Los adversarios de la Revolución Cubana han acudido a todo su arsenal, desde la guerra de la semiótica, para destruir cada uno de los símbolos más venerables para los cubanos
Desde hace mucho tiempo, los grandes medios periodísticos de EE. UU. y de sus aliados, en sus ataques contra Cuba, acuñan «palabras» muy sutiles, surgidas de verdaderos laboratorios o tanques pensantes, que han sido divulgadas y aceptadas como ciertas en todo el mundo.
Por ejemplo, en los comentarios e informaciones sobre nuestro país, que casi siempre son negativos, cuando se refieren al Gobierno cubano utilizan el vocablo «régimen», el «régimen castrista», o «dictadura», para injuriar y restarle legitimidad a la Revolución.
Sucede, igualmente, con el calificativo de prensa «oficialista» o «única», cuando se aluden a nuestros medios, en tanto le endosan el sello de «independientes» a sus representantes asalariados en la Mayor de las Antillas.
Incluso, cuando se trata de connotados terroristas, los señala como «activistas» o «combatientes por la libertad»; y ante cualquier violación de la legislación cubana, llegan al cinismo de llamarlos «disidentes» reprimidos por la «policía política» del «régimen totalitario».
Lo más inaudito ocurrió con el connotado asesino Luis Posada Carriles, autor intelectual de la voladura de un avión de Cubana de Aviación, en pleno vuelo, y de otros atentados terroristas, como el intento de magnicidio contra el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, en Panamá.
Durante los años en que este personaje se paseaba con toda impunidad por las calles de Miami, fue exaltado como «el militante anticastrista» y «combatiente por la libertad».
No escapa el Partido Comunista de Cuba, «el único», como si en EE. UU. el partido Demócrata o el Republicano no respondieran a una misma plataforma ideológica y política, defensores de una única línea de acción: el capitalismo.
Esas fórmulas lingüísticas, cuidadosa e intencionalmente seleccionadas, también se reproducen hasta la saciedad en las redes sociales y en los autoproclamados medios alternativos, monitoreados por los servicios especiales estadounidenses, que mantienen una implacable guerra de desinformación sobre la realidad cubana.
Desde hace muchos años, Fidel alertó sobre este tipo de manipulación por parte del imperialismo yanqui. Comentó que las medidas económicas que el gobierno estadounidense aplicaba contra Cuba, eran un bloqueo, y no un «embargo».
En una visita del Comandante en Jefe al Distrito del Bronx, en Nueva York, se refirió otra vez al tema, y aclaró:
«Con relación a Cuba no hay solo embargo, el embargo es una palabra piadosa. Nosotros decimos bloqueo; pero lo que ha habido con relación a Cuba es realmente una guerra económica, una guerra política».
Cuando la Crisis de Octubre también los yanquis fabricaron otra palabrita, «cuarentena», para referirse al bloqueo naval que establecieron, alrededor de Cuba, las naves de guerra de ee. uu. en aquel peligroso conflicto.
Siempre pensé que aquella palabra era un error de traducción. Años después, cuando ellos desclasificaron algunos documentos sobre la compleja situación, salió a la luz que, en una reunión al más alto nivel militar, se descartó utilizar bloqueo naval, porque supuestamente ee. uu. no estaba en guerra contra Cuba. En cambio se ordenó emplear el término «cuarentena». El ejemplo nuevamente confirma cómo se preocupan con celo por las connotaciones de los términos y velan por el más mínimo detalle simbólico.
Otro concepto que se repite a diario es el cubano «de a pie», para referirse, según el criterio de estos tanques pensantes, al pueblo que hace colas y se encuentra en la miseria, con el avieso propósito de separarlo de sus dirigentes.
Y, por supuesto, no faltan los intentos de devaluar una consigna sagrada para los cubanos, la de Patria o Muerte, con las ilusiones de nuestros enemigos de debilitar a todo un pueblo.
Cada palabra está calculada por el régimen que nos ha sometido a la guerra más feroz, en todas sus variantes, y no encuentra cómo explicarse nuestra resistencia.
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