Ilustración: Cubadebate.
¿Cuándo llegará el tiro de gracia a la saga construida en torno a La Habana y un supuesto síndrome?
Quizá dentro de 37 años,
según pronosticó en mayo el Departamento de Estado. El abuso de la
imaginación y la calumnia deberían tener límites también para “el
imperio más poderoso”. Demasiadas invasiones y “espléndidas guerritas”
han tenido como preludio un arsenal de mentiras, pero el hecho es que la
historia de los incidentes de salud reportados por diplomáticos
estadounidenses en Cuba, sencillamente, no da para más.
“El daño ya está hecho, ya cumplió su objetivo y el tema sigue siendo
un pretexto conveniente para justificar lo que de otra manera
no tuvo, no tiene ni tendrá sustento.
Sobre
una acusación falsa se montó una escalada de declaraciones y acciones
que endurecen el bloqueo y redoblan la hostilidad contra nuestro país”, dice a
Cubadebate Johana Tablada de la Torre, subdirectora general de Estados Unidos del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba.
En agosto de 2017, los titulares esparcían la noticia: diplomáticos
de EE.UU. fueron blanco de “ataques acústicos” en Cuba. El Departamento
de Estado alegó que al menos 22 personas se vieron afectadas por una
pérdida auditiva inexplicable a partir del otoño de 2016. La reacción
desmesurada no se hizo esperar.
El Gobierno de los EE.UU. expulsó a 15 diplomáticos cubanos de
Washington y retiró a la mayoría de los suyos de La Habana. Luego, cerró
el consulado en la Isla. ¿Qué evidencias condujeron a dar por cierta la
acusación y tomar las medidas más leoninas? Ninguna, hasta hoy.
Tras la fabricación para la opinión pública de un arma sónica
made in
Cuba, vinieron la hipótesis de un virus, la teoría de las conmociones
cerebrales, el trauma emocional, las microondas, el ataque de pánico, el
miedo masivo y hasta los grillos. Insólito, en apenas 75 segundos,
Google ofrece dos millones de referencias sobre esta historia contada
con demasiada ficción.
“Es evidente que con un mínimo de información se ha armado una
campaña que politizó los incidentes de salud con intenciones demostradas
de utilizarlos en una forma negativa contra Cuba”, asegura el Doctor en
Ciencias Mitchell Joseph Valdés-Sosa, director general del Centro de
Neurociencias de Cuba.
El neurocientífico cubano asevera que las tres publicaciones
científicas realizadas por expertos estadounidenses para explicar causas
y efectos de los supuestos incidentes presentan serios problemas desde
el punto de vista médico. “Con el tiempo se ha ido desinflando toda esta
historia; cada vez hay un cuestionamiento más fuerte por la comunidad
científica internacional”, apunta.
Mitchell Joseph Valdés-Sosa explica que tanto los investigadores de
la Universidad de Pennsylvania, a quienes el Departamento de Estado
encargó realizar las pruebas a sus diplomáticos, como los de la
Universidad de Miami (UM), hicieron declaraciones a la prensa y
presentaciones públicas en las que hablaron de distintas armas
misteriosas, pero sin ninguna base científica. Inclusive, sus hallazgos
se contradicen.
Muchas teorías… ¿y evidencias?
“No negamos que los diplomáticos estén enfermos, sino que lo están
por diversas causas: por algunas enfermedades preexistentes, y otras que
quizás adquirieron aquí. La mejor forma de tratar a esas personas es
demostrar que no existe ese agente externo y que no fueron sometidos a
ningún ataque con armas misteriosas. Parte de la cura es eliminar la
duda en los sujetos y ayudarlos a encontrar la verdadera explicación de
cuáles son los problemas que están presentando”, considera el
neurocientífico cubano.
¿Enfermedades preexistentes?
En febrero de 2017 se publicó que los “ataques sónicos” ocasionaron
pérdidas auditivas, certificadas a partir de las pruebas clínicas
aplicadas, a tres diplomáticos de EE.UU. Tras examinar lo publicado
hasta hoy, los estudios estadounidenses reconocen que dos de ellos ya
tenían pérdidas auditivas preexistentes.
El problema, lejos de ser en masa, se convierte en un pequeño grupo
de personas, no más de tres, de las cuales a dos ya se les había
diagnosticado la pérdida antes de venir a Cuba. Este es un ejemplo del
uso irresponsable de la información. La pérdida auditiva no es parte del
cuadro.
