Por Luis Manuel Arce Isaac
Corresponsal jefe de Prensa Latina en México
Lo preocupante es que la campaña crece acompañada de un momento
militar que no puede ser peor. Las fuerzas rusas realizan desde sus dos
bases naval y aérea en la costa siria los mayores ejercicios militares
que se recuerden en las aguas del Mediterráneo y probaron con éxito
nuevas armas disuasivas, en respuesta a las amenazas de la OTAN.
En Washington el presidente Biden convocó una reunión de su Consejo
de Seguridad Nacional en medio de una intensificación de su campaña
sobre el presumible ataque de Moscú a Ucrania.
El canciller ruso, Serguei Lavrov, calificó todo este despliegue
noticioso de Occidente sobre la “guerra fantasma” contra Ucrania de
terrorismo informativo.
Los líderes de las regiones separatistas de Donietsk y Lugansk, en el
este de Ucrania, ejecutan una movilización general, con la activación
militar total de sus efectivos y la transformación de la economía, tras
la evidencia de amenaza inmediata de una agresión de las fuerzas
ucranianas que ordenaría el presidente Volodimir Zelensky y que provocó
ya una masiva evacuación de sus habitantes a Rusia.
Esa situación llevó a advertir al ministro de Defensa bielorruso
Víktor Jrenin que hay un olor muy fuerte a pólvora en la región y que
Europa se ve empujada a la guerra, motivos por los cuales Rusia y
Bielorrusia deciden prolongar los simulacros conjuntos debido a la
escalada del conflicto en Donbass.
DUDAS RAZONABLES
La invasión a Ucrania, pronosticada por el jefe de la Casa Blanca, no
se dio el 16 de febrero como sugerían, según él, los informes de su
equipo de inteligencia, y la pospone ahora para las próximas semanas o
días, sin fecha ni hora fija como la vez anterior.
Con eso pone en duda la credibilidad de su aparato de espionaje y la
identificación de sus socios de la OTAN con la estrategia que está
siguiendo, o con el desarrollo de una guerra.
Mentir así no es nada novedoso en la Casa Blanca. Pasó hace
muchísimos años con la autovoladura del vapor Maine en Cuba para
intentar apoderarse de esa isla del Caribe entonces en manos de los
españoles.
Pero más recientemente en Vietnam con los famosos acontecimientos del
Golfo de Tonkín inventados por Lyndon B. Johnson en 1965 para
invadirlo.
O en Iraq con las supuestas armas de destrucción masiva de Saddam
Hussein que nunca aparecieron, para justificar la invasión, la matanza
de decenas de miles de iraquíes civiles, dejar en ruinas a Irak y todo
su patrimonio cultural y arquitectónico, entre los más valioso del
mundo, ocupar ese país y robarle el petróleo.
Por cierto, el Center for Public Integrity documentó posteriormente
que el gobierno del presidente George W. Bush hizo un total de 935
declaraciones falsas entre 2001 y 2003 sobre la supuesta amenaza de Iraq
a Estados Unidos. Desconozco si las de Biden sobre la invasión rusa a
Ucrania alguien las está contabilizando.
EL QUID DEL PROBLEMA
El intríngulis del asunto saldrá a flote en cualquier momento y se
conocerán hasta la Z los apuros de Biden para salir del hueco en el cual
se metió por sus errores políticos internos y voluntad propia, y no
empujado solamente por los fracasos de su gobierno ni las presiones de
sus adversarios trumpistas.
Será por su infeliz respuesta a exigencias del establishment de
liderar los cambios que enterraron para siempre al unilateralismo que
norteamericanizaría al mundo y el temor a un retroceso en el hegemonismo
surgido a partir del Plan Marshall para el cual es evidente que no
estaban preparados ni material ni espiritualmente.
Aquí está el quid del problema y quizás la razón más profunda de lo
que sucede en Ucrania que está siendo tomada por Estados Unidos para
intentar doblegar a Rusia en sus demandas relacionadas con los
compromisos de la OTAN en la década de los 90 tras la caída de la Unión
Soviética, de no extenderse hacia el este, violados abiertamente, y
debilitar la alianza de China y Rusia.
HECHOS MUY PARECIDOS A YALTA
La idea puesta en práctica en la cumbre de Yalta en 1945 al final del
nazismo, tras una reunión privada entre Roosevelt y Churchill en La
Valeta, capital de Malta, de intentar que Stalin hiciera lo que ellos
querían resucita ahora entre Biden y algunos líderes de la OTAN para
obligar a Putin a actuar como les conviene y, desgraciadamente, lo que
parece interesarles es la guerra con todos los riesgos que ello entraña.
Es probable que las discrepancias internas -que algún día se
conocerán- en la Unión Europea y en la OTAN frente a tales ideas, hayan
retrasado una especie de Westerplatte en Ucrania, mientras Washington
incrementa las presiones sobre el Kremiln y crea condiciones para que el
gobierno de Kiev del presidente Zelenski les haga el juego, aun cuando
niegue tres veces que Rusia atacará, esperanzado en que Estados Unidos
le ayude a cumplir su objetivo de controlar la región de Donbass e
integrarse a la alianza atlántica.
SIN EVIDENCIAS UNIDAD PROCLAMADA POR EEUU
Hay dudas de que Biden haya logrado unidad en todo esto o que fue una
panacea la videollamada del viernes 18 de febrero con el canciller
alemán Sholtz, el premier canadiense Justin Trudeau, los mandatarios de
Francia, Emmanuel Macron, Italia, Mario Draghi y el jefe de gobierno de
Reino Unido, Boris Johnson, representantes de la Comisión Europea y su
Consejo.
