23/08/2017
“Celebran en Cuba aniversario de la oficialista Federación de Mujeres
fundada por Vilma Espín”, reiteran como titular medios internacionales de prensa
y puede leerse una y otra vez a través de la red social Twitter. Y viene a mi
mente cuánto de mala intención se cierne todos los días en titulares así y en
ese adjetivo que resaltan una y otra vez: “oficialista”.
Entonces recapacito, medito por unos instantes y pienso en cuánto de
orgullo siente una mujer cubana en días como estos en los que efectivamente, sí
celebramos, y mucho nos toca celebrar, por sentir orgullo, un orgullo sano que
nos llena de alegría y nos renueva las energías para seguir porque ser mujeres,
ser cubanas y ser miembros de la FMC es defender nuestro propio
derecho a la vida.
La mujer cubana siempre ha asumido grandes compromisos, riesgos, ha sido
fuerte y batalladora, diría mi abuelo que heroicas y obstinadas, valientes y
emprendedoras como pocas y que hemos cruzado líneas que mucho tiempo atrás
parecían imposibles. Un amigo cercano nos define siempre como hermosas,
sencillamente hermosas, de muchas formas y en la fuerza de esa belleza —que no
necesariamente es física— se encierra una actitud optimista que ponemos por
encima de cualquier sacrificio.
Lo cierto es que nos antecede una hermosa historia de sangre y dolor, que
nos dio la dignidad para no amedrentarnos y tener siempre la cabeza erguida,
defender lo que creemos y levantar voces y brazos, desde la manigua redentora,
la lucha clandestina, la palabra y el papel, el voto popular y el deseo de ser
útiles, construir una sociedad lo más justa posible en la que creemos y esparcir
solidaridad en el mundo porque ante todo confiamos en el ser humano que ayudamos
todos los días a formar.
Escudriñando papeles me reencuentro con algunas cifras que hablan por sí
solas: se estima que en Cuba hoy más del 44 por ciento de los hogares
son encabezados por mujeres, somos el 48 por ciento de la fuerza
laboral del país en el sector estatal y civil, y hasta el 35 por ciento de los
trabajadores por cuenta propia. Y si de empleo se trata: representamos el 66 por
ciento de los profesionales y técnicos, el 81.9 por ciento de los profesores,
maestros y científicos, el 78.5 por ciento de la fuerza laboral en sectores como
la salud y el 53.5 por ciento de los investigadores del sistema de ciencia y
tecnología.
Sé que las cifras no siempre lo dicen todo y suelen ser abrumadoras, pero
emplearlas es también ser lo más objetivos posibles en tiempos en los que no
siempre, lo más importante, no es el numero en sí, sino las valoraciones que nos
permiten realizar de nuestro entorno, de esas cosas que no siempre pueden
apreciarse a simple vista. Por eso retomo otras: solo en el sector educacional,
las mujeres cubanas somos más del 65 por ciento de los graduados universitarios
del país y del personal docente de la Educación Superior, además del 66 por
ciento de los egresados de la enseñanza técnica profesional.
Claro, eso solo es posible en un país en Revolución, en el que las féminas
somos parte indispensable de ese proceso transformador permanente, de ese
consenso social y de articulación que logramos estando en todas las esferas de
la vida del país con igualdad de derechos y condiciones. Una Revolución, una
sociedad imperfecta, llena de desafíos, pero que vela porque el 99 por ciento de
los partos se realicen en instituciones médicas, que la mortalidad materna sea
del 20 por ciento por cada 100 000 nacidas vivas y que exista un programa de
vacunación que alcance una cobertura del 99.5 por ciento de nuestros
niños.
Cuba es
el primer país del mundo que logró eliminar la transmisión de madre a hijo del
VIH y la sífilis , pues la prevalencia de estas enfermedades
en mujeres de 15 a 49 años es apenas del 0.1 por ciento. Somos aproximadamente
el 50,1 por ciento de nuestra población y la esperanza de vida al nacer es de 80
años.
Pero hablemos también de otros sectores no menos trascendentales. Las
mujeres somos hoy el 77,8 por ciento de los fiscales del país, más del 71 por
ciento de los presidentes de los tribunales provinciales y jueces profesionales
y el 66 por ciento de los jueces del Tribunal Supremo. Y hay más: de los 199
centros de investigaciones científicas de todo el territorio nacional, 48 son
dirigidos por mujeres.
¿Y qué decir de las mujeres y la política? Cuba ocupa el cuarto lugar en el
mundo de mujeres con escaños en el Parlamento con más del 48 por ciento de
ellos, además de 2 de los 3 máximos cargos de este. Hoy tenemos 9 presidentas de
Gobiernos Provinciales, 8 ministras, 42 viceministras, 13 mujeres miembros del
Consejo de Estado y 2 vicepresidentas.
Aunque tenemos derecho al voto desde 1934, gracias al accionar y
organización de nuestras mujeres en torno a nuestra FMC, Cuba fue el primer país
en firmar y el segundo en ratificar la Convención sobre la Eliminación de Todas
Las formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW) y existe un Plan de Acción
Nacional de Seguimiento a la IV Conferencia Mundial de la ONU sobre la Mujer
mediante el cual ya se han realizado 3 Seminarios de Evaluación.
Más de 4 millones de mujeres se agrupan en la FMC, considerada una ONG con
status consultivo que ha garantizado también la defensa de los derechos sexuales
y reproductivos de la mujeres, incluida la elección libre y responsable sobre su
fecundidad, el derecho de hombres y mujeres a disfrutar de los servicios
necesarios para la planificación familiar y la posibilidad de compartir la
licencia de maternidad retribuida por un año.
Como periodista al fin, vuelvo a las redes, a los titulares del día, casi
segura de que ni una sola de estas cifras será noticia —y mucho menos realzada,
replicada— por los mal llamados “grandes medios de comunicación” del mundo.
Ellos tratarán de buscar las manchas del sol. Algunos quizás digan que nosotros
tratamos de ocultarlas. Qué lejos están de ser objetivos y veraces.
Las mujeres cubanas sabemos bien que nos queda mucho camino por andar, que
tenemos un profundo compromiso con lo que nos legaron, lo que hemos construido y
lo que debemos seguir cosechando para el futuro. No se trata de vanaglorias, se
trata de sentirnos legítimamente orgullosas —como nos diría nuestro líder Fidel
Castro— no de lo que recibimos, sino de lo que somos capaces de forjar y crear
en nosotras mismas y para los demás.
Casi amanece, es 23 de agosto y una voz me despega de estas letras. “Mamá,
¿estás ahí?”, dice mi pequeño hijo, y entonces acudo a él para darle los buenos
días y el abrazo de siempre justo antes de ir al trabajo y él quede al cuidado
de su abuela en estos días de vacaciones escolares. Pronto estará de nuevo en
sus andanzas de estudiante de la enseñanza primaria y yo me ratifico ese otro
rol que asumimos las mujeres como el más grande y hermoso de los retos: el de
ser madres, abuelas, hermanas, amas de casa, esposas, a la vez que científicas,
medicas, maestras, campesinas, constructoras, abogadas, ingenieras, arquitectas,
técnicas, artistas, dirigentes políticas, periodistas y tantas otras
cosas.
Las mujeres cubanas somos la Revolución misma, nos han dicho siempre, el
motor propio de esta gran nave que es Cuba, que es la humanidad y a las que nos
unen demasiadas causas nobles que fortalecer y defender, también heridas por
sanar, para ser mejores. A nuestra FMC le debemos mucho de eso, y a esa estirpe
que según mi abuelo, nos permite tener un millón de razones para alzarnos todos
los días, como Marianas.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario