Ya sabíamos de su enfermedad, pero por aquellos días corría desbocadamente el comentario de que había fallecido en Cuba, tras ser operado. Sus opositores, felices de no tener atravesado a tan grande contrincante. Sus amigos, que eran muchísimos más que sus detractores, tristes hasta las entrañas y con la esperanza de que solo fuera una mentira malintencionada.
Todos los altares y espíritus con una luz por él. Los católicos lo encomendaban a la Santísma Trinidad; los cristianos, a Jesucristo; los santeros, a sus orishas y los ateos, a la ciencia y a la sabiduría de los médicos. Sinceramente, creíamos o nos aferrábamos a la idea de la sanidad porque un hombre como él, “el mejor amigo de Cuba”, como Fidel lo bautizara, merecía esa gracia, el milagro de la vida.
Venezuela preparaba la celebración del bicentenario de su independencia, mas con aquella angustia acechante, que algunos por conveniencia política amplificaban. Hasta que unas fotos y videos tomadas por un equipo de periodistas cubanos, nos devolvieron la alegría. ¡Chávez estaba vivo! Esa fue la portada del día 4 de julio de 2011 en los principales periódicos y medios de comunicación de todo el orbe.
Junto a las instantáneas, experiencias muy profundas de uno de los fotorreporteros allí presentes y quien en varias ocasiones captó en su lente el perfil inconfundible de Hugo Rafael Chávez Frías. Él, que lo había fotografiado en su primera visita a Cuba, luego en el 2000 en el lobby del Hotel Presidente de México, después en el acto por el primer aniversario del Alba en la Plaza de la Revolución, más tarde en Mar del Plata, asimismo en Santa Clara, en el Palacio de las Convenciones y otras ocasiones; ahora lo volvía a eternizar en su cámara y en su memoria, pero sería la última vez.
Llegó el día en que me dijeron: "Prepara viaje", pero sin decirme adónde. Aquel misterio y tu presencia en Cuba para operarte por primera vez, me hizo pensar de inmediato que mi viaje tendría alguna relación contigo. Y así fue. Era para acompañarte de regreso a tu Patria y que participaras en los actos conmemorativos por el aniversario 200 de la Liberación de Venezuela, con apenas cinco días de haber sido intervenido quirúrgicamente.
Recuerdo tu llegada al Aeropuerto acompañado de Raúl. Cuando bajaste con dificultad del auto, cuando extendiste tu mano para saludar al equipo de prensa; entre ellos, Omar de La Cruz, Gladys Rubio y yo. Fue la primera vez que intercambiamos un saludo en el que jocosamente le dijiste a Raúl que yo estaba gordo. No dudo que ambos me sacaron los colores en aquella media noche de tu silencioso regreso a la Patria de Bolívar.
En aquel entonces, tus fotos recorrerían el mundo. Todavía yo no tenía plena conciencia de lo que estaba haciendo. Al subir, nos diste las intrusiones precisas para lo que haríamos al llegar a Caracas, que sería a las 3 de la madrugada.
Ya en tu tierra, te sentí feliz y fuerte. Desde allí logré fotos que calaron hondo a mis amigos. En aquella oportunidad festejaste el triunfo de la Vino Tinto en el fútbol. Trabajé mis fotos, las miraste, se copiaron en CD y fueron puestas a disposición del mundo a las 7 de la mañana. Nadie sabía en Venezuela que Chávez estaba nuevamente en la Patria de Bolívar.
Al salir del aeropuerto de Maiquetía rumbo a Caracas, me sorprendió un amanecer tan bello como tu regreso, lo tengo aún conmigo, por esa suerte que tenemos los fotógrafos de llevar la historia a nuestra casa, sea de donde sea. No volví a verte, no volví a fotografiarte, aunque estuve siempre atento a tus noticias y a tu salud, contó el fotógrafo en un homenaje a Chávez, tras su fallecimiento.
Hoy, al evocarlo en el noveno aniversario de su adiós eterno cuenta nuevas anécdotas relacionadas con aquellas imágenes que le devolvieron la alegría a tantas personas. Como el detalle de que después de la cobertura periodística en el aeropuerto, Chávez los invitó a desayunar junto con él. Una pequeña arepita de pollo y una taza de café con leche, que según les comentó el propio mandatario, era su desayuno preferido. Una comida que no satisfizo la demanda de su estómago, pero sí le ayudó a descubrir la sencillez y bondad de aquel hombre hasta para comer.
Otro momento muy especial, cuando les preguntó si alguno había estado allí, en la sede del gobierno bolivariano, y él se sintió en confianza para contarle que sí, que había estado preso unas horas cuando la Cumbre de Islas Margaritas en 1997, por fotografiar el Palacio de Miraflores sin llevar consigo la credencial. ¡Cosas de la vida! Nunca había viajado a Venezuela durante el mandato chavista y ahora estaba justo muy cerca de su presidente. El mismo país, el mismo lugar donde estuvo retenido, pero sin duda, otro líder.
O cuando descubrió entre las ráfagas de instantáneas, una muy expresiva, de sus ojos, que logró no-sabe-cómo, porque además de que era plena madrugada y había mucha oscuridad en el lugar del recibimiento, como de costumbre, él no traía consigo el flash fotográfico. Cuenta que aprovechó el destello momentáneo de luz proyectado por el camarógrafo de televisión, y así salió esa fotografía que fue llevada a línea y serigrafiada en vallas, textiles y múltiples objetos por todo el mundo.
Aquel día antes de las elecciones en que se le vio bajo la lluvia defendiendo la unidad de su Revolución, el fotorreportero lamentó, profundamente, no estar a su lado y captar en su lente una vez más la imagen de aquel grande de la unidad latinoamericana, pero como todos los que bien le queremos y admiramos, desde entonces y luego de su paso a la inmensidad de la existencia, se refugia en aquellas y otras instantáneas y anécdotas, que por la energía que Chávez inspira, incluso desde otra dimensión, nos hacen sentirlo cerca, vivo y para siempre “el mejor amigo de Cuba”.