Recientemente, el Dr. Robert Bartholomew, sociólogo americano
residente en Nueva Zelanda, y el neurólogo Robert W. Baloh, de Los
Ángeles, publicaron un nuevo informe científico donde demuestran que las
teorías sobre armas sónicas, microondas, ataques o intención de dañar a
los diplomáticos estadounidenses carecen completamente de sustento.
En la revista británica Journal of the Royal Society of Medicine,
los investigadores afirman que “la evidencia política y científica de
la perpetración de un ataque contra el personal de la embajada de
Estados Unidos en Cuba no es concluyente”
.
Los autores cuestionan que los estudios anteriores sobre el
“síndrome de La Habana” tenían “fallas críticas de diseño”.
“Lo más importante es la ausencia de evidencia de que el personal
haya estado expuesto a una fuente de energía o toxina”, señalan.
La investigación –
citada por Dominio Cuba–
añade que “nada prueba adecuadamente las hipótesis que proponen (otras
investigaciones), al tiempo que se promueven explicaciones exóticas que
no están respaldadas por los hechos. Nuestras conclusiones se basan en
la ciencia prosaica y conocida… No hay necesidad de recurrir a
explicaciones exóticas. Las afirmaciones de que los pacientes sufrían
daños cerebrales y auditivos no están respaldadas por los datos”.
“¿Qué es más probable, que los diplomáticos fueran el blanco de una
nueva arma misteriosa, de la que no hay evidencia concreta, o que
sufrieran síntomas psicógenos inducidos por el estrés?”, se preguntan
los científicos. Sus conclusiones apuntan a este último escenario.
Acuso y reservo “las pruebas”
La primera notificación de los alegados sucesos acústicos llegó el 17
de febrero de 2017; de inmediato, las autoridades cubanas asumieron con
suma seriedad las informaciones trasladadas por los estadounidenses.
Por entonces, se creó el comité de expertos cubanos para estudiar los
hechos, que dos años y nueve meses después no ha podido acceder a la
información necesaria para encontrar una respuesta a los célebres y
mediáticos incidentes.
En su oficina del Centro de Neurociencias de Cuba, Mitchell Joseph
Valdés-Sosa reflexiona: “Si los supuestos hechos ocurrieron en La
Habana, la participación de Cuba era decisiva”. Pero, evidentemente,
otras intenciones complicaron la colaboración.
“No es lógico que hayan acudido a la prensa para divulgar teorías que
no están confrontadas con la realidad. Lo que vimos en los medios es el
resultado de una campaña bien estructurada, con el propósito manifiesto
de divulgar y replicar elementos negativos sobre Cuba, un intencionado
esfuerzo de manipulación política”, refiere el científico cubano.
La única base para llegar a conclusiones es observar los hechos,
discutir y confrontar los hallazgos científicos, explica Valdés-Sosa.
“El Gobierno de los EE.UU. no ha colaborado con Cuba, no ha compartido
información. Ni siquiera porque el Gobierno cubano permitió que el FBI
viniera a investigar los incidentes a La Habana”.
El lunes 9 de enero de 2018, la agencia Associated Press (AP) reportó
que el FBI no había encontrado “prueba alguna” de los supuestos ataques
sónicos contra el personal diplomático estadounidense en Cuba, tras
meses de investigaciones y cuatro viajes a La Habana.
Salvo esas visitas del Buró Federal de Investigaciones, Cuba no ha
recibido otro interés por parte del Gobierno de Estados Unidos para una
colaboración bilateral.
En septiembre de 2018, cuando el comité de expertos cubanos visitó el
Departamento de Estado para intercambiar sobre el tema, los científicos
cubanos nunca pudieron entrevistarse con los diplomáticos afectados ni
con los investigadores contratados para estudiar los síntomas de salud.
Incluso, durante el encuentro, “los médicos del Departamento de
Estado afirmaron claramente que ellos nunca utilizaron la teoría de los
ataques para explicar las causas de los síntomas reportados”, asegura
Johana Tablada, quien presidió la delegación cubana en ese contacto y
cuya contraparte estadounidense fue Kenneth Merten, secretario asistente
principal para el Hemisferio Occidental.
En aquella ocasión, las autoridades estadounidenses aseguraron que
casi todas las personas investigadas habían retornado normalmente a su
vida laboral. Supuestamente, el tema está ahora bajo una investigación
médica conjunta que coordina el Departamento de Estado, a la cual la
parte cubana tiene el acceso denegado.
La necesidad de respetar la privacidad de los datos de las personas
no puede ser una justificación para no compartir información con el
Grupo de Expertos cubanos, “porque la divulgación mayor de los
incidentes de salud no ha dependido de la gestión de Cuba, sino por el
propio Gobierno de los EE.UU. y por los médicos que ellos contrataron”,
aclara Mitchell Joseph Valdés-Sosa.
