hora de la conclusión.
Los dos puentes del viaducto en construcción, (ya están concluidos), 1994 y 1998, tienen el mérito de continuar la tradición y elevar el número de ellos, pero no logran insertarse dentro de una línea estética. Así, la ciudad de Matanzas, irrumpe en el siglo XX con 17 puentes, cifra insignificante en otro contexto, pero verdadero récord para Cuba.
Desde el punto de vista geográfico, no puede incluirse en el conteo al de Bacunayagua, por estar localizado fuera de los límites de la ciudad. No obstante, muchos matanceros lo consideran el número 18, por cuanto cuando se viaja a la Habana, Bacunayagua marca la llegada casa.
Bacunayagua-
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