Goicuría: un mediodía de heroísmo
Tomado de Girón.
Se generaliza la incertidumbre: “En el Cuartel se están fajando a tiros”, “Los soldados combaten entre ellos”, “Atacan al Goicuría…” A ciencia cierta no se conocían los hechos, pero sí que había enfrentamiento contra el régimen dictatorial de Batista. Era el domingo 29 de abril de 1956.
Las dos manzanas del cuartel Domingo Goicuría, sede del Regimiento 4 Plácido en la barriada de Versalles se convertía en espacio de épica acción de revolucionarios matanceros, que liderados por Reynold García García se enfrentaba a la vesania de un régimen, en esos momentos representado por el coronel Pilar García, de atrabiliario carácter e impiedad al prójimo.
Un grupo de jóvenes que militaba en la clandestinidad subió a las canteras cercanas de la Ermita de Monserrate para esperar armas y apoyar el acontecimiento. No hubo oportunidad. El fracaso era evidente. Pronto llegó un Sea Fury del Ejército que sobrevolaba la zona de operaciones para reforzar la imposibilidad.
¿Existió delación del ataque?, la especulación existió. Pero nada cierto. El soldado de guardia en la Posta 6 aseguró que él no conocía del ataque y que incluso su Springfield no tenía las balas puestas por razón de seguridad. “Como era habitual, el camión pasó para echar gasolina. De pronto se levantó la lona y asomó un hombre con la ametralladora encima de la cabina. Disparó. Los tiros no fueron efectivos porque no tuvieron en cuenta el relieve del terreno que ponía al vehículo en posición no efectiva y consecuentemente las balas fueron al frontón del cuartel. Se generalizó la balacera…”
Total de muertos en combate y asesinados en las inmediaciones: 15 cuyos cadáveres fueron violados. En horas de la noche sepultados en fosa común de la necrópolis local.
El coronel Pilar García, con personalidad psicopática se ensañó con aquellos valerosos guerreros que enfrentaron a un enemigo superior en fuerzas. Apañó cuanto crimen favorecía su ego enfermo. Podría citarse extensa lista, pero recordemos a René Fraga Moreno, a Polito, a Ripoll, a Ruffin Hoyos. Tampoco excusó a ningún subordinado que no cumpliera sus arbitrarias órdenes como aquel capitán jefe del Escuadrón 45, Unión de Reyes: luego de increparlo arrancó sus grados de los hombros.
Seis décadas y cuatro años de la epopeya libertaria. Hoy el escenario es una escuela, una clínica: donde se forman y atienden matanceros.
En el monumento dedicado a esta bizarra contienda cada primavera nace una flor para afirmar que aquel gesto vive en la memoria y en nuestro presente.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario