Carta urgente al presidente Biden @POTUS @JoeBiden
Estimado presidente Biden: Hace 17 años yo era un soldado USA y fui enviado a Irak, a la guerra. En noviembre de 2004 participé en la batalla de Fallujah. Han pasado más de tres lustros, pero recuerdo como si fuera hoy las bombas, las explosiones, la sangre y la muerte.
Entre humo y metralla yo, cubanoamericano, médico de combate al servicio de mi país adoptivo, socorrí a soldados estadounidenses heridos y le cerré los ojos a jóvenes marines muertos. Creo que lo que he hecho, lo que he vivido, me da algún derecho a escribirle, a abrir mi corazón, incluso a suplicarle.
Hoy sigo sirviendo a los Estados Unidos. Pero mi misión por estos días no pasa por la guerra sino por paz. Soy maestro de español en un preuniversitario de Seattle, Washington. Durante los últimos años, muchos de mis alumnos han visitado Cuba conmigo. Ver a esos jóvenes norteamericanos compartir, cantar y reír junto con jóvenes cubanos, es el presente más grande que pudiera recibir alguien como yo; hijo de Cuba y de los Estados Unidos.
Sí, señor presidente. Cuba y los Estados Unidos son como mi madre y mi padre. Nací y me crié en Cuba. En aquella Isla conocí el primer amor. Años después, en los Estados Unidos, fundé una familia. Aquí logré realizar mis más caros sueños. Mi vida, como la de tantos cubanoamericanos e inmigrantes, gira y se nutre de la tierra que me vio nacer y de la que me acogió como un hijo. No hay contradicción en tener dos patrias y desear lo mejor para ambas.
Por eso, en octubre 2020, en medio de la campaña presidencial, le enviamos una petición. En aquel momento, le solicitábamos a usted que, al llegar a la Casa Blanca, derogara las sanciones que pesan sobre el pueblo cubano. Nos motivaba la fe y la esperanza. Usted prometió que levantaría las medidas anti familia impuestas por Trump; por eso le dimos todo nuestro apoyo a su candidatura.
Durante la presidencia de Donald Trump, las sanciones económicas contra el pueblo cubano se recrudecieron. En medio de la pandemia de COVID-19, Trump limitó y prohibió los envíos de remesas familiares a Cuba. Además, persiguió a los barcos de combustibles que abastecían la Isla.
Era como si viviésemos en una realidad alternativa macabra. Mientras el coronavirus dejaba una estela de dolor y muerte en Estados Unidos y el mundo, Trump se empeñaba en cortarle la luz a los hogares y a los hospitales en la Isla. Mientras el planeta clamaba por solidaridad y cooperación, el presidente de Estados Unidos perseguía a las brigadas médicas cubanas. Mientras la humanidad trataba de encontrar un respiro, Trump asfixiaba al pueblo de Cuba.
Presidente: Sabemos de las prioridades y retos que usted enfrenta al asumir la presidencia. Con humildad y respeto creemos que una de esas prioridades debe ser modificar la brutal y obsoleta política de los Estados Unidos hacia el pueblo cubano. Las restricciones actuales castigan a estadounidenses, cubanoamericanos, cubanos y gente de todo el mundo. En tiempos de pandemia, las consideraciones políticas deben de ceder a las consideraciones humanas.
Estimado presidente: Hace años, en la guerra yo socorrí a jóvenes soldados que pudieran haber sido hijos suyos o míos. Vi morir a compañeros de armas que eran como hermanos. Sostuve la mano del caído. Elevé una oración a Dios y cerré los ojos del que había muerto. Me asiste el derecho presidente Biden, tengo derecho a pedirle, a implorarle: ¡Ayude a mis hermanos y hermanas en la Isla! ¡Levante las sanciones que pesan sobre el pueblo cubano! ¡Por el amor de Dios! ¡Derribe esos muros y construya puentes! ¡Puentes de amor!
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