En una nación libre, alumbró Martí, debe la prensa periódica –si quiere que el pueblo la respete– guiar, encauzar, presentar estudiadas las cuestiones que merecen más seria y urgente reforma; examinar los conflictos, no irritarlos con juicio apasionado ni encarnizarlos con alarde o adhesión extemporánea.
Mucho se recuerda a El Maestro cada 14 de marzo, porque su obra es periodismo mayor, y porque de Patria venimos. Llueven por estos días agasajos y reconocimientos, balances y metas. En cada medio hay como un respiro, un ambiente de alegría, un aplauso al esfuerzo, un minuto de silencio por los que se han ido y brazos abiertos a los que acaban de llegar; un repaso a lo mal hecho y que no debe repetirse; una broma tragicómica sobre aquella “fuente” reacia a hablar… Y así, entre informes, compromisos y traguitos –respetando las medidas para tiempos de covid– se pactará otro año de lograr un trabajo mejor. El Día de la Prensa Cubana parece lo mismo, pero nunca es igual.
A propósito de esta ocasión, sobre realidades del gremio y retos del periodismo cubano, BOHEMIA dialogó con la vicepresidenta primera de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), Rosa Miriam Elizalde, comunicadora innata, voz autorizada que desde la sabiduría ha creado plataformas y ha enriquecido las batallas de ideas profesionales no sin controversias. Por esa artesanía que ennoblece el oficio y embellece su vasta hoja de servicios, mereció en 2021 el Premio Nacional José Martí por la obra de la vida.
–¿Cómo acompaña la UPEC el proceso de transformaciones de la prensa y sus modelos de gestión?
–Este es el principal proceso en el que está involucrada la organización, no comenzó ahora. Si se revisan los documentos de los congresos y plenos de la UPEC, particularmente a partir del III Congreso en 1974, que preside Raúl, ese es el tema central. El lema que presidía los debates en los 80 era “sin rectificación en la prensa, no hay rectificación en la sociedad”.
Los periodistas teníamos absoluta comprensión de que no se ha producido un modelo capaz de indicarnos lo que puede y debe ser la prensa del socialismo, y que la gestión de la prensa tiene que cambiar en el sentido que advertía Fidel en el IV Congreso de la UPEC: “¡Cambios sí, cambios revolucionarios!”.
Está obligada a ello. No son retoques cosméticos los que resolverán los problemas acumulados en el sector, a lo que se ha añadido el tsunami de una cuarta revolución industrial cuya columna vertebral son las tecnologías de la comunicación y la información.
–¿Puede resumir –a su juicio– los (5) momentos más trascendentales de la UPEC desde la fundación?
–Más que momentos, prefiero referirme a hechos que la definen. Enumero algunos:
1- El surgimiento de la UPEC, que desde su fundación en 1963 defiende su responsabilidad como articulador de la prensa. No es únicamente un gremio profesional que mira su ombligo.
2- La presencia de Fidel en todos sus congresos y plenos hasta el 2006, con excepción de aquel de 1974, al que fue Raúl.
3- La apertura de la carrera de Periodismo en varias universidades del país –luego se convertirían en facultades de Comunicación–, una batalla ganada por nuestros profesionales. Lo que existía antes de la Revolución era la Escuela Manuel Márquez Sterling, que no confería título universitario.
4- El acompañamiento a los periodistas en el llamado Período Especial, que se convirtió casi en una lucha por la supervivencia.
5- La Política de Comunicación Social del Estado y del Gobierno, un proceso en que la organización acompañó al Partido y que debe derivar en una norma jurídica superior. Hay muchos más, por supuesto.
–¿Cuáles son sus principales desafíos en el espinoso contexto comunicacional?
–Creo que se ha demostrado con creces, y lo estamos viendo en la guerra que ahora se libra en Europa, que la tecnología, lejos de ser neutral, materializa valores incompatibles con los compromisos centrales de la democracia, tenga esta el apellido que se quiera. Los gigantes mediáticos se han organizado en una cultura de un solo relato y en un vacío moral. Un gran desafío es crear centros de conciencia crítica y una pluralidad basada en principios.
“Otro gran reto es ser portadores de un proyecto de modernidad diferente, que no renuncie a nuestra propia identidad, y donde la ética del deber, la posposición del interés individual al bien común y la idea del progreso social se conviertan en pauta de realización.
“Como demostró en su tesis de doctorado Julio García Luis, presidente de la UPEC de 1986 a 1994, Cuba fue el primer país en hacer una revolución socialista a partir de una cultura de prensa occidental y moderna. No tenemos por qué renunciar a ello, sino transformarlo en función de nuestro programa”.
–Según Antonio Moltó: “La UPEC sirve para ponerle luz al país. Para hacernos fuertes, para unir, para evitar la dispersión […]. La UPEC sirve para decir sí donde otros dicen no se puede”. ¿Según Rosa Miriam: para qué sirve la UPEC?
