Por:
Elsa Claro
Otra vertiente maneja que los demócratas están desperdiciando posibilidades en plena campaña, impulsando un asunto poco atractivo, cuando los ciudadanos estadounidenses prefieren conocer propuestas de solución para asuntos serios del día a día. El desempeño de Trump está bien lejos de propiciarle mejorías a esos sectores sociales con carencias o de inseguro vivir. Estuvo demasiado ocupado en movimientos agresivos hacia fuera y no se percata de las repercusiones internas promovidas que sus actos están generando.
Po eso, si llega o no a su fin el proceso de impeachment, por encima del nebuloso resultado de ese juicio se quedan postergados asuntos de mayor envergadura en cuanto a efectividad o necesidades insatisfechas. Además, se recuerda, partiendo de los antecedentes, incluso si el saldo fuera adverso para el demandado, nada le obliga a dejar la presidencia. Sin embargo, todo esto se convierte en publicidad gratuita en sus planes de reelección y queda sin ventilarse debidamente, el estropicio generado por él a la economía de Estados Unidos y del mundo. Pueden, incluso, ampliarse los apremios.
El descalabro viene dando zancadas gracias al manejo estrafalario de políticas arancelarias o la implantación de sanciones destinadas a torcer voluntades. Eso tiene efectos destructivos, comenzando por la propia economía norteamericana. Se visibiliza a través de ejemplos de distintos especialistas alegando que si la administración Trump aplica un 5% sobre todas las importaciones chinas, como anunció, eso constaría un “impuesto” a los consumidores estadounidenses, en el orden de los 27.500 millones de dólares.
Que los sectores productivos estadounidenses se contraen lo evidencia el ISM manufacturero (indicador económico que evalúa el estado de la industria estadounidense) y el PMI (indicador basado en encuestas mensuales de los gestores de compras, dentro de las empresas más emblemáticas de EE.UU.). Estos mecanismos de cálculo muestran una contracción en esta etapa, la primera de orden significativo, desde 2016.
El dato otorga razones a las más recientes solicitudes de los productores norteamericanos pidiéndole al jefe de estado no mantener -y menos aumentar- la imposición de tarifas aduaneras notables a Beijing y a otras naciones. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), compuesta por una treintena de países, enfoca el tema planteando: La política de sanciones desarrollada a través de la actual guerra comercial origina deterioro en las inversiones y el comercio mundial, perturbando al frágil equilibrio dentro del cual se mueve, sobre todo en una coyuntura delicada, cuando apenas concluye, y a medias, una de las crisis más graves de la historia.
La Unión Europea, pese a su apego a EE.UU., está cerca de recibir un fuerte bofetón de su “amigo”, a través de aranceles a sus exportaciones valuados en 8.000 millones de dólares. Y son posibles hasta 25.000 millones, si la Casa Blanca amplía el número de productos procedentes del Viejo Continente a someter a esas multas. Por ahora y con la excusa de que recibe subvenciones del bloque comunitario, planean un aumento de gravámenes contra Airbus, pues Washington se propone afectar áreas claves como la industria aeronáutica y/o automovilística.
Estos recargos se sumarían a las pérdidas que ya sufren los europeos tras darle apoyo a las sanciones de EE.UU. contra la Federación Rusa. De acuerdo con el Instituto de Viena para Estudios Económicos Internacionales, la UE sufre los peores efectos de esa medida a nivel global, con la pérdida de unos 50,000 millones de Euros desde el 2014 a la fecha. La factura fue pagada, o redujo, para mejor decir, los ingresos de sectores industriales y agropecuarios, o el turismo entre los de servicios y otras parcelas económico-comerciales afectadas.
Alemania, Italia o España, están entre los particularmente dañados por esas sanciones norteamericanas. No solo ellos sufrirán nuevos guantazos si se mantiene o profundiza la guerra contra el gigante asiático, capaz de provocar que Europa pierda de golpe y porrazo otros 23,000 millones de euros. Estos cómputos consideran las inversiones de las empresas europeas en China, dispositivos trascendentales en el futuro estratégico y la estabilidad del sector empresarial europeo.
La política de sanciones del gobierno estadounidense y la guerra comercial con China, (las exportaciones de China a EE.UU. cayeron un 12% y las ventas de bienes estadunidenses hacia el gigante asiático se redujeron un 19%, durante el primer semestre del año) se suman a la crisis que provocó Estados Unidos con su retirada unilateral del tratado nuclear con Irán. Un asunto con notorias implicaciones políticas y militares a escala global y alcances sobre Europa, por el daño o las pérdidas de los negocios de distintas firmas en el país persa. En este punto, encima, aparece el Brexit, como otro factor desestabilizante en el conjunto de males catapultados hacia otras áreas del planeta que terminan juntándose en un mismo tiempo.
Octubre, aseguran varios analistas, llega con las claves para comprobar el rumbo de estos peligros (nótese el plural) y los emanantes de la anunciada ralentización en el mundo. ¿Podrán conjurarse tantos elementos adversos?
Si los países desarrollados, incluyendo a los propios Estados Unidos, ven disminuir sus tasas de crecimiento, cuando además caen las exportaciones debido a las aventureras pautas de Trump, el panorama dista de ser halagüeño y se agrava por las decisiones del estrafalario conductor de un tren capaz de descarrilar debido a tanto batuqueo.
Los desacuerdos en materia comercial entre las dos principales potencias del mundo, sumados a cuantos provoca Trump hacia sus socios y “enemigos”, están en el sustrato sobre el cual debe transcurrir el enjuiciamiento iniciado con las pesquisas de 6 comisiones parlamentarias, en busca de una eventual destitución de Trump. Si en tiempos normales el magnate instaló burradas de alto coste como las aquí expuestas, solo en parte, de su autoría se esperan extravagancias dañinas a partir de ya
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“Las acciones de la presidencia de Trump revelaron el hecho deshonroso de la traición del presidente a su juramento, la traición a nuestra seguridad nacional y la traición a la integridad de nuestras elecciones” (…) “Por lo tanto anuncio que la Cámara de Representantes avanza con una investigación oficial de impeachment” a partir del uso de su posición para presionar a una entidad extranjera, (Ucrania), de modo que investigara en su beneficio, a un oponente político (Joe Biden, candidato demócrata).
De este modo presentó la jefa de la cámara baja, Nancy Pelosi, el pleito que tantos suponen no irá lejos o, en el mejor caso, no implica el cese de funciones, como ocurriera en tiempos de Andrew Johnson o William Clinton.
Esos grupos de trabajo pidieron documentos oficiales a Mike Pompeo para medir si el feo chantaje del presidente puso en riesgo la seguridad nacional, al encargarle a alguien recién estrenado y ajeno, el suministro de mugre sobre el principal aspirante a la presidencia del partido demócrata. Tenga o no el aludido algo a impugnarle, el acto presidencial es una forma baja de interponerse en el normal curso de las elecciones del año venidero.
Trump confía en un hecho: es en el senado donde transcurre el verdadero juicio, una vez concluidas las investigaciones de la cámara de representantes. El asunto queda después a cargo de 100 linajudos senadores, en mayoría republicanos, quienes votarán a favor o en contra de su condena. Es difícil que opten por expulsar a una de sus criaturas. Quien se queda bastante en el aire es Volodimir Zelenski. Al presidente ucraniano no le favorece nada lo mal parado que le dejaron, incluso si es un capítulo menor en una historia peliaguda todavía por contar.
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