Editorial: La razón es nuestro escudo
Tras duros meses de pandemia, de impactante crisis económica mundial, de recrudecido y sostenido bloqueo -que han golpeado ostensiblemente a nuestro pueblo-, Cuba comienza a reanimar su vida social, los espacios y servicios públicos, las escuelas, el turismo y otros sectores de la economía.
Somos ya el país de las Américas con el más alto porcentaje de la población con al menos una dosis administrada de las vacunas contra la COVID-19, el de mayor velocidad de vacunación diaria en el mundo y el único que ha podido desarrollar una campaña masiva en los niños desde los dos años de edad; todo ello ha sido posible por la capacidad del país de producir sus propias vacunas, como fruto de la política científica trazada e impulsada por Fidel y el talento de hombres y mujeres forjados por la Revolución.
Nos vamos levantando con nuestras propias fuerzas, con el espíritu indoblegable, la dignidad y la capacidad de resistencia de nuestro pueblo, con la serena y firme conducción de la dirección del país, con el espíritu de victoria y la creatividad que se ha cultivado en medio de tantos años de duras batallas.
Quienes han apostado al fracaso del Socialismo en Cuba y vieron en el 11 de julio el golpe definitivo a la Revolución, andan frustrados y apurados en sus planes. Pretenden impedir toda posibilidad de bienestar, desarrollo individual y colectivo, tranquilidad ciudadana y paz en nuestra Patria.
Promueven por ello diversas acciones desestabilizadoras en el país, para provocar el incidente que desemboque en el estallido social que propicie la anhelada intervención militar, la cual piden vociferantes en Miami y hasta frente a la misma Casa Blanca.
Ni 62 años de bloqueo ni sus 243 medidas adicionales han podido ni podrán derribarnos, por eso el intento reiterado de “golpe suave”. Es parte de la guerra no convencional que nos aplican con intensidad. Golpear sobre el golpe.
En el Informe Central al 8vo. Congreso del Partido, el General de Ejército Raúl Castro Ruz alertaba:
“Se ha redoblado el programa de subversión e influencia ideológica y cultural dirigido a desprestigiar el modelo socialista de desarrollo y presentándonos como única alternativa la restauración capitalista.
“El componente subversivo de la política estadounidense hacia Cuba se enfoca en el resquebrajamiento de la unidad nacional. En ese sentido, se da prioridad a las acciones dirigidas a los jóvenes, mujeres y académicos, al sector artístico e intelectual, los periodistas, deportistas, personas de la diversidad sexual y las religiones. Se manipulan asuntos de interés para grupos específicos vinculados con la protección de animales, el medio ambiente, o manifestaciones artísticas y culturales, todo ello dirigido a desconocer a las instituciones existentes.
“No han dejado de financiarse las acciones de agresión con el uso de las estaciones de radio y televisión asentadas en los Estados Unidos, al tiempo que crece el respaldo monetario para el desarrollo de plataformas de generación de contenidos ideológicos que llaman abiertamente a derrotar la Revolución, lanzan convocatorias para la realización de manifestaciones en espacios públicos, se incita a la ejecución de sabotajes y actos terroristas, incluyendo el asesinato de agentes del orden público y representantes del poder revolucionario. Sin el más mínimo pudor declaran las tarifas que se pagan desde los Estados Unidos a los ejecutores de estas acciones criminales.
“No olvidemos que el gobierno de los Estados Unidos creó el “Grupo de Trabajo de Internet para Cuba” que aspira a que las redes sociales se conviertan en canales de subversión, creación de redes inalámbricas fuera del control estatal y la realización de ataques cibernéticos a infraestructuras críticas.
[…]
“La mentira, la manipulación y la propagación de noticias falsas ya no conocen límite alguno. Mediante ellas se conforma y se divulga a los cuatro vientos una imagen virtual de Cuba como una sociedad moribunda y sin futuro, a punto de colapsar y dar paso al tan anhelado estallido social.”
Sectores de la contrarrevolución tradicional y nuevos personajes, educados en los cursos de liderazgo que financian fundaciones norteamericanas o el presupuesto federal de Estados Unidos, se han concertado para intentar cumplir tales propósitos. Carecen de base social en el país, pero sí están debidamente instruidos, financiados y apoyados desde el exterior.