–También para decir no: “No” a desentendernos de los problemas de nuestro pueblo. “No” a la mentira, la vulgaridad y al chantaje de los laboratorios tóxicos de la Florida. “No” al periodismo burocrático, conmemorativo, triunfalista, dominado por los actos, por las efemérides y no por el valor intrínseco de las noticias y los temas. “No” al circuito cerrado que no tiene en cuenta la diversidad de canales de expresión y de públicos… En fin, “No” a muchas prácticas de los militantes del “no se puede” aludidos por nuestro queridísimo Moltó.
–Existe cierto criterio popular de que la prensa va por un lado y la realidad por otro. ¿Entonces, bastaría con tener un vasto y moderno sistema de prensa pública? ¿O lo que necesitamos es una eficaz influencia pública de nuestros medios, conquistar las audiencias que hoy parecen dispersas, desmotivadas, atomizadas…?
–Ese criterio de que la prensa va por un lado y la realidad por otro se ha convertido en un estereotipo que, como cualquier otro, reduce hechos complejos a una caricatura. Y se repite a veces por inercia o por pura perversión, mientras la evidencia empírica dice otra cosa: tenemos buen y mal periodismo, es decir, hay prácticas profesionales que refrendan o no lo que establece la Política de Comunicación Social del Partido: la información, la comunicación y el conocimiento son un bien público y un derecho ciudadano.
“Por supuesto, es imposible cumplir con ese principio cuando se ignora la fragmentación de los públicos propia del nuevo paradigma de comunicación (pasamos de los medios masivos a la masificación de los medios). Hay zonas de nuestra sociedad que están marginadas o automarginadas de los canales institucionales y de construcción de consenso. Si los medios públicos no llegan a esas comunidades, llegan otros. En comunicación, como en política, no hay vacíos”.
–¿Puede la prensa cubana responder a las exhortaciones de lograr un periodismo más exigente, objetivo, crítico… que se han venido reiterando durante años?
–Hay una pregunta urgente que debemos respondernos: ¿por qué hay medios y profesionales que lo hacen y otros no? En los concursos nacionales y provinciales de periodismo abundan los ejemplos de excelentes prácticas. En los dos últimos años, hemos convocado en la UPEC al Festival Anual de la Prensa, con carácter virtual, para premiar los proyectos más innovadores. Nos ha sorprendido la calidad de las propuestas y las reservas que hay para esos cambios revolucionarios que pedía Fidel.
“Se comprende que, aunque mañana aparezcan por arte de magia las tecnologías que necesitamos, la renovación estructural del sector no se va a producir soslayando carencias que tenemos de información oportuna, crítica y diversidad expresiva, además del rediseño de nuestra concepción comunicativa sobre bases científicas”.
–¿Cuál es el “talón de Aquiles” de la praxis periodística en Cuba?
–No se han resuelto problemas de larga data, sobre los que ya hemos hablado aquí, pero estos se complican y son más evidentes porque conviven con una revolución de las tecnologías de la información y las comunicaciones que desafía a todo sistema político y social contemporáneo –a todos, aunque se observa cuáles las capitalizan–, y que impacta en Cuba como en todas partes, para bien y para mal.
“El gobierno de Estados Unidos interpretó muy tempranamente que el escenario digital abría una gran posibilidad para su objetivo estratégico del ‘cambio de régimen’ en nuestro país. No es tarea fácil mover a una sociedad hacia un entorno de convergencia mediática, sin recursos económicos, bloqueada, sin acceso a los datos de sus audiencias en las grandes plataformas y sometida a una guerra de información despiadada.
“Pocos han reparado en que la maquinaria de desinformación que hoy opera contra Rusia ya tuvo su polígono de pruebas en Cuba: boicots, censura, bloqueo de servicios digitales, fake news –o sea, mentiras–, acoso…”.
–¿Cómo valora el papel y la actitud de los periodistas durante la pandemia?
–Han muerto 24 compañeros en los últimos dos años por covid-19. La pandemia no distinguió entre Premios Nacionales de Periodismo, directores de medio, redactores, fotógrafos, camarógrafos, hombres y mujeres, jóvenes y veteranos. Más de 800 han padecido la enfermedad y sus secuelas. Muchos se contagiaron en el ejercicio de la profesión.
“Ha sido muy doloroso, pero como todo drama humano tiene sus héroes. Ninguna redacción cerró por la pandemia ni se dejó de cubrir la ‘zona roja’, donde trabajaron de voluntarios muchos estudiantes. Eso habla de gran responsabilidad profesional y de altruismo”.
–¿En las condiciones actuales de guerra mediática agudizada, complejidades socioeconómicas internas, reclamos de la población y otros demonios, cómo puede la prensa ser fiel a sí misma, al pueblo y a su tiempo histórico; tal como lo fue Patria hace 130 años?
–Lo dijo inmejorablemente Julio García Luis: “Nuestra prensa debe ser clasista a la vez que democrática; partidista a la vez que plural; ideológica a la vez que polémica”.
–¿Por qué luchar en el futuro?
–No tengo dudas de que la prensa revolucionaria cubana será la del socialismo, o no será.
–¿Tres palabras para un titular?
–¡Sí, cambios revolucionarios!
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