Francisco Arias Fernández
“Donald Trump ha sido tan horrible como lo esperábamos: día a día
sigue demostrando que no está preparado para el cargo, ni moral ni
intelectualmente. Además, resulta que el Partido Republicano —incluidos
los llamados “moderados”— es aún peor de lo que uno podría esperar. En
este momento, es evidente que el partido está compuesto en su totalidad
de esbirros cínicos, dispuestos a vender cada uno de sus principios —y
cada fibra de su propia dignidad— siempre y cuando sus donantes obtengan
grandes beneficios fiscales”
.
No todos los días un medio de la denominada gran prensa
estadounidense es tan explícito, categórico y desenfadado como lo ha
sido el pasado 27 de diciembre el influyente diario The New York Times,
al analizar cómo concluye el primer año del magnate en la Casa Blanca y
qué hace falta hacer para restaurar los valores básicos de Estados
Unidos.
“Muchos de nosotros empezamos 2017 esperando lo peor. Y, de distintas
maneras, nos tocó lo peor”, así comienza su artículo Paul Krugman que
no es un comentarista cualquiera ni un furibundo opositor de Trump.
Sus artículos quincenales en la página de opinión del New York Times desde el año 2000, lo ha convertido, en opinión del Washington Monthly,
en “el más importante columnista político en Estados Unidos… ha estado
casi solo analizando los más importantes hechos políticos recientes, los
descosidos tejidos de los intereses de las corporaciones, clases y
partidos políticos, en medio de los cuales sobresale la administración
de Bush”.
El analista que evalúa a Trump es profesor de Economía y Asuntos Internacionales en la Universidad de Princeton, profesor centenario en Escuela de Economía y Ciencia Política de Londres, académico distinguido de la unidad de estudios de ingresos Luxembourg en el Centro de Graduados de City University de Nueva York (CUNY).
Además es Premio Príncipe de Asturias en Ciencias Sociales en el 2004 y
Premio Nobel de Economía en 2008, por sus contribuciones a la Nue
Teoría del Comercio y la Nueva Geografía Económica.
Krugman asegura que aunque les ha tocado lo peor con Trump en el
2017, está terminando el año “con una sensación de esperanza, porque
decenas de millones de estadounidenses se han mostrado a la altura de la
situación. Estados Unidos aún podría convertirse en otra Turquía o
Hungría: un Estado que preserva las formas de la democracia, pero en la
práctica se ha vuelto un régimen autoritario. Sin embargo, no pasará con
facilidad, o no sucederá tan pronto como muchos de nosotros lo
estábamos temiendo”
.
Refiere que mientras tanto, los medios conservadores “han renunciado
hasta a la pretensión de hacer periodismo verdadero y se han vuelto
órganos descarados de la propaganda del partido en el poder”.
Agrega que a inicios de este año, el comentarista David Frum advirtió que el deslizamiento hacia el autoritarismo sería imparable
“si la gente se retira a su vida privada, si los críticos se hacen
escuchar menos, si el cinismo se vuelve endémico”. Pero, afirma que
hasta ahora, eso no ha sucedido.
“Lo que hemos visto en cambio es el surgimiento de una resistencia
muy activa. Esta se hizo visible prácticamente desde el día que Trump
asumió la presidencia, con las enormes marchas de las mujeres que
tuvieron lugar el 21 de enero, las cuales hicieron que las diluidas
multitudes de la inauguración parecieran ridículas. Si la democracia
estadounidense sobrevive a este terrible episodio, voto porque hagamos
que los sombreros rosas del Proyecto Pussyhat se vuelvan el símbolo de la liberación del mal”.
Los sombreros rosas del citado proyecto invadieron la capital
estadounidense y otras 616 manifestaciones anti-Trump a lo largo de
EE.UU. a finales de 2016, en el que participaron más de medio millón de
personas para demandar justicia social y derechos humanos, ante los
anuncios del entonces mandatario electo en materia racial, de género, la
inmigración y la asistencia sanitaria.
