jueves, 16 de febrero de 2017

Oferta y demanda: hablar mal de #Cuba.


Oferta y demanda: hablar mal de Cuba. Por Víctor Angel Fernández 

Por Víctor Angel Fernández

Aunque hacia lo interno se han puesto de moda en tiempos recientes, los términos que inician el título, son viejos conocidos en ese mundo comercial que desde épocas remotas rodea al ser humano. Variantes que van desde el yo ofrezco lo que Usted necesita, o el sumun de que, Usted necesita —no le queda más remedio— lo que yo ofrezco, son opciones de mercadeo diario.

Pero, en relación con Cuba, desde el mismo año 1959, todas aquellas personas que decían “escapar” de la “dictadura castrista” y que obviamente tenían como primer destino el vecino norteño, se han dedicado a ofrecer lo que la demanda y los que bien pagan, solicitan.

Dejemos claro un par de términos.

Escapar. Palabra muy utilizada en estas declaraciones. Hay que reconocerlo, fue realidad para los que desde la misma madrugada del primero de enero de 1959, se montaron en el grupo selecto de los tres o cuatro aviones. Esos escaparon de las cuentas que debían rendir, no sólo las monetarias, sino la de los veinte mil muertos que costó el llegar a ese inicio de año. A ellos que realmente escaparon, valga la repetición, ni en juego les ha pasado por sus mentes cualquier variante relacionada con el regreso, para visitar familiares y comprobar cómo van las cosas.

El otro término es el de dictadura. Los que han sido perseguidos en las dictaduras existentes en la historia de la humanidad, también con real peligro para la vida de ellos o de sus familiares, los de Somoza, Stroessner, Batista o Pinochet, no pasaban cada año un par de semanas en Viña del Mar, llevaban la necesaria pacotilla y mucho menos, disfrutaban del sol caribeño en las arenas de Varadero o Guardalavaca. Muchos de los que escaparon de esas conocidas dictaduras, cuando regresaron, fue con un arma en las manos y forman parte del martirologio histórico de esta América nuestra.

Con la Cuba actual es diferente, aunque la mayoría de los que emigran no lo hacen por razones políticas y muchos ven a su país con respeto y hasta con admiración, el que se va tiene asignada una cuota de hablar, unos logran evadirla pero otros la sobrecumplen.

Ese día descubren, con transmisión mediática incluida, que el transporte urbano no funciona, que en el mercado te roban o que las calles necesitan reparación. La única conclusión posible, pensando en serio y en broma, es aquella de que las cosas con una perspectiva lejana, ofrecen un ángulo de visión mayor. ¡Ah!… Antes de que se me olvide… A esas declaraciones le suman el conocido estribillo: sólo en Miami, tierra de libertad, han podido hablar de esos problemas… ¡Le zumba la berenjena!
Usted se quiere ir para Estados Unidos o para Cisjordania. Es un problema suyo. No le gusta nuestro proyecto social. Es un problema de cada cual. Pero cuando se trata de Cuba, las tarifas por palabras suben de nivel.

Me gusta recordar a tres conocidas artistas, de las cuales ni siquiera son necesarios los nombres. Una, primero decidió solicitar la nacionalidad venezolana de su padre. Irse a vivir allá y todo sin problema. Las cosas no le fueron bien y decidió, años después, dar el salto hacia el norte. Al llegar al aeropuerto, sus declaraciones están impresas, con lágrimas y abrazos incluidos: 

1.- La clásica: Llego aquí huyendo del comunismo. Sería del comunismo venezolano de aquellos tiempos, pues ya ni siquiera era ciudadana nuestra.

2.- En Cuba yo era perseguida. Esta no puede faltar.

3.- En Cuba “no se divulgaban mis canciones”. Hay que tener gandinga para decir que sus canciones no se divulgaban. Si hasta Radio Reloj repetía la letra de Herida, como decía la sátira del Conjunto Nacional de Espectáculos.

La otra, mismo camino, distinto país. En este caso desde Colombia. Vivió allí cuanto quiso y el día que decidió partir hacia Miami, dejando incluso colgado a su grupo acompañante, ¿cuáles fueron sus declaraciones? Ya ustedes las saben: Huída, persecución y no divulgación.

Está la anécdota (o quizás la fábula) de una tercera junto a su hija, que decidieron presentarse en la frontera por México. Estaba tan relacionada con el cacareado “oficialismo cultural” cubano que las devolvieron y ni siquiera los guardianes de la frontera creyeron su cuento. Un teléfono. Una llamada a su ex marido residente norteño. Un viaje rápido de este y un consejo para la historia: Déjense de comer mierda. Vuelvan al punto de la frontera y hablen de la persecución política a que son sometidas en Cuba. Eso no falla. Es cierto. No falló.

De ahí en lo adelante, ellas y otro grupo por el estilo, se dedicaron a engordar y repetir la vieja cantaleta. Lo divertido, es que más de uno, de cuando en cuando se da su saltico “al infierno”. Vienen de incógnito a “jugarse la vida” en las “traicioneras” y soleadas arenas de Varadero, beber el venenoso Mojito y el no menos dañino y atormentador Daiquirí. Algunos, incluso, son sometidos a la máxima tortura en ese riesgoso viaje: se ven obligados a fumarse un Cohíba especial. Todo esto asumido en aras de la libertad del pueblo cubano.

No podemos olvidar, en este caso desde adentro, a aquel, no artista del espectáculo, pero sí de la simulación, que casi lloró, pues en esta tierra caribeña, oprimida y sin derechos, un joven no sabría cuándo poder a visitar la mítica escuelita de La Higuera, en Bolivia. ¿Recordará estas palabras que le lanzaron al mundo de la fama, luego de tanto hablar tarifado?

No hay que olvidar a los profesionales de la palabra o de la escritura, quienes tratan de esconder sus críticas dentro de las posibilidades mediáticas que ofrecen las tecnologías informáticas. ¡Oh bendito y sagrado Facebook. Dios te tenga en el Twitter y el Blog de la Gloria! Las teológicas 40 monedas, hoy son billetes verdes, tarjetas magnéticas y cuños de visado, para cursos dirigidos a personas “criticas de su gobierno”. Aunque en ellos no se ofrezcan opciones a los ocupas de Wall Street o de las plazas españolas. Obvio, la crítica a premiar no es de ese tipo.

Son personas que en muchos casos aquí en el verde caimán, ni siquiera hablaban. En otros casos, se pegaban todo lo que podían al jamón (que esa posición nunca ha dejado de existir). Su mundo se dividía entre la televisión más ligera y algo de deportes: los Yanquis, el Barcelona o el Madrid. Un día dan el salto de las 90 millas y por obra gracia de la colección de padres fundadores en impresos rectangulares, se convierten en los más profundos analistas. ¿Su discurso? Cuatro palabras: En Cuba hay problemas.

Lo más triste de todo esto, es la cantidad de personas, incluso desde dentro, que cumpliendo la parte de la demanda, consumen estos “productos” y hasta un día llegan a la oficina y te dicen, así, a rajatabla y para que todos lo oigan: tengo las últimas declaraciones de fulanita o fulanito, en el mismo aeropuerto de Miami.
Entonces, ¿no se dice que la dictadura cubana no permite hablar?

Tomado de La Pupila Insomne

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