viernes, 5 de mayo de 2017

Historias de la Lucha contra bandidos: Osvaldo Ramírez me llenó la cabeza de humo



Por: Israel Hernández Álvarez

Osvaldo Ramírez interpretado por el actor Roque Moreno. Foto: TVC
Osvaldo Ramírez interpretado por el actor Roque Moreno. Foto: TVC

Cuando se sentó frente a Raúl Menéndez Tomassevich y Aníbal Velás, altos oficiales de la Lucha Contra Bandidos (LCB), Pancho el Grande fue más que elocuente: “Si me montan en ese aparato —un helicóptero militar que jamás había tenido ante sus ojos—, yo voy a decirles el lugar exacto donde se encuentran Osvaldo Ramírez y su gente”, les prometió.

Filiberto Cabrera Carrazana, Filo o Pancho el Grande, fallecido hace algunos años en Condado, fue por aquellos tiempos el colaborador de alzados más buscado por los órganos de la Seguridad del Estado, que andaban tras la pista del último eslabón de la complicada red de información y suministro creada por el Comandante de bandidos en un área de 200 kilómetros cuadrados extendida desde el mar Caribe hasta el Escambray profundo
.
Tal y como ha recreado en sus más recientes capítulos la serie LCB: la otra guerra, fue otro colaborador de bandas conocido por G-2 quien aportó la información clave para localizar a Filiberto Cabrera (Pedro el Grande en la teleserie, interpretado por el actor Michaelis Cué), que a la postre resultó determinante para la ubicación y captura de Osvaldo Ramírez y sus hombres.

Escambray desempolva de sus archivos la entrevista titulada originalmente “La Seguridad cortó la cadena”,* realizada a Pancho el Grande en ocasión del aniversario 40 de la victoria contra el bandidismo.

La Seguridad cortó la cadena

Triste amanecer para el maestro Conrado Benítez aquel 5 de enero de 1961. Un tiroteo da la señal de que los milicianos están cerca. Los alzados deciden abandonar el lugar, pero antes ejecutan la sentencia. Emilio Carretero, Macario Quintana, el Marinero y Tomás San Gil lo sacan de la improvisada jaula en la que lo tenían prisionero. Le dan golpes, culatazos y lo pinchan con una bayoneta. Un hilo de sangre corre desde un oído del adolescente; su nariz está fracturada y el rostro, inflamado por las golpizas. Algunas de sus costillas han quebrado. Por si fuera poco cortan sus genitales.

Después de colocada la soga al cuello, el jefe ordena que la halen. El cuerpo del joven es suspendido y bajado a cortos intervalos prolongándose así la agonía en el momento de la muerte, la que comparte con el campesino Heliodoro Rodríguez, al que también torturan sin clemencia
.
Esa “proeza” de la banda de Osvaldo Ramírez García, la más numerosa y agresiva de las que actuaron en las montañas del Escambray en la primera mitad de la década del 60 del pasado siglo, estremeció al pueblo cubano.

Otras “hazañas” de este cabecilla y su gente igualmente enlutaban a hogares y diseminaban el miedo entre moradores de los intrincados parajes del macizo escambraico, por ello algunos campesinos analfabetos, con poca información y confundidos se convirtieron en colaboradores de la contrarrevolución.

Transcurrían los días y se iban conociendo nuevos crímenes de los malhechores. La CIA realizaba planes con el propósito de destruir la Revolución y en  sus intentos concibió lanzar una invasión a Cuba a principios de 1961, la que no pudo ejecutar hasta abril y fue derrotada en menos de 72 horas. Previamente desarrolló la Operación Silencio, consistente en abastecer de armas y otros pertrechos a sus mercenarios en el grupo montañoso de Guamuhaya, pero de poco le valieron sus esfuerzos.

La dirección de las Fuerzas Armadas Revolucionarias realizó la Operación Jaula, puesto que el Escambray fue cerrado en esa forma. Unos 80 batallones de milicias, integrados por 60 000 hombres, se movilizaron hacia ese macizo. El intenso trabajo desplegado por la Seguridad del Estado y las operaciones llevadas a cabo por el Ejército Rebelde y los milicianos permitieron localizar la concentración de las bandas y en particular la de Osvaldo, quien en ocasiones burlaba al Ejército, por lo que algunos habitantes del escarpado lomerío comenzaron a endiosarlo en supersticiosas conversaciones.

Además de las características topográficas de la zona, era evidente que personas conocedoras de esos sitios ayudaban al jefe de bandidos. Por eso lograba evadir la persecución de las milicias y del Ejército Rebelde. Pero la Seguridad no cesó hasta ubicarlo con exactitud en la zona de San Ambrosio en abril de 1962.