Agrega el artículo que “la resistencia continuó con la gente en los
ayuntamientos que confrontó a los legisladores republicanos cuando
intentaron derogar la Ley de Atención Médica Asequible (Obamacare). Y,
en caso de que alguien se haya preguntado si las multitudes anti-Trump y
las encuestas negativas relacionadas con Trump se traducirían en acción
política, una serie de elecciones especiales —las cuales fueron la
culminación de una gigantesca ola democrática en Virginia y una derrota
sorpresiva e impactante en Alabama— ha disipado ese tipo de dudas”.
Krugman reconoce que pese a su optimismo, Estados Unidos sigue
estando “bajo un peligro mortal” y se requiere la movilización.
Argumenta que “los republicanos aún controlan toda la influencia del
poder federal y nunca habíamos sido gobernados por personas menos
confiables en toda la historia de nuestra nación”.
Añade que “es evidente que esto va dirigido al mismo Trump, quien
claramente es un remedo de dictador que no tiene el más mínimo respeto
por las normas democráticas. Sin embargo, también va hacia los
republicanos en el Congreso, quienes han demostrado una y otra vez que
no harán nada para limitar las acciones del mandatario. Lo han
respaldado mientras utiliza su cargo para enriquecerse él y a sus
compinches, mientras fomenta el odio racial e intenta realizar una purga
en cámara lenta del Departamento de Justicia y del FBI”.
Le preocupa la metamorfosis de ciertos legisladores republicanos y
la tendencia a la alianza mafiosa. “De hecho, ha habido una extraña
dinámica en los últimos meses: mientras más terribles se vean las cosas
para Trump, más cercanos se unirán los republicanos a su alrededor. Uno
podría haber esperado que las recientes derrotas electorales dieran un
poco más agallas a los republicanos moderados. En cambio, senadores como
John McCain y Susan Collins, quienes habían sido elogiados ampliamente
por haber resistido el intento de derogación del Obamacare durante el
verano, aceptaron de forma sumisa un proyecto de ley fiscal de una
abominación monstruosa”.
Señala como otra evidencia que la investigación sobre la supuesta
confabulación a favor de Trump durante las elecciones “no ha persuadido a
ningún republicano prominente a tomar una postura, salvo que ya fuera
anti-Trump desde antes. Por el contrario, hemos visto a críticos de otro
tiempo, como Lindsey Graham, volverse aduladores serviles que promueven las propiedades de Trump“.
“Así que no podemos contar con las conciencias de los republicanos
para protegernos. En particular, debemos ser realistas sobre los
posibles resultados de la investigación de Robert Mueller.
La apuesta más segura es que, sin importar qué encuentre Mueller, qué
tan condenatorio sea y qué haga Trump —aunque involucre una descarada
obstrucción de la justicia—, las mayorías republicanas en el congreso
apoyarán a su presidente y seguirán alabándolo”, afirma Krugman
.
Concluye que “en otras palabras: mientras los republicanos dominen el
congreso, los controles y balances constitucionales son, en efecto,
leyes en desuso”.
Considera que todo recae en el pueblo estadounidense y dirá la última
palabra en los próximos comicios congresionales.”Es probable que otra
vez tenga que levantar su voz en las calles. Y por supuesto que tendrá
que hacer sentir su peso en las casillas electorales”.
Augura que será difícil, porque “el juego está completamente
amañado”. “Recuerden: Trump perdió el voto popular, pero terminó de
todas formas en la Casa Blanca y las elecciones intermedias estarán
lejos de ser justas. El fraude electoral y la concentración de los
votantes con tendencias democráticas en los distritos urbanos han creado
una situación en la cual los demócratas podrían ganar una gran mayoría
de los votos y aun así no lograr asumir el control de la Cámara de
Representantes”.
Respecto a las próximas elecciones estima que “incluso si los
votantes se levantaran de forma eficaz en contra de la gente horrible
que se encuentra en el poder en este momento, aún falta mucho para
restaurar los valores básicos de Estados Unidos. Nuestra democracia
necesita dos partidos decentes y en este momento el Partido Republicano
parece ser irreparablemente corrupto”
.
Concluye el The New York Times que “en el mejor panorama posible, se
necesitará una larga lucha para volver a ser la nación que se supone
deberíamos ser. Sin embargo, como ya lo había mencionado, tengo mucha
más esperanza de la que tenía hace un año. Estados Unidos aún no está
perdido”.
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