Por Víctor Angel Fernández
Aunque hacia lo interno se han puesto de moda en
tiempos recientes, los términos que inician el título, son viejos
conocidos en ese mundo comercial que desde épocas remotas rodea al ser
humano. Variantes que van desde el yo ofrezco lo que Usted necesita, o el sumun de que, Usted necesita —no le queda más remedio— lo que yo ofrezco, son opciones de mercadeo diario.
Pero, en relación con Cuba, desde el mismo año
1959, todas aquellas personas que decían “escapar” de la “dictadura
castrista” y que obviamente tenían como primer destino el vecino
norteño, se han dedicado a ofrecer lo que la demanda y los que bien
pagan, solicitan.
Dejemos claro un par de términos.
Escapar. Palabra muy utilizada en estas
declaraciones. Hay que reconocerlo, fue realidad para los que desde la
misma madrugada del primero de enero de 1959, se montaron en el grupo
selecto de los tres o cuatro aviones. Esos escaparon de las cuentas que
debían rendir, no sólo las monetarias, sino la de los veinte mil muertos
que costó el llegar a ese inicio de año. A ellos que realmente
escaparon, valga la repetición, ni en juego les ha pasado por sus mentes
cualquier variante relacionada con el regreso, para visitar familiares y
comprobar cómo van las cosas.
El otro término es el de dictadura. Los que han
sido perseguidos en las dictaduras existentes en la historia de la
humanidad, también con real peligro para la vida de ellos o de sus
familiares, los de Somoza, Stroessner, Batista o Pinochet, no pasaban
cada año un par de semanas en Viña del Mar, llevaban la necesaria
pacotilla y mucho menos, disfrutaban del sol caribeño en las arenas de
Varadero o Guardalavaca. Muchos de los que escaparon de esas conocidas
dictaduras, cuando regresaron, fue con un arma en las manos y forman
parte del martirologio histórico de esta América nuestra.
Con la Cuba actual es diferente, aunque la mayoría
de los que emigran no lo hacen por razones políticas y muchos ven a su
país con respeto y hasta con admiración, el que se va tiene asignada una
cuota de hablar, unos logran evadirla pero otros la sobrecumplen.
Ese día descubren, con transmisión mediática
incluida, que el transporte urbano no funciona, que en el mercado te
roban o que las calles necesitan reparación. La única conclusión
posible, pensando en serio y en broma, es aquella de que las cosas con
una perspectiva lejana, ofrecen un ángulo de visión mayor. ¡Ah!… Antes
de que se me olvide… A esas declaraciones le suman el conocido
estribillo: sólo en Miami, tierra de libertad, han podido hablar de esos
problemas… ¡Le zumba la berenjena!
Usted se quiere ir para Estados Unidos o para
Cisjordania. Es un problema suyo. No le gusta nuestro proyecto social.
Es un problema de cada cual. Pero cuando se trata de Cuba, las tarifas
por palabras suben de nivel.
Me gusta recordar a tres conocidas artistas, de
las cuales ni siquiera son necesarios los nombres. Una, primero decidió
solicitar la nacionalidad venezolana de su padre. Irse a vivir allá y
todo sin problema. Las cosas no le fueron bien y decidió, años después,
dar el salto hacia el norte. Al llegar al aeropuerto, sus declaraciones
están impresas, con lágrimas y abrazos incluidos:
1.- La clásica: Llego aquí huyendo del comunismo.
Sería del comunismo venezolano de aquellos tiempos, pues ya ni siquiera
era ciudadana nuestra.
2.- En Cuba yo era perseguida. Esta no puede faltar.
3.- En Cuba “no se divulgaban mis canciones”. Hay
que tener gandinga para decir que sus canciones no se divulgaban. Si
hasta Radio Reloj repetía la letra de Herida, como decía la sátira del
Conjunto Nacional de Espectáculos.
La otra, mismo camino, distinto país. En este caso
desde Colombia. Vivió allí cuanto quiso y el día que decidió partir
hacia Miami, dejando incluso colgado a su grupo acompañante, ¿cuáles
fueron sus declaraciones? Ya ustedes las saben: Huída, persecución y no
divulgación.
Está la anécdota (o quizás la fábula) de una
tercera junto a su hija, que decidieron presentarse en la frontera por
México. Estaba tan relacionada con el cacareado “oficialismo cultural”
cubano que las devolvieron y ni siquiera los guardianes de la frontera
creyeron su cuento. Un teléfono. Una llamada a su ex marido residente
norteño. Un viaje rápido de este y un consejo para la historia: Déjense
de comer mierda. Vuelvan al punto de la frontera y hablen de la
persecución política a que son sometidas en Cuba. Eso no falla. Es
cierto. No falló.
De ahí en lo adelante, ellas y otro grupo por el
estilo, se dedicaron a engordar y repetir la vieja cantaleta. Lo
divertido, es que más de uno, de cuando en cuando se da su saltico “al
infierno”. Vienen de incógnito a “jugarse la vida” en las “traicioneras”
y soleadas arenas de Varadero, beber el venenoso Mojito y el no menos
dañino y atormentador Daiquirí. Algunos, incluso, son sometidos a la
máxima tortura en ese riesgoso viaje: se ven obligados a fumarse un
Cohíba especial. Todo esto asumido en aras de la libertad del pueblo
cubano.
No podemos olvidar, en este caso desde adentro, a
aquel, no artista del espectáculo, pero sí de la simulación, que casi
lloró, pues en esta tierra caribeña, oprimida y sin derechos, un joven
no sabría cuándo poder a visitar la mítica escuelita de La Higuera, en
Bolivia. ¿Recordará estas palabras que le lanzaron al mundo de la fama,
luego de tanto hablar tarifado?
No hay que olvidar a los profesionales de la
palabra o de la escritura, quienes tratan de esconder sus críticas
dentro de las posibilidades mediáticas que ofrecen las tecnologías
informáticas. ¡Oh bendito y sagrado Facebook. Dios te tenga en el
Twitter y el Blog de la Gloria! Las teológicas 40 monedas, hoy son
billetes verdes, tarjetas magnéticas y cuños de visado, para cursos
dirigidos a personas “criticas de su gobierno”. Aunque en ellos no se
ofrezcan opciones a los ocupas de Wall Street o de las plazas españolas.
