Por Patricio Montesinos
El contundente triunfo de Manuel López Obrador en las elecciones generales celebradas en México este 1 de julio ha convertido a esa nación latinoamericana en una nueva esperanza para Nuestra América en su lucha contra el neoliberalismo y frente a la ofensiva derechista que incita y financia Estados Unidos en la región.
La indiscutible victoria del candidato progresista López Obrador en los comicios, con más del 53 por ciento de los votos a su favor y 20 puntos de ventaja sobre su más cercano contrincante, es un golazo por partida doble a la envalentonada oligarquía en este hemisferio y a Washington, empeñado en restaurar su dominio en la Patria Grande.
Fue en México donde el imperio del Norte experimentó un plan oculto, que luego extendió a naciones como Colombia y Perú, para arrebatarles a los gobiernos la autoridad y el control sobre los Estados, y por el contrario que dominen los llamados poderes fácticos, dígase las grandes transnacionales, emporios mediáticos, mafias, y estamentos militares y paramilitares, entre otros grupos y organizaciones pudientes enmascaradas que actúan detrás de telones.
Ese proyecto maquiavélico del Pentágono, de los servicios secretos norteamericanos y de la Casa Blanca se implementó con rigor tras la oleada de fuerzas de izquierda que asumieron gobiernos a fines de la centuria pasada e inicios de este siglo en Venezuela, Argentina, Brasil, Paraguay, Ecuador, Bolivia, El Salvador, Uruguay y Nicaragua.
Por supuesto que Washington aplicó su plan en México, además de en Colombia y en Perú, con los indiscutibles propósitos de impedir que en esos países llegaran también al poder partidos progresistas comprometidos con los más desposeídos, y al mismo tiempo utilizarlos como punta de lanza contra los ejecutivos populares en la región.
Desde entonces los mexicanos viven agobiados por la violencia, las desapariciones forzadas, los crímenes, la corrupción a niveles incalculables, el narcotráfico, las privatizaciones y la pobreza extrema.
El caos provocado por el plan de Washington y el neoliberalismo salvaje impuestos a esa rica nación latinoamericana terminó por convertirse en un boomerang para los intereses de dominación imperiales en la Patria Grande
.
El triunfo de López Obrador en las recientes comicios es sin duda alguna una clara respuesta de la sociedad mexicana, cansada del sometimiento a su cercano vecino del Norte, y de hecho otro aliento para todos los pueblos y las fuerzas progresistas desde el sur del Río Bravo hasta la Patagonia.
Es real que el nuevo mandatario electo de México tendrá numerosos retos y obstáculos para conseguir ordenar un país que ha sido desvencijado durante muchos años, pero el solo hecho de su ascenso al poder ya le abrió otro nuevo sendero de esperanzas a Nuestra América.
Termino esta nota parafraseando al astro del fútbol mundial Diego Armando Maradona en el programa “Con la mano del 10”, de la cadena TeleSur: La victoria de López Obrador demostró que estamos vivos en la América nuestra.
El contundente triunfo de Manuel López Obrador en las elecciones generales celebradas en México este 1 de julio ha convertido a esa nación latinoamericana en una nueva esperanza para Nuestra América en su lucha contra el neoliberalismo y frente a la ofensiva derechista que incita y financia Estados Unidos en la región.
La indiscutible victoria del candidato progresista López Obrador en los comicios, con más del 53 por ciento de los votos a su favor y 20 puntos de ventaja sobre su más cercano contrincante, es un golazo por partida doble a la envalentonada oligarquía en este hemisferio y a Washington, empeñado en restaurar su dominio en la Patria Grande.
Fue en México donde el imperio del Norte experimentó un plan oculto, que luego extendió a naciones como Colombia y Perú, para arrebatarles a los gobiernos la autoridad y el control sobre los Estados, y por el contrario que dominen los llamados poderes fácticos, dígase las grandes transnacionales, emporios mediáticos, mafias, y estamentos militares y paramilitares, entre otros grupos y organizaciones pudientes enmascaradas que actúan detrás de telones.
Ese proyecto maquiavélico del Pentágono, de los servicios secretos norteamericanos y de la Casa Blanca se implementó con rigor tras la oleada de fuerzas de izquierda que asumieron gobiernos a fines de la centuria pasada e inicios de este siglo en Venezuela, Argentina, Brasil, Paraguay, Ecuador, Bolivia, El Salvador, Uruguay y Nicaragua.
Por supuesto que Washington aplicó su plan en México, además de en Colombia y en Perú, con los indiscutibles propósitos de impedir que en esos países llegaran también al poder partidos progresistas comprometidos con los más desposeídos, y al mismo tiempo utilizarlos como punta de lanza contra los ejecutivos populares en la región.
Desde entonces los mexicanos viven agobiados por la violencia, las desapariciones forzadas, los crímenes, la corrupción a niveles incalculables, el narcotráfico, las privatizaciones y la pobreza extrema.
El caos provocado por el plan de Washington y el neoliberalismo salvaje impuestos a esa rica nación latinoamericana terminó por convertirse en un boomerang para los intereses de dominación imperiales en la Patria Grande
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El triunfo de López Obrador en las recientes comicios es sin duda alguna una clara respuesta de la sociedad mexicana, cansada del sometimiento a su cercano vecino del Norte, y de hecho otro aliento para todos los pueblos y las fuerzas progresistas desde el sur del Río Bravo hasta la Patagonia.
Es real que el nuevo mandatario electo de México tendrá numerosos retos y obstáculos para conseguir ordenar un país que ha sido desvencijado durante muchos años, pero el solo hecho de su ascenso al poder ya le abrió otro nuevo sendero de esperanzas a Nuestra América.
Termino esta nota parafraseando al astro del fútbol mundial Diego Armando Maradona en el programa “Con la mano del 10”, de la cadena TeleSur: La victoria de López Obrador demostró que estamos vivos en la América nuestra.
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