“Sentarse a discutir y poner los datos científicos sobre la mesa,
incluso sin tener que identificar a las personas, hubiera ayudado a
resolver el problema”, comenta Valdés-Sosa. Destaca, además, que así lo
hizo el Gobierno canadiense, y recuerda la investigación realizada por
los expertos canadienses de la Universidad de Dalhousie, cuya hipótesis
Cuba tampoco descarta.
“Encontraron personas que tienen evidencias de algún tipo de
alteración en el sistema nervioso, en el cerebro, consecuencia del uso
excesivo de insecticidas, partiendo de la base de que no solo Cuba
estaba haciendo una campaña agresiva contra el mosquito, sino que la
embajada de Canadá también hizo fumigaciones adicionales dentro de las
residencias de su personal”, refiere.
Esa hipótesis no la vamos a desechar –insiste–, porque Cuba siempre
ha tenido una posición abierta a colaborar. Estamos en la obligación de
hacerlo; la actitud científica es obedecer a los hechos.
El director del Centro de Neurociencias informa que está a punto de
comenzar el estudio que se le realizará a cubanos expuestos o no a
insecticidas, para verificar la contrastación de esta conjetura
científica.
La postura del Gobierno de Canadá, con una decena de diplomáticos que
también reportaron problemas de salud, fue completamente distinta,
comenta el Doctor en Ciencias. “En primer lugar, no divulgaron
prematuramente los resultados de las investigaciones que encargaron
realizar. Además, antes de su publicación organizaron una reunión
técnica entre los científicos que mandataron para estudiar a su personal
y el equipo de expertos cubanos”.
“Todas las teorías de EE.UU. dan un cuadro de extrema debilidad
científica y confirman que existía el deseo, costara lo que costara, de
demostrar que hubo una enfermedad común a todos los diplomáticos que
reportaron problemas de salud. El propio Gobierno refrendaba que habían
sido atacados”, comenta el eminente neurocientífico cubano.
Amplificar la calumnia, consecuencias a terceros
El pasado jueves 7 de noviembre, el diario
The Guardian
reveló las dificultades del Gobierno británico para comprender los
supuestos “ataques sónicos” contra diplomáticos estadounidenses, a
partir de un análisis de varios correos electrónicos y cables
diplomáticos sensibles intercambiados entre el personal acreditado en la
embajada británica en La Habana y el Ministerio de Relaciones
Exteriores en Londres.
The Guardian describe que reinaba tal sensación de
desconcierto que los británicos no comprendían qué estaba pasando y
comenzaron a investigar compulsados por la embajada estadounidense.
La prensa norteamericana reseñó entonces que la misión de EE.UU.
reunió a diplomáticos de otros países en su sede para alertarlos sobre
la existencia de un “ataque”. El clima fue creado para que los síntomas
se amplificaran, reflexiona Mitchell Joseph Valdés-Sosa.
La embajada del Reino Unido investigó y trató “desesperadamente” de
encontrar sentido a lo que estaba ocurriendo. Sus funcionarios
analizaron “detenidamente” los informes de prensa, las declaraciones
oficiales y otras comunicaciones para esclarecer la situación. No
encontraron evidencias ni pudieron dar crédito de que alguien lo hubiera
hecho.
“Tanto la embajada de EE.UU. como la cubana estarán ahora castradas,
apenas dos años después de reabrirse”, decía un fichero confidencial.
Cubadebate
analizó más de 200 artículos sobre el tema de los supuestos “ataques
sónicos”, publicados entre agosto de 2017 y noviembre de 2019 en medios
estadounidenses en inglés, y estas fueron las palabras claves más
usadas:
Palabras
claves más usadas en los titulares de medios estadounidenses que
abordaron los incidentes de salud entre agosto de 2017 y noviembre de
2019.
Palabras
claves más usadas en las descripciones de los 200 artículos publicados
en medios estadounidenses que abordaron los incidentes de salud entre
agosto de 2017 y noviembre de 2019.
Objetivos cumplidos
En la historia de las relaciones Cuba-EE.UU., los guiones bien
montados para justificar la escena de la confrontación y convencer a la
opinión pública estadounidense aburren. El pretexto más conocido por los
escolares de la Isla: la explosión del Maine. El más reciente: el
“síndrome de La Habana”. ¿Cuál es el mejor escenario para que una
mentira repetida mil veces se convierta en “verdad”? El mediático. En
pleno siglo XXI, el sueño de Goebbels otra vez se hizo realidad.
