A solo tres días de los comicios es difícil pronosticar sus resultados por lo reñida que se ha presentado la campaña. No obstante, en la recta final se aprecian algunos indicadores que apuntan a una posible victoria demócrata, en un contexto de crisis agravada por el impacto de la pandemia de la COVID-19, que superó las 226 mil muertes en todo el país. A ello se le suma la recesión económica y las masivas protestas contra el racismo y la brutalidad policial que continúan siendo violentas.
Ante ese escenario, según el portal especializado Real Clear Politics, que promedia las encuestas a nivel nacional, el 53.4% de los estadounidenses desaprueba la gestión de Donald Trump como mandatario, que ha sido errática en el manejo de las crisis. En cuanto a la intención del voto señalan que el candidato demócrata debe ganar el voto popular al aventajar a su contendiente republicano por un promedio de 7.9 puntos (51.4% vs 43.5%). De igual forma indican que de los 270 votos del colegio electoral que se requieren para ganar las elecciones, Joe Biden tiene asegurado 216 votos electorales, Trump 125 y están en disputa los 197 restantes.
Otro de los indicadores a tener en cuenta es que Biden comenzó octubre con un nivel de fondos casi tres veces mayor que Trump, consolidando la ventaja del candidato demócrata en las últimas semanas de la campaña. Biden ha podido recaudar significativamente más dinero para su campaña que su contendiente republicano debido principalmente a los grandes contribuyentes.
Cuando restan solo tres días, más de 86 millones de estadounidenses han depositado su voto anticipado, que representa el 64% de todos los votos que se contabilizaron en 2016. La batalla electoral se concentra en los estados más competitivos y decisivos en estas elecciones. Teniendo en cuenta las encuestas y los millones de dólares en inversión publicitaria en televisión de los Partidos Demócrata y Republicano, las principales disputas son en Pensilvania, con 20 votos electorales y la Florida con 29. Según Real Clear Politics en esos dos estados Biden aventaja a Trump. En Pensilvania por 3.6 puntos (49.5% vs 45.9%) y en la Florida por solo 1.2 puntos (48.4% vs 47.2 %).
Varios estudios indican que si el mandatario no triunfa en la Florida perderá la reelección. Hacia allí han concentrado toda su maquinaria ambos partidos. Ya Trump emitió su voto anticipado en ese estado. Los equipos de campaña han tratado de asegurar los votos de la comunidad latina y en particular la cubanoamericana que ejerce cierta influencia en los resultados.
En ese contexto los dos candidatos han marcados sus posiciones con respecto a Cuba. Trump con un enfoque directamente confrontacional y agresivo, mientras Biden menos estridente. Ambos han mantenido la misma posición de atacar a la Revolución Cubana, que tradicionalmente asumen los candidatos tanto republicanos como demócratas en los últimas seis décadas, sobre todo cuando hacen campaña en Miami.
Se debe tener en cuenta que la política de Trump ha sido de crueldad y un odio extremo que ha dañado profundamente los vínculos entre ambos pueblos, especialmente los lazos familiares. En los últimos dos años han aplicado más de 130 medidas para tratar de estrangular la economía cubana. Recientemente aseguró que “la libertad de Cuba va a ser uno de sus grandes triunfos”.
El candidato demócrata por su parte ha tratado de distanciarse de las posiciones extremas de Trump, aunque mantuvo la misma retórica fracasada en materia de los derechos humanos al señalar que la isla “no está más cerca de la libertad y la democracia que hace cuatro años”. No obstante, señaló que “necesitamos una nueva política hacia Cuba”, que indica un posible retorno a la política de acercamiento implementada por el presidente Barack Obama (2009-2017) en sus dos últimos años de mandato, en el cual Biden se desempeñaba como su vicepresidente.
Obama se sumó a la campaña por Biden en Miami. Hace una semana en un mitin en la Universidad Internacional de Florida desmintió los ataques de Trump de que su oponente es “socialista” y “comunista”, al señalar que “Biden no es un socialista” y “promoverá los derechos humanos en Cuba y en el mundo”. En una posición similar se pronunció la candidata demócrata a la Vicepresidencia, Kamala Harris, quien aseguró que si Biden y ella llegan a la Casa Blanca “darán marcha atrás a las políticas fallidas” que Trump ha impuesto sobre la isla, y que “también exigirá la liberación de los presos políticos y hará de los derechos humanos una pieza central en la relación diplomática”.
En el discurso político entre ambos candidatos estamos frente a dos posiciones que tácticamente se presentan distintas, pero que estratégicamente persiguen el mismo objetivo geopolítico: la reconquista y recolonización de su codiciada “fruta madura”, y por consiguiente el derrocamiento de la Revolución Cubana. La historia no puede ser olvidada.
En medio de esos escenarios se han desarrollado las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, los cuales nunca han sido normales ni en igualdad de condiciones. De 1959 al 2020 han ocupado la Casa Blanca 12 presidentes norteamericanos: Eisenhower, Kennedy, Johnson, Nixon, Ford, Carter, Reagan, H. Bush, Clinton, W. Bush, Obama y Trump. Todos sus gobiernos sin excepción intentaron “un cambio de régimen” en Cuba y emplearon las más diversas tácticas para conseguir sus propósitos.
Se debe tener en cuenta que durante más de dos siglos los diferentes gobiernos estadounidenses han aplicado hacia la Isla todos los instrumentos de su poderío nacional, desde los más agresivos hasta los más sutiles: intentos de compra y anexión; intervención armada y ocupación militar; imposición de un apéndice de la Constitución; usurpación de su territorio e instalación de una base militar permanente; establecimiento de regímenes dictatoriales; realización de acciones de sabotajes; introducción de plagas y enfermedades; organización de atentados contra sus principales dirigentes; múltiples acciones terroristas con un saldo de miles de víctimas mortales e incapacitados; aislamiento político internacional y regional; ruptura de las relaciones diplomáticas; creación y apoyo a bandas armadas; transmisiones radiales y televisivas ilegales; ejecución de programas subversivos financiados con millones de dólares, los que invierten en la actualidad en las redes sociales de internet para sembrar el odio y la división entre los cubanos.
Una de las acciones más hostiles lo constituye la aplicación del bloqueo económico, comercial y financiero durante casi 60 años de forma ininterrumpida, que en la actualidad se ha recrudecido de forma extrema en medio de la pandemia de la COVID-19. El bloqueo daña directamente el bienestar de las familias cubanas y constituye el principal obstáculo para avanzar en las relaciones entre ambos países, que transitan hoy por un retroceso total.
Es probable que en futuro algún gobierno estadounidense esté dispuesto a retomar el complejo proceso hacia la normalización de los vínculos bilaterales, de forma respetuosa y civilizada con Cuba, sin intromisiones ni condicionamientos. Pero la realidad es que estamos hoy frente a un verdadero escenario de guerra económica, ideológica, psicológica y cultural del gobierno de Estados Unidos.
Resulta importante recordar que precisamente a partir de conflictos de intereses por detentar el poder de toda la Unión, quedaron conformados los dos principales partidos políticos que dominarían la política estadounidense desde la década de 1860, en la cual desde 1852 hasta la actualidad, todos los presidentes han sido demócratas o republicanos. Al respecto el líder de la Revolución Rusa, Vladimir Ilich Lenin, describió el supuesto bipartidismo en la política norteamericana, que a pesar del tiempo transcurrido mantiene su vigencia:
“[…] dos partidos burgueses se han distinguido allí durante todo un medio siglo —después de la guerra civil de 1860 a 1865 con motivo de la esclavitud— con extraordinaria solidez y vigor. El partido de los anteriores esclavistas es el llamado Partido Democrático. El de los capitalistas, que estaban por la emancipación de los negros, se ha desarrollado en el Partido Republicano […] Libertados los negros, cada vez ha sido menor la diferencia entre uno y otro partido […] Al pueblo lo han engañado, lo han desviado de sus intereses esenciales por medio de duelos efectistas y sin fondo de los dos partidos burgueses”. [1]
Lo cierto es que más allá de las diferencias -en el enfoque doctrinal- que han existido entre los dos partidos, la historia se ha encargado de ilustrar que tanto el Partido Republicano como el Partido Demócrata han mantenido y defienden las mismas concepciones estratégicas y doctrinales de construir y mantener el poder político, económico y militar a escala mundial. Es la misma clase política que juega al modelo de democracia representativa, que no es más que un buen disfraz para alternarse en el poder subordinado al interés del gran capital.
En cuanto a Cuba, la esencia del conflicto perdura en el tiempo: dominación vs independencia, hegemonía vs soberanía. Lo cierto es que más allá de quien gobierne en Estados Unidos en los próximos cuatro años, o incluso en los próximos 40 años, sea un demócrata o un republicano, el presente y futuro de Cuba lo decide soberanamente el heroico pueblo cubano.