Juana Carrasco Martin.
Muy seria en la valoración, la Clinton declaró: «Nuestro país está más polarizado que nunca. Nosotros mismos hemos clasificado en campos opuestos, y que dividen cómo vemos el mundo.»
EL presidente Donald Trump no perdió la oportunidad y en un mensaje por el 20 de mayo —ese día en que inició la República en Cuba, mediatizada por una Enmienda Platt que le restaba independencia y soberanía a favor de Estados Unidos y sus intereses geopolíticos y económicos— expresó el manido recado sobre un país que afirma sufre bajo un «cansado régimen comunista»
.
Tanto aburre que no merece la pena ponerle mucha atención a la declaración en la página web oficial de la Casa Blanca.
Sin embargo, ese mismo domingo, Hillary Clinton, su fallida contrincante demócrata, quien todavía piensa y lamenta los errores que cometió en las elecciones de 2016, le habló a los graduados de la Universidad de Yale —su Alma Mater en la escuela de leyes—, y fue categórica al enjuiciar la situación en su país y el principal valor que los mandatarios estadounidenses han enarbolado ante Cuba como si adoleciéramos de ello.
«Justo ahora, estamos viviendo a través de una crisis total en nuestra democracia», dijo la exsecretaria de Estado. «Ahora no hay tanques en las calles, pero lo que está sucediendo ahora mismo entra en el corazón de quienes somos como nación. Digo esto no como una demócrata que perdió una elección, sino como una estadounidense con miedo de perder a su país».
Muy seria en la valoración, la Clinton declaró: «Nuestro país está más polarizado que nunca. Nosotros mismos hemos clasificado en campos opuestos, y que dividen cómo vemos el mundo. Hay más liberales y conservadores que los que solían ser y menos centristas. Nuestros partidos políticos son más ideológica y geográficamente consistentes... Hay más divisiones de raza y religión que nunca…».
Con aspereza dijo: «Hay líderes en nuestro país que descaradamente incitan con la retórica de odio, que temen el cambio, ven el mundo en términos de suma cero, donde si unos están ganando otros deben estar perdiendo. Esa es una receta para la polarización y el conflicto».
Dice un análisis del discurso en Yale que Hillary parecía más triste que enojada y —sin mencionar en momento alguno a Trump, pero conociendo todos los presentes que era el blanco de las referencias— apeló a los juicios de otros políticos estadounidenses. Pero no es nada halagüeña la visión escogida; es más, entra en la categoría de alerta preocupante.
Por ejemplo, eligió citas de un nuevo libro de la ex secretaria de Estado Madeleine Albright, Fascism: A Warning, (Fascismo: una alerta), y de dos títulos de Timothy Snyder, profesor de Historia en la Universidad Yale: En la tiranía y El camino a la libertad.
Como se conoce, Trump ha arremetido contra ciertos sectores de la prensa y les acusa de ser propagadores de noticias falsas al punto de que ya el término fake news se reconoce sin traducción en casi todos los idiomas, y la víspera, en un tuit, había calificado a la señora Clinton de «deshonesta».
«Abandonar hechos es abandonar la libertad. Si nada es verdad, entonces nadie puede criticar al poder porque no hay ninguna base para hacerlo. Si nada es verdad, entonces todo es espectáculo», apuntaba una de las sentencias de la excandidata presidencial y esa alarma que suena alta fue considerada importante por la señora Clinton «Porque tratar de borrar la línea entre realidad y ficción, verdad y realidad es una base característica de autoritarismo».
Y no se limitó a las opiniones de demócratas, también acudió en sus citas a Rex Tillerson —cesanteado no hace mucho por Trump como Secretario de Estado—, quien en un discurso de la pasada semana ante el Instituto Militar de Virginia dijo que Estados Unidos iba «en un camino a renunciar a nuestra libertad», si los líderes no hablan la verdad. Con pesimismo a tener en cuenta, comentó Clinton: «Tal vez un poco tarde, pero tiene toda la razón».
Y en la disección de los Estados Unidos actuales, continuó: «Hay ciertas cosas que son tan esenciales que deben trascender la política», y «evidencia y hechos que deben alarmarnos a todos», en lo que nombró «librar una guerra contra el Estado de Derecho y la libertad de prensa, deslegitimar las elecciones, cometer corrupción desvergonzada y rechazar la idea de que nuestros dirigentes deben ser servidores públicos socava nuestra unidad nacional».
Las marchas por un mayor control de armas se han incrementado en Estados Unidos. Foto: GVE.
