Hasta este domingo, más de 93 millones de personas ejercieron su derecho al voto anticipadamente, entre quienes lo hicieron en persona y por correo, lo que representa más del 68 % de los 136 millones de votantes contabilizados en los sufragios de 2016
Los más de 220 000 fallecidos por la pandemia y los disturbios raciales que en el año han dado pie a incendios, saqueos y enfrentamientos entre manifestantes reprimidos por agentes policiales, han caracterizado la vida de los estadounidenses hasta el preciso día de votar por su próximo presidente, sin un pronóstico de qué acontecerá en la nación después de este martes.
Hasta este domingo, más de 93 millones de personas ejercieron su derecho al voto anticipadamente, entre quienes lo hicieron en persona y por correo, lo que representa más del 68 % de los 136 millones de votantes contabilizados en los sufragios de 2016.
Según la publicación The Hill, la ruta que pudiera ofrecerle un margen de ventaja a Donald Trump sería la de aferrarse al voto de Florida y Pensilvania, dos estados decisivos en los que hasta ayer los sondeos señalaban a Joe Biden con un margen muy estrecho a su favor.
Los estadounidenses están ejerciendo su derecho al voto en una nación con casi nueve millones de contagiados con la COVID-19, que ha causado, hasta el momento, 228 185 muertes, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
En este contexto de la pandemia, la actual campaña electoral de Estados Unidos ha resultado ser la más costosa de su historia al alcanzar el nivel récord de 14 000 millones de dólares, destacó el pasado viernes la organización Center for Responsive Politics, encargada de contabilizar las donaciones y gastos políticos.
El nuevo monto, equivalente a una quinta parte de todo el presupuesto del Departamento de Educación de EE. UU., supera con creces los 6 600 millones de dólares gastados en la campaña electoral de 2016, en la que se enfrentaron el republicano Donald Trump y la demócrata Hillary Clinton.
En ese país, sin dinero los candidatos no pueden hacer campaña. Ningún aspirante a la presidencia puede financiarse la totalidad de sus gastos, ni siquiera los millonarios. El dinero lo ponen las empresas a cambio de que, una vez electos, ejerzan el poder en función de los intereses de quienes los financiaron, en vez de representar a sus electores.
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