Por: Pablo Jofré Leal.
La
crisis derivada de la pandemia nos permite evaluar las distintas
orientaciones políticas y sobre todo del campo de valores de los
distintos países.
La
crisis mundial derivada de la pandemia del Covid-19 nos permite, al
margen de contender contra ella, evaluar las distintas orientaciones
políticas y sobre todo del campo de valores de los distintos países.
Algunos expresan el humanismo y solidaridad que los anima, otros
prefieren mirar para el lado privilegiar la economía o generar acciones
propias de un pirata internacional.
Los ejemplos sobre esta
dicotomía son múltiples. Cuba, por ejemplo, apoya mediante brigadas
médicas, a una veintena de naciones. Entrega allí su labor
internacionalista, lo mismo a sociedades opulentas que aquellas
carenciadas, que han solicitado, desde todo el mundo, esta labor
crucial: Qatar, Italia, Andorra. México, Honduras, Trinidad y Tobago,
Venezuela, Nicaragua, Surinam, Jamaica, Dominica, Belice, San Vicente y
las Granadinas, San Cristóbal y Nieves. Cabo Verde, Togo, Angola.
Sudáfrica. Por su parte, Estados Unidos, en lugar de fortalecer la
cooperación internacional se ha enfrascado, a través del presidente
Donald Trump, en una agria disputa con la Organización Mundial de la
Salud (OMS) a la que acusa de proteger a China, lo que ha significado
que Washington (en pugna comercial con el gigante asiático) le haya
quitado el financiamiento a este organismo y en territorio
estadounidense, ha despedido a personal médico, que critica la forma de
enfrentar la pandemia, que sólo en ese país llega a cifras monumentales:
1.550.000 contagios y 95 mil fallecidos.
Siempre es positivo
recordar para ejemplificar. En este caso, un acontecimiento que no
recibió la importancia debida, ocurrida hace un par de meses. Un hecho
que expresa, en toda su dimensión, los valores distintivos de Cuba
frente a aquellos países que fueron incapaces de ayudar al crucero
británico BRAEMAR, que después de salir del puerto colombiano de
Cartagena de Indias y en plena navegación, se solicitó a países de la
zona
(Estados Unidos, Bahamas, Barbados, República dominicana y la
propia Colombia) que apoyaran una solución humanitaria para este
Crucero. Todos rechazaron el llamado. Durante un mes el crucero navegó
en busca de un puerto amigo. Ninguno de los países mencionados otorgó
permiso de recalar, signando la presencia de tripulación y pasajeros
contagiados. Hombres y mujeres de Holanda, Italia, irlanda, Noruega,
Suecia, Japón, entre otros que constataron el nulo sentido de
solidaridad con su estado.
Sólo Cuba respondió favorablemente y aceptó recibir, en el puerto de Mariel, al Crucero BRAEMAR. El propio presidente cubano Miguel Diaz Canel
señaló “Cuba recibirá y brindará atención a viajeros con coronavirus
del crucero británico MS Braemar. Somos coherentes con nuestra
convicción de solidaridad con la humanidad”. Los gobiernos, de los
connacionales que viajaban en el crucero, agradecieron públicamente el
gesto cubano, que no sólo recibió a los pasajeros y tripulantes, sino
que coordinó toda la operación de rescate y de distribución en los
distintos vuelos que salieron de La Habana a los países de los
involucrados. Los turistas señalaron, en todos los foros y medio, que su
agradecimiento a Cuba no tenía precio, en el marco de un mundo que
mostraba falta de solidaridad. Prometieron volver a la mayor de las
Antillas en visita turística y de agradecimiento frente a una decisión
que les salvó la vida.
Para los medios
occidentales, entre ellos los medios de información chilenos, el ejemplo
humanista, lleno de sentido internacionalista de Cuba, su gobierno y
sociedad no mereció los espacios y noticias que un gesto de esta
grandeza merece, como tampoco la labor de las Brigadas médicas,
desplegadas por el mundo para llevar la calidad y humanidad de la
medicina cubana en la lucha contra el Covid-19. Angola, por ejemplo, es
ejemplo de esta recepción de ayuda cubana, desde el momento mismo de su
independencia, defendiendo y consolidando su independencia frente a la
agresión del otrora régimen de apartheid sudafricano. El gobernador de
la capital,
Luanda, Luther Rescova señaló “Es un gesto natural de los
cubanos, expresa su carácter internacionalista, la manera en que ven la
vida, como dijo Fidel (Castro) muchas veces: Cuba no da lo que le sobra,
comparte lo que tiene", que distinto a ese “dar” estadounidense, que
implica hipotecar nuestra independencia y soberanía.