Por supuesto, en la diatriba clintoniana subyacen los intereses de un partido en año electoral de medio tiempo, pero los hechos son los hechos, y Hillary Clinton los abordó desde los indicadores macroeconómicos y sociales: «Has aprendido que no necesitas ser un inmigrante e indignarte cuando el padre de un compañero de clase… es deportado injustamente» (…) «No se necesita ser una persona de color para entender que cuando los estudiantes negros se sienten señalados y apuntados, todavía hay trabajo por hacer. Y usted no necesita experimentar la violencia de un arma... Lo suficiente es suficiente».
En EE. UU. los niños mueren en las escuelas por obra y gracia de una obsesiva cultura de las armas, dictada por los provechos obtenidos por esa industria y los políticos que le responden porque les llenan los bolsillos. Trump no es el único culpable, pero es su turno el enfrentarlo; sin embargo, está muy lejos de su visión e intereses.
Mueren más estadounidenses en esos tiroteos que en las guerras en las cuales anda enfrascado el imperio, y nadie dude de que la vida es el primigenio de los derechos humanos
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Hace unos días fue detenido un ciudadano negro por sus mensajes en Facebook contra la violencia racista, y cuatro estudiantes del grupo que participó en una demostración contra las armas frente a la oficina del jefe del Senado Paul Ryan, en el Capitolio, también fueron detenidos, lo que claramente define el poco respeto a la libertad de expresión que pregona el administrador del imperio y que ampara su Carta Magna.
La jueza Naomi Reice Buchwald, de la corte del distrito sur de Nueva York, recién ha dicho que la cuenta en Twitter del presidente Trump es un foro público y bloquear los mensajes de respuesta con diferentes opiniones constituye discriminación y viola la Primera Enmienda de la Constitución; pero un vocero del Departamento de Justicia replicó que están en desacuerdo con la decisión de la corte y considera pasos a seguir, los cuales serán de protección al mandatario.
También se conoció que la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), bajo el amparo de FISA (Ley de Vigilancia de la Inteligencia Extranjera), registró más de 530 millones de llamadas telefónicas en 2017, un dramático incremento en el espionaje, en relación con los 151 millones de 2016.
Las marchas por un mayor control de armas se han incrementado en Estados Unidos. Foto: GVE.
Por supuesto, en la diatriba clintoniana subyacen los intereses de un partido en año electoral de medio tiempo, pero los hechos son los hechos, y Hillary Clinton los abordó desde los indicadores macroeconómicos y sociales: «Has aprendido que no necesitas ser un inmigrante e indignarte cuando el padre de un compañero de clase… es deportado injustamente» (…) «No se necesita ser una persona de color para entender que cuando los estudiantes negros se sienten señalados y apuntados, todavía hay trabajo por hacer. Y usted no necesita experimentar la violencia de un arma... Lo suficiente es suficiente».
En EE. UU. los niños mueren en las escuelas por obra y gracia de una obsesiva cultura de las armas, dictada por los provechos obtenidos por esa industria y los políticos que le responden porque les llenan los bolsillos. Trump no es el único culpable, pero es su turno el enfrentarlo; sin embargo, está muy lejos de su visión e intereses.
Mueren más estadounidenses en esos tiroteos que en las guerras en las cuales anda enfrascado el imperio, y nadie dude de que la vida es el primigenio de los derechos humanos.
Hace unos días fue detenido un ciudadano negro por sus mensajes en Facebook contra la violencia racista, y cuatro estudiantes del grupo que participó en una demostración contra las armas frente a la oficina del jefe del Senado Paul Ryan, en el Capitolio, también fueron detenidos, lo que claramente define el poco respeto a la libertad de expresión que pregona el administrador del imperio y que ampara su Carta Magna.
La jueza Naomi Reice Buchwald, de la corte del distrito sur de Nueva York, recién ha dicho que la cuenta en Twitter del presidente Trump es un foro público y bloquear los mensajes de respuesta con diferentes opiniones constituye discriminación y viola la Primera Enmienda de la Constitución; pero un vocero del Departamento de Justicia replicó que están en desacuerdo con la decisión de la corte y considera pasos a seguir, los cuales serán de protección al mandatario.
También se conoció que la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), bajo el amparo de FISA (Ley de Vigilancia de la Inteligencia Extranjera), registró más de 530 millones de llamadas telefónicas en 2017, un dramático incremento en el espionaje, en relación con los 151 millones de 2016.
El viernes 18 de mayo diez personas murieron en otro tiroteo en una escuela estadounidense. Foto: AP
Estas son apenas algunas de las violaciones de esos derechos políticos y civiles de los ciudadanos estadounidenses, de las legislaciones que privilegian a un Gobierno y un sistema de los ricos y para los ricos, y mucho pudiera decirse sobre las presiones, torceduras de brazo, sanciones unilaterales, agresiones, guerras e intervenciones militares que ponen en entredicho su autotorgado papel de Estado perfecto, capaz de juzgar y sancionar a otros, y cerrar los ojos ante sus macroproblemas y enormes defectos.
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