En la recta final de la carrera por la Casa Blanca, los aspirantes continúan sus actos de campaña. El presidente Donald Trump, quien busca la relección, estuvo ayer en West Salem, Wisconsin.Foto Afp
Nueva York. A una semana de las elecciones del 3 de noviembre, la lucha de máscara contra sin máscara sobre el destino de esta democracia entra en la recta final con todos los indicadores apuntando hacia una derrota de Donald Trump, pero impera la incertidumbre ante la intención del presidente de provocar una crisis constitucional y política.
Ambos candidatos, el demócrata Joe Biden siempre llegando y saliendo con máscara; el presidente a propósito desenmascarado ignorando los protocolos sugeridos por sus propios expertos y con brotes contagiando su Casa Blanca, todo ilustrando que la pandemia ha contagiado esta batalla electoral.
Biden realizó dos actos en Georgia, donde reiteró su compromiso de actuar de inmediato y con base en el consenso científico y los expertos de salud para tomar control de la pandemia. Y como siempre, recordó que el uso de cubrebocas hubiera reducido el nivel de contagio y mortalidad en el país, y pidió a todos: pónganse sus máscaras, tal como hizo él al concluir.
Trump tenía actos programados en Michigan y Wisconsin, dos estados que fueron claves para su elección en 2016, pero donde ahora está perdiendo en las encuestas, y uno más en Nebraska. En el primero continuó con su estrategia hasta ahora aparentemente fallida de minimizar la pandemia, insistiendo en que sólo se están reportando más casos porque se están haciendo más exámenes. Repetidamente ha insistido en que las noticias cada vez peores sobre la pandemia son parte de una “conspiración de los medios de fake news”, y ayer siguió minimizando las dimensiones de la pandemia, y afirmó contra evidencia que ya se está superando; todo, por supuesto, sin máscara a la vista.
Pero le guste o no al presidente, la pandemia está al centro de este ciclo electoral con el manejo incompetente e irresponsable de la respuesta a la peor crisis de salud en un siglo y sus consecuencias económicas y sociales expuesto por todo el país. Ése sigue siendo su flanco político más vulnerable, y por lo tanto el enfoque del ataque demócrata. Y la pandemia parece estar del lado demócrata, al registrar los índices más altos de nuevos contagios diarios los pasados viernes y sábado, y con emergencias por falta de capacidad médica en varios estados republicanos como Texas y Utah.
Ambos candidatos ya están empleando sus mensajes finales para animar a sus bases y tratar de convencer a los pocos indecisos que quedan. Trump una y otra vez promete un retorno a la grandeza y advierte que si Biden gana la izquierda radical tomará el poder y convertirá al país en un caos socialista. Ayer declaró que la senadora Kamala Harris, candidata demócrata a la vicepresidencia, es una izquierdista que hace que Bernie Sanders se vea como un conservador serio, y que podría muy bien tomar el lugar de Biden si éste resulta incapacitado.
El mensaje en los discursos finales de Biden se centra en superar lo cultivado por Trump, reiterando: estoy en campaña para unir y curar a esta nación. Con referencias a fuerzas divinas, el Papa, el presidente Franklin Roosevelt y tocando sobre los temas del movimiento antirracista, dijo en Georgia que Dios y la historia nos han llamado a este momento y a esta misión. Con nuestras voces y nuestros votos, tenemos que liberarnos de las fuerzas oscuras, las fuerzas de la division y las fuerzas de ayer, para promover una nueva ola de justicia en Estados Unidos.
Mientras, el ex presidente Barack Obama continuó con los actos en apoyo de su ex vicepresidente en el estado clave de Florida.
Casi 70 millones de personas ya han emitido su voto en centros de votación anticipada y por correo, batiendo récords e indicando una tasa de participación electoral sin precedente en las últimas décadas. Los sufragios ya emitidos equivalen aproximadamente a la mitad del total de votos de 2016, a una semana de la elección, día en que tradicionalmente se registra la mayoría de los votos. La pandemia ha nutrido esta forma alternativa de votar, y con ello, ha creado dificultades para los que se dedican a pronosticar los resultados, y también para saber cuáles serán los estados claves.
Vale recordar que no hay voto directo para elegir presidente en Estados Unidos, y que el ganador del voto popular nacional no necesariamente es el victorioso en la contienda, como fue el caso de Trump en 2016 (Hillary Clinton recibió casi 3 millones de votos más que Trump). Por el sistema del Colegio Electoral, la contienda se determinará en unos cuantos estados claves.
Por eso, aunque los sondeos nacionales otorgan amplia ventaja a Biden, con más de 9 puntos en promedio, las tendencias en los estados claves son más importantes para descifrar la contienda, y aunque Biden goza de ventajas en muchos de ellos, son por un margen menor y a veces casi nulo.
Los estados considerados claves donde los expertos creen que se determinará el resultado final de la elección presidencial incluyen Pensilvania, Michigan, Wisconsin, Florida y tal vez Arizona (en todos estos, Biden tiene ventaja). Pero también cambia el mapa electoral si estados como Georgia y Texas, hasta ahora considerados republicanos, sorprenden y se vuelcan hacia los demócratas.
Y aunque los expertos en elecciones y encuestas concluyen que las posibilidades de un triunfo de Biden son muy altas (el modelo famoso de FiveThirtyEight que realiza 40 mil simulaciones, concluye que Biden gana en 88 de cada 100), el fantasma de 2016 sigue presente: Clinton gozaba de ventajas suficientes como para que casi todos los expertos pronosticaran su triunfo. Por eso, los opositores a Trump aún no se atreven a comprar la champaña.
Pero más que el voto mismo, la incertidumbre y hasta la alarma crecen cuando Trump repite que no reconocerá los resultados si pierde, ya que eso sólo sería posible por un fraude, y sigue rehusando garantizar una transición pacífica del poder.
Por primera vez en este país se habla de un posible golpe de Estado por el jefe del Estado, o sea, un autogolpe para mantenerse en el poder. Para evitar una crisis constitucional y política, los estrategas demócratas están tratando de impulsar una ola suficientemente grande que no permita disputar el resultado.
En tanto, decenas de organizaciones y ejércitos de abogados a lo largo del país se están preparando de manera inédita para enfrentar todo intento de descarrilar el proceso antes, durante y después de los comicios.
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