Un colaborador muy buscado

Feliberto Cabrera Carrazana fue uno de los colaboradores de bandidos más buscados por la Seguridad. Sus declaraciones resultaron claves para descubrir el lugar donde se encontraba la banda de Osvaldo y poder aniquilarla.
Pancho El Grande reconoció haber sido engañado por Osvaldo Ramírez y los bandidos. Foto: Roberto Rivero/ Escambray
Pancho El Grande reconoció haber sido engañado por Osvaldo Ramírez y los bandidos. Foto: Roberto Rivero/ Escambray

“Yo conocía a Osvaldo desde que él estaba de jefe del Puesto de Caracusey porque le vendía algunos productos. Al alzarse me fue a ver a mi casa, allá en Ceiba de Hoyo Pinto, en la zona de Méyer. Me dijo que el comunismo era un fantasma y que Fidel había traicionado al pueblo de Cuba porque tenía ansias de poder; me llenó la cabeza de humo. Yo, sin nivel cultural, llegué a creerle y por eso me convertí en colaborador suyo”.

Han pasado más de cuatro décadas de aquellos días. Pancho el Grande, como lo bautizaron los bandidos en forma de burla por su pequeña estatura, cuenta con 83 años y recuerda momentos entre los contrarrevolucionarios.

“Un día Osvaldo me mandó a buscar y demoré un rato porque estaba trabajando. Cuando llegué me insultó y expresó que a él nadie le ponía rabo. Le expliqué que estaba chapeando, pero no entendía. ‘Si todo el mundo chapea —me gritó—, ¿dónde nos vamos a esconder?’. Entablamos una fuerte discusión, la suerte fue que un alzado me haló por un brazo y me llevó hasta una cañada. ‘¿Tú estás loco? —me dijo—, ¿cómo vas a discutir con ese hombre? ¿No ves que está borracho y es capaz de matarte o mandar a matarte’?”.

Durante varios meses este campesino fue práctico de aquella gente y cada vez cumplía más órdenes. En unas operaciones fueron capturados algunos bandidos que dieron referencia de los colaboradores, quiénes movían a Osvaldo en “cadena”, es decir, uno lo llevaba hasta un punto y otro continuaba guiándolo. Eso fue lo que le ayudó a sobrevivir.

Si me montan en el helicóptero, yo les digo dónde está

Al capturarse la banda de Noel Peña, este comienza a hablar de la “cadena” que movía a Osvaldo. También se refirió a un tal G-2 que conocía la misma y dijo que vivía en Trinidad, cerca de un garaje. Inmediatamente oficiales y agentes de la Seguridad siguen la pista hasta dar con el mencionado contacto del jefe máximo de los alzados. Al principio no quería confesar, pero luego dijo todo y por él se supo que Pancho el Grande era el principal eslabón.

“Cuando me detiene la Seguridad —relata Pancho el Grande— me llevan ante Raúl Menéndez Tomassevich y Aníbal Velás, oficiales de la Lucha Contra Bandidos. Hablaron mucho conmigo, me explicaron que la Revolución se había hecho para ayudar a los campesinos y a los pobres, me pidieron que fuera sincero.

“Les manifesté que estaba dispuesto a declarar, pero que antes quería ver a Delfín Marcos porque los alzados decían que la Seguridad lo había cogido preso y luego lo fusiló a pesar de haber declarado. Me lo presentaron y me dijo que yo debía colaborar como lo había hecho él porque se dio cuenta de que los bandidos lo habían engañado. Me convencí de que tenía razón”.

Pancho el Grande dio las coordenadas exactas, incluso participó como práctico. “Les pregunté que si desde un helicóptero se podía ver bien hacia abajo. Me respondieron que sí; entonces les expresé: si me montan en ese aparato yo voy a decirles el lugar exacto donde se encuentran Osvaldo y su gente. Desde arriba les indiqué por dónde debía ir el cerco… Luego aterrizamos y seguimos a pie. No los encontramos, pero al tercer día se establece el combate en unos aromales. De ese primer choque salen corriendo y dejan las mochilas y un sombrero que identifiqué como el de Osvaldo.

“Se hizo de noche, por lo que continuamos la operación al otro día. Los tiros estaban satos. Al poco rato alguien da la noticia de que el jefe de la banda había muerto, y así fue”.

El parte al Comandante Juan Almeida Bosque confirmaba la información: “…el lunes 16 de abril, alrededor de las 13 horas, se origina un nutrido tiroteo en la zona del Quemado, situada entre Ocuje y El Lumbre, resultaron muertos Osvaldo Ramírez García, titulado Comandante en Jefe del Ejército de Liberación Nacional, y otros bandidos”.

Se rompía de esa forma el mito sobre el cabecilla del Escambray, de quien se decía que siempre escapaba a los cercos, que aparecía dando órdenes vestido de militar, de campesino o de mujer.
Detrás han quedado aquellos episodios de crímenes y monstruosidad. El bandidismo fue exterminado, pero en la memoria de muchos, sobre todo de los familiares de decenas de víctimas, están los recuerdos de los actos de terror y crueldades que cometieron.
La lucha contra el bandidismo se extendió desde el mismo 1959 hasta 1965.
La lucha contra el bandidismo se extendió desde el mismo 1959 hasta 1965.
(Tomado de Escambray)

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