Casualmente, tres semanas después de que se eligiera a Donald Trump
como presidente de EE.UU., el Departamento de Estado informó que los
primeros casos habían sido notificados en noviembre de 2016.
El respaldo de la comunidad internacional y la emigración al
restablecimiento y avance de las relaciones con Cuba era tan alto que el
nuevo Gobierno de EE.UU. no podía imponer, a sangre fría, ante la
opinión pública estadounidense y mundial, la agenda de medidas de
retroceso y brutal hostilidad que la Fundación Inspire America presentó a
Donald Trump como proyecto de programa político a inicios de su
mandato.
La diplomática Johana Tablada confirma que “el propósito ha sido la
creación de focos de tensión que contribuyan a avanzar hacia un patrón
de confrontación, tratando todo el tiempo de responsabilizar a Cuba por
las medidas que adopta Estados Unidos”.
“Si uno examina todo lo que se ha publicado, no hay nada que sostenga
la existencia de ‘armas misteriosas’ basadas en las leyes de la física
hasta hoy conocidas. No es posible. Así lo han reconocido científicos de
todo el mundo”, confirma por su parte Valdés-Sosa.
El pretexto no solo ha afectado las relaciones diplomáticas. En la
práctica, se han interrumpido casi todo el intercambio y la cooperación
bilateral que se establecieron o avanzaron en disímiles sectores durante
el Gobierno de Barack Obama, y que beneficiaban el interés nacional de
ambos países.
Habría sido difícil imponer, incluso, la aplicación del Título III de
la Ley Helms-Burton sin antes crear toda la atmósfera de desconfianza,
rencor y suspicacia en torno a ataques que jamás ocurrieron.
No pocas publicaciones estadounidenses apuntan a una conspiración que
tiene como protagonistas al senador Marco Rubio –fuente principal y
original de la desinformación a los medios de prensa– y al actual
secretario de Estado, Mike Pompeo, entonces director de la CIA. Ambos
han sacado muy buen provecho de esta calumnia, pues ya sabemos que para
ellos en política todo vale.
Escalada de agresiones de EE.UU. tras sembrar el pretexto
- Reducción abrupta del personal diplomático de ambas misiones.
- Suspensión de reuniones bilaterales sobre diversos temas en La Habana y luego en Washington .
- Anuncio engañoso en la página de alertas de viajes a los estadounidenses para limitar los viajes a Cuba.
- Cierre del consulado estadounidense en La Habana.
- La limitación inhumana y absurda a los viajes desde Cuba a los Estados Unidos que tanto ha costado a las familias cubanas.
- Interrupción violenta de los viajes de intercambio en todas las áreas.
- Amplificación de mensajes contra la seguridad en la Isla.
Propagación de las calumnias y las medidas no solo en Estado Unidos,
sino en terceros países.
El 16 de octubre de 2017,
durante una conferencia de prensa en la Casa Blanca, el presidente
Donald Trump envió el mensaje que tenía que trasmitir: “Creo que Cuba es
responsable, realmente lo creo”.
Cuatro días después,
el entonces secretario de Estado, Rex Tillerson, dijo que no tenían
evidencias para culpar al Gobierno cubano y que la salida de la mayoría
del personal diplomático de EE.UU. de La Habana fue “una medida
preventiva para proteger a los estadounidenses de futuros ataques”.
¿Incongruencias en política exterior estadounidense o “crónica de una
muerte anunciada”?
Aunque “el tema ha perdido mucha credibilidad, en parte gracias a la
actitud profesional de la comunidad científica estadounidense, que ha
sido muy crítica con estos disparates” -reconoce Johana Tablada-, el
Gobierno de los Estados Unidos puede hacer y decir absolutamente
cualquier cosa sin hacer coincidir la retórica y la realidad.
La saga de los supuestos “ataques sónicos” parece sacada del universo de The Walt Disney Company. En una de las aventuras de
Winnie the Pooh,
el osito y Piglet van a buscar un Woozle, un gamusino. Siguen sus
huellas y descubren que cada vez aparecen más pisadas. Finalmente, Pooh y
Piglet descubren que han estado siguiendo sus propias pistas todo el
tiempo. ¿Les suena el “efecto Woozle”? No sería la primera vez que el
“buen vecino” usa la “diplomacia de los muñequitos”.
El “efecto Woozle” ocurre cuando una afirmación no
avalada por la ciencia, una mentira que con toda intención se reitera
disímiles veces, induce a individuos, expertos o a la opinión pública
internacional a pensar que hay evidencia real y a creer en su
irrefutable existencia.