La
pésima gestión de la pandemia amenaza la posible reelección de Trump,
quien antes debe llevarse la sorpresa de que pierda en la Florida, por
seguir acríticamente los consejos y opiniones absurdas de cuatro
fanáticos anticubanos que le mienten
Una tormenta perfecta hizo que
Estados Unidos se convirtiera, desde hace semanas, en el epicentro de la
pandemia global desatada por el sars-cov-2. En medio de ese escenario,
resulta increíble que aún existan funcionarios del régimen
estadounidense cuyo trabajo sea atacar a Cuba y difundir mentiras para
intentar confundir al pueblo de la Isla y a la humanidad. Ni la peor
crisis sanitaria mundial, ni ser el centro de la misma son elementos de
peso suficientes para que apaguen por unos meses las bocinas del odio y
la intolerancia macartista contra la Mayor de las Antillas.
Sobre el desastre sanitario que vive Estados Unidos en estos momentos, con más de un millón de personas infectadas víctimas de la enfermedad, hay que precisar que es la crónica de una pandemia anunciada.
No se puede esperar más de la combinación de un presidente que ignora los argumentos científicos, y de un sistema de salud privatizado que pone precio a la vida. Ya han fallecido más de 50 000 estadounidenses. ¿Cuántos muertos más tendrá que sufrir ese pueblo noble para que la Salud se convierta allí en un derecho humano?
En medio del desastre creado por la enfermedad, agravado por la pésima gestión de Trump de la pandemia, es importante recordar que la estrategia de inventar pretextos externos para intentar desviar la atención sobre los problemas internos es tan antigua como años tiene ese régimen. A estos funcionarios, al estilo de Michael G. Kozak, subsecretario adjunto interino del Departamento de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental, no les importa la salud de los ciudadanos estadounidenses; su única preocupación es cómo se perpetúan, en noviembre, en el poder.
Para ello cuentan con un guion, en el que el tema Cuba no deja de tener predilección.
Sin embargo, la pandemia ha demostrado que es muy grave para ser ignorada con trucos tan básicos. Debe ser enfrentada con ciencia y a conciencia, no con espectáculos mediáticos y noticias falsas.
La enfermedad ha demostrado, además, que en un mundo cada vez más globalizado, y por consiguiente cada vez más en riesgo de repetir eventos como estos, solo el socialismo, donde la vida de un ser humano es lo más importante, es capaz de enfrentar y derrotar con éxito estas amenazas contra la humanidad.
En momentos en los que Trump llama a inyectarse desinfectante para combatir la pandemia, y la comparsa, encabezada por Bolsonaro llama a salir a las calles e ignorar los consejos de los médicos, queda al descubierto el verdadero rostro cruel e inhumano del capitalismo, donde las ganancias y reabrir la economía es lo que más importa.
La pésima gestión de la pandemia amenaza la posible reelección de Trump, quien antes debe llevarse la sorpresa de que pierda en la Florida, por seguir acríticamente los consejos y opiniones absurdas de cuatro fanáticos anticubanos que le mienten; entre quienes no faltan los congresistas cómplices de las difamaciones promovidas recientemente por Kozak, a fin de denigrar la labor médica y solidaria de esta Isla que se crece, por mucho que ellos pretendan impedirlo.
Sobre el desastre sanitario que vive Estados Unidos en estos momentos, con más de un millón de personas infectadas víctimas de la enfermedad, hay que precisar que es la crónica de una pandemia anunciada.
No se puede esperar más de la combinación de un presidente que ignora los argumentos científicos, y de un sistema de salud privatizado que pone precio a la vida. Ya han fallecido más de 50 000 estadounidenses. ¿Cuántos muertos más tendrá que sufrir ese pueblo noble para que la Salud se convierta allí en un derecho humano?
En medio del desastre creado por la enfermedad, agravado por la pésima gestión de Trump de la pandemia, es importante recordar que la estrategia de inventar pretextos externos para intentar desviar la atención sobre los problemas internos es tan antigua como años tiene ese régimen. A estos funcionarios, al estilo de Michael G. Kozak, subsecretario adjunto interino del Departamento de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental, no les importa la salud de los ciudadanos estadounidenses; su única preocupación es cómo se perpetúan, en noviembre, en el poder.
Para ello cuentan con un guion, en el que el tema Cuba no deja de tener predilección.
Sin embargo, la pandemia ha demostrado que es muy grave para ser ignorada con trucos tan básicos. Debe ser enfrentada con ciencia y a conciencia, no con espectáculos mediáticos y noticias falsas.
La enfermedad ha demostrado, además, que en un mundo cada vez más globalizado, y por consiguiente cada vez más en riesgo de repetir eventos como estos, solo el socialismo, donde la vida de un ser humano es lo más importante, es capaz de enfrentar y derrotar con éxito estas amenazas contra la humanidad.
En momentos en los que Trump llama a inyectarse desinfectante para combatir la pandemia, y la comparsa, encabezada por Bolsonaro llama a salir a las calles e ignorar los consejos de los médicos, queda al descubierto el verdadero rostro cruel e inhumano del capitalismo, donde las ganancias y reabrir la economía es lo que más importa.
La pésima gestión de la pandemia amenaza la posible reelección de Trump, quien antes debe llevarse la sorpresa de que pierda en la Florida, por seguir acríticamente los consejos y opiniones absurdas de cuatro fanáticos anticubanos que le mienten; entre quienes no faltan los congresistas cómplices de las difamaciones promovidas recientemente por Kozak, a fin de denigrar la labor médica y solidaria de esta Isla que se crece, por mucho que ellos pretendan impedirlo.
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