El imperio pone dinero y expectativas en los anexionistas formados por ellos, quienes bajo la falsa bandera del pacifismo buscan provocar nuevos disturbios, generar caos e inducir la desestabilización del país.
En las últimas semanas, hicieron públicas sus intenciones de realizar en noviembre una marcha, supuestamente pacífica, concebida para ocurrir simultáneamente en varias ciudades del país. Sus propósitos declarados y su esquema organizativo develan una provocación articulada como parte de la estrategia de “cambio de régimen” para Cuba, ensayada antes en otros países.
Escogen fechas con determinado simbolismo... Pero esta vez parece que también quisieron exhibir su talla de anexionistas. ¿Querían celebrarle el cumpleaños al presidente Biden con un ataque a la Revolución que tanto ha molestado a las administraciones imperiales desde hace 62 años? Se quedaron con las ganas.
Uno de sus promotores ha sido formado en cursos auspiciados por la fundación derechista argentina CADAL, universidades estadounidenses y tanques pensantes como el Fondo Carniege para la Paz Internacional (dirigido hasta hace poco por el actual director de la CIA, William J. Burns). Entre los temas de su adoctrinamiento han estado la formación de líderes, confrontación contra las estructuras de gobierno, las dinámicas de movilización, y el papel de las Fuerzas Armadas en la “transición democrática”.
El pasado 11 de julio fue el organizador de un intento de toma del ICRT, cumpliendo la instrucción 167 del Taller de Acción no Violenta que indica: “Ataques” no violentos: invasiones: se comienza con una marcha y se toma posesión pacífica de un lugar o un inmueble.
Más recientemente se ha sumado a un proyecto subversivo con ropaje académico, en el que comparte asiento en su Consejo Deliberativo con el terrorista Orlando Gutiérrez Boronat.
Le acompañan entre los convocantes a la manifestación de noviembre, cabecillas contrarrevolucionarios del llamado Consejo para la Transición Democrática de Cuba, una plataforma que se articula en función del golpe anticonstitucional en el país, y quienes han reconocido abiertamente recibir financiamiento de la National Endowment for Democracy (NED), una tapadera del gobierno estadounidense.
Apenas se anunció por sus organizadores, la marcha recibió apoyo público y notorio de legisladores estadounidenses, operadores políticos de la mafia anticubana y medios de comunicación que alientan acciones contra la Revolución.
Tuits, declaraciones, Asambleas de la Resistencia y otras frenéticas acciones llenan estos días de Miami, como si la manifestación fuera a desarrollarse en esa ciudad. Cambio de régimen, derrocamiento del gobierno e intervención militar vuelve a ser la narrativa imperante en el sur de la Florida.
Entre los más fervientes partidarios de la provocación están los congresistas Marco Rubio, Mario Díaz-Balart y María Elvira Salazar; el terrorista reconvertido Gutiérrez Boronat (quien ha declarado su apoyo a esta acción “para derrocar al régimen”), la Fundación Nacional Cubano Americana y la recua mercenaria de la Brigada 2506, cuyo presidente de turno declaró en Miami que “Con estos pasos se fomentará una explosión dentro de Cuba para que de nuevo nuestros hermanos tomen las calles y esto nos lleve al derrumbe de un régimen...”
Como denunció el medio estadounidense MintPressNews, muchos de los operadores de la campaña en redes sociales digitales en apoyo a la manifestación son residentes en la Florida y otros estados norteamericanos. “La participación de ciudadanos extranjeros en los asuntos internos de Cuba está en un nivel que difícilmente se pueda concebir en los Estados Unidos”, dice la publicación.
El involucramiento directo del gobierno de los Estados Unidos en la farsa contrarrevolucionaria es también explícito y provocador. No se ha tomado el cuidado de ocultarlo y nadie puede hacerlo con honestidad. Altos funcionarios gubernamentales participan directamente en su promoción y, con el apoyo de los servicios especiales, en su organización. Instrumento importante, aunque no el único, es la embajada estadounidense en Cuba, cuyas declaraciones públicas suelen incluir intromisiones flagrantes en los asuntos internos de la nación.