Llama la atención que los únicos quienes se aventuraron a replicar el
anuncio de que Rusia atacaría a Ucrania, formulado por Biden en
conferencia de prensa premeditadamente convocada poco después de la
videollamada, fueron su secretario de Estado Antony Blinken y el jefe
otanista, Jens Stoltenberg, lo cual podría interpretarse como la
existencia de una crisis en el flanco Oriental de la alianza castrense y
en sus pretensiones de liderazgo en Europa.
Hay un artículo muy ilustrativo de esta situación recientemente
escrito por Jack F. Matlock, exembajador de Estados Unidos en Moscú
(1987-1991), quien calificó de farsa la campaña desatada contra Rusia y
sus presuntos planes de invadir Ucrania.
Advierte que estamos asistiendo a una elaborada farsa, groseramente
magnificada por destacados medios de comunicación estadounidenses, para
servir a un fin político interno.
Lo que el presidente Vladímir Putin, exige, el fin de la expansión
hacia el este de la OTAN y la creación de una estructura de seguridad en
Europa que garantice la seguridad de Rusia junto con la de los demás,
es eminentemente razonable, señala el ex diplomático.
Matlock deja bien claras las aguas: Putin nunca amenazó con
reabsorber a los países bálticos ni con reclamar ninguno de sus
territorios. Si la OTAN no se hubiera expandido hacia el este tras el
final de la guerra fría, o si la expansión se hubiera producido en
armonía con la construcción de una estructura de seguridad en Europa que
incluyera a Rusia, esta crisis no existiría.
Son muy importantes en este contexto las recientes declaraciones de
Willy Wimmer, exsecretario de Estado del Ministerio de Defensa de
Alemania (1985-92), quien alertó que la expansión de la OTAN hacia el
este de Europa genera una justificada sensación de amenaza en Rusia,
debido a que contraviene las promesas hechas por la propia alianza.
Vamos por muy mal camino, advirtió al comentar la reciente
publicación por la revista Der Spiegel de un documento desclasificado
que confirma que la OTAN incumplió la promesa que hizo a Moscú en 1991
de no expandirse hacia el este.
Recordó que ya en 1989 expuso al entonces canciller de Alemania
Herman Kohl su postura sobre la participación de las fuerzas de la
Bundeswehr en la OTAN y su presencia en Europa, «los puntos que entraron
en su totalidad en los acuerdos sobre la reunificación» alemana.
EL PLAN DE BIDEN NO SE HA DETENIDO
A partir de esa realidad inexcusable se entienden claramente ciertos
antecedentes hasta ahora un poco oscuros, como el ocultamiento por parte
de Estados Unidos de la respuesta al porqué Washington comenzó a
retirarse de los tratados de control de armas que habían atemperado una
irracional y peligrosa carrera armamentística, básicos para poner fin a
la guerra fría, como el de Misiles Antibalísticos (Tratado ABM)?
También se entiende la resistencia de Zelenski de no querer sentarse a
negociar los acuerdos de Minsk como le pide insistentemente Putin para
terminar el conflicto interno, y que en los cuadernos de negociaciones
de la Casa Blanca y el Pentágono ni siquiera aparezca el nombre de esa
ciudad, capital de Bielorrusia, como una alternativa para desescalar el
conflicto casi de forma inmediata.
El plan de Biden no se ha detenido, ni parece que lo vaya a hacer a
pesar de todas las sospechas expresadas por Matlock y otros muchos
analistas.
La evacuación de civiles del este ucraniano a Rusia es consecuencia
directa del terror mediático con el que Biden se revela como gran
goebbeliano, y no de una tozudez del Kremlin como le achaca el propio
presidente de Estados Unidos.
Es resultado específico de la gravedad y el alto temor que generan
sus declaraciones y las amenazas de “severas respuestas” si Moscú
invade, repetidas ahora como papagayo por la vicepresidenta Kamala
Harris, quien amenazó con una respuesta “rápida, severa y dura”.
Dichas declaraciones son recreadas en un entorno belicoso
preconcebido para intentar revestirlas de credibilidad, como hicieron en
Iraq. Unido a eso, y para poner al desnudo el juego de Zelenski, el
ejército ucraniano bombardea la región e incluso territorio ruso, bajo
el argumento estadounidense de la presunta invasión.
Al mismo tiempo, como en las películas de Hollywood en su clímax, una
conversación telefónica del jefe del Pentágono Lloyd Austin con el
titular de Defensa de Rusia, Serguéi Shoigú, es enfocada mentirosamente
como un frustrado intento diplomático de la Casa Blanca de evitar la
guerra.
DIFERENCIAS ENTRE BIDEN Y GOEBBELS
Hay una diferencia importante entre el sentido de las mentiras de
Biden y las que elaboró Goebbels para Hitler en 1939, y es que, mientras
Alemania estaba entonces convencida de su fuerza cuando preparó el
golpe de mano que le permitiría tomar la Westerplatte polaca y sus
cálculos de victoria los estimaba muy reales, en el caso actual de
Estados Unidos ningún general, por muchas estrellas que tenga en sus
hombros, pensaría lo mismo.
No se trata solamente de la medición matemática que indica una
superioridad militar de la OTAN y sus aliados 80-20 sobre la de Rusia,
sino que en esta ocasión hay una espoleta atómica inexistente en 1939
que puede accionarse automáticamente, y una depresión económica
potencialmente más severa que la del crack bancario de 1929 o la
inmobiliaria de 2008 que puso al mundo de cabeza.
Ambas, además, transcurrieron sin pandemias y sin la crisis del
espíritu como ahora, de una sociedad peligrosamente dividida y
distanciada de su presidente, la cual permite que un golpista que
provocó muertes y daños esté libre y, aunque rompió el orden
institucional, aspire a regresar a la Casa Blanca como presidente
electo. Algo anda muy mal en ese país.
rmh/lma