La sobre ideologización
respecto a Cuba, impulsado por las presiones, chantajes, amenazas y
ataques estadounidenses suele cegar, enmudecer y callar a los gobiernos
sobre los aspectos positivos de una nación, que desde el inicio de su
revolución ha sido ejemplo de internacionalismo. Por ello, no es
anormal (lo que no lo convierte en aceptable) encontrar posturas
absolutamente pro-estadounidenses en gran parte de los medios de
información de Latinoamérica, donde lo más cercano a una crítica con
relación al Crucero BRAEMAR se expresó al hablar de “cierto
arrepentimiento” de aquellos países, que no otorgaron permiso para
recalar al buque de placer británico.
Los medios de información
suelen tener respecto a Cuba, la misma conducta o buscan algún tipo de
“interés, beneficio o situaciones ocultas y misteriosas” para tratar de
entender la solidaridad cubana. Sólo la incondicionalidad y genuflexión
de los gobiernos chilenos explica el sometimiento a mantener relaciones
con Estados Unidos privilegiándola con relación a los países
latinoamericanos, incluyendo a Cuba y Venezuela. El mirar hacia el sur y
no seguir encandilados con ese “norte revuelto y brutal que nos
desprecia” con que denominada el Héroe nacional cubano José Martí a
Estados Unidos, podría hacernos avanzar en nuestra definitiva
independencia política.
La pandemia del Covid 19
muestra esa necesidad de cambiar de rumbo de gobiernos como el de Chile,
que ha debido contender incluso, con la posibilidad de ser víctima de
esta adaptación de la saga cinematográfica de los “Piratas del Caribe”
representado por el clon de Jack Sparrow, que en este caso se viste de
primer mandatario. Un pirata que habita la Casa Blanca y que ha puesto
en peligro la compra de ventiladores, mascarillas, kits de detección del
Covid-19, obligando a las autoridades chilenas a realizar compras y
viajes en secreto y no sufrir los embates delictivos estadounidenses,
soportado incluso por socios predilectos de Washington, como fue el caso de Alemania y Francia.
Cuba, un país pequeño, una
isla a escasos kilómetros de esta sombra que se cierne sobre ella y que
la ataca desde el momento mismo del triunfo de la revolución el año
1959, puede erguirse ante el mundo como un país soberano, solidario,
internacionalista, capaz de contender contra una enfermedad como el
Covid-19 y tener resultados positivos (2.000 contagios y 80 muertos).
Cuba, a pesar de sanciones, bloqueos, embargos, la negativa a
suministrarle fármacos y equipos para luchar contra la pandemia, es
capaz de dar dura y eficiente lucha contra el Covid 19 y ser capaz,
incluso de permitir que buques como el BRAEMAR, con miles de pasajeros y
tripulantes desembarquen en su territorio y puedan volver a sus
hogares. A pesar de las presiones y chantajes estadounidenses, Cuba, a
pesar de sus carencias, es capaz de enviar brigadas médicas en apoyo de
aquellos países que sufren los efectos de la mayor catástrofe sanitaria
del último siglo.
Estados Unidos, en cambio,
centrado en su mirada economicista de las sociedades, insiste en volver a
una supuesta “nueva normalidad”. Abrir los comercios, restaurantes,
cines, las empresas, que la gente salga a consumir, para que el sistema
de capitalismo extremo no sucumba, no se derrumbe en el estrépito de
millones de cesantes, en el cierre de fábricas, comercios, la quiebra de
aerolíneas. Para Trump, esa es la prioridad “la economía”, como para
Jair Bolsonaro en Brasil y todos aquellos donde la muerte de sus
ciudadanos son “daños colaterales”.
Trump ha puesto en segundo
plano la lucha contra el Covid 19, demostrando que un estado debilitado,
con un sistema de salud público disminuido en pos del dios privatizador
se convierte en un boomerang capaz de generar un daño de enorme
envergadura. ¿Qué importan 1.550.000 contagios y 95 mil muertos si lo
que verdaderamente substancial está en las prioridades de Trump y su
gobierno, para que el modelo no se derrumbe.? Entre la pequeña, pero
digna, solidaria e internacionalista Cuba y el gigante desestabilizador,
agresor y filibustero Estados Unidos el mundo puede dar fe que los
enfoques y resultados frente a sucesos de la magnitud de la pandemia por
el Covid 19 son absolutamente diferentes.
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