Esa oficina, fruto de los acuerdos bilaterales suscritos en 2015 para formalizar relaciones diplomáticas entre los dos países, no cumple desde hace años oficio diplomático alguno. Ni siquiera sirve para la prestación de servicios migratorios y consulares que reclaman y de los que dependen los ciudadanos de ambos países.
Sus funcionarios, incluyendo el Encargado de Negocios, se ven obligados al indigno papel de niñeros de los exponentes contrarrevolucionarios y provocadores en nuestro país, con la tarea ingrata de caerles atrás, proveerles respaldo logístico y material, así como consejos y orientaciones. Todo es conocido y está documentado. La propia actividad en las redes digitales de la embajada facilita evidencias de lo que va ocurriendo y a qué se dedica la contrarrevolución.
Ese comportamiento está en total contravención del Derecho Internacional y en particular de la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas.
Con tales patrocinadores y declarados propósitos, es muy difícil presumir de civismo y pacifismo en la acción convocada para noviembre. Mucho menos de intenciones legítimas y soberanas.
Lo que está en juego aquí, y a nadie debe caberle dudas, es el derecho de Cuba a defenderse de la agresión extranjera, con independencia del disfraz que esta tome.
Los organizadores intentan arroparse en la Constitución para legitimar la provocación. Usan preceptos constitucionales para defender estrategias anticonstitucionales. Aducen el derecho a la manifestación expresado en la Carta Magna, pero olvidan aviesamente que esa propia Constitución, en su Artículo 45, señala que los derechos de las personas están limitados, entre otros, por el respeto a esta norma suprema: “El ejercicio de los derechos de las personas solo está limitado por los derechos de los demás, la seguridad colectiva, el bienestar general, el respeto al orden público, a la Constitución y a las leyes”.
Esa Carta Magna, aprobada en referendo hace apenas tres años por el 86.85 % de los votantes, define claramente en su Artículo 4 que: “El sistema socialista que refrenda esta Constitución, es irrevocable”. Y en su artículo 229 también establece que “En ningún caso resultan reformables los pronunciamientos sobre la irrevocabilidad del sistema socialista establecido en el Artículo 4, y la prohibición de negociar bajo las circunstancias previstas en el inciso a) del Artículo 16”.
Está claro que ni ahora ni en el futuro el derecho a la manifestación puede utilizarse para subvertir el sistema político, para derrocar el proyecto socialista cubano o para establecer alianzas con grupos y organizaciones que reciben financiamiento exterior con el objetivo de promover los intereses del gobierno de los Estados Unidos y otras potencias extranjeras.
No existe en nuestro país el derecho a obrar a favor de los intereses de una potencia extranjera y a poner en riesgo la estabilidad ciudadana. Es anticonstitucional, ilegítimo, inmoral, adscribirse a un proyecto anexionista. Lo dicen nuestras leyes y lo dice nuestra historia.
Así lo advirtió nuestro Héroe Nacional José Martí: “Sobre nuestra tierra hay otro plan más tenebroso que lo que hasta ahora conocemos, y es el inicuo de forzar a la Isla, de precipitarla a la guerra para tener pretexto de intervenir en ella, y con el crédito de mediador y de garantizador, quedarse con ella. (…) ¿Morir, para dar pie en qué levantarse a estas gentes que nos empujan a la muerte para su beneficio? Valen más nuestras vidas, y es necesario que la Isla sepa a tiempo esto. ¡Y hay cubanos, cubanos, que sirven, con alardes disimulados de patriotismo, estos intereses!”
Basta de mentiras y manipulaciones groseras de los hechos. Nadie va a ser aplastado por tanques en las calles como han difundido los voceros de la próxima provocación. El ejercicio Moncada es parte de los entrenamientos que hacemos constantemente en la preparación para la defensa. Ante provocaciones como esta, nos asiste el más legítimo acto en defensa del pueblo y de sus conquistas.
La dignidad, la resistencia y la unidad son nuestras fuerzas más poderosas frente a la deshonrosa y canalla acción anexionista que sirve al enemigo histórico de la nación cubana en su plan de fracturarnos y dividirnos para vencernos.
No han podido y no podrán. La razón es nuestro escudo.
(Tomado de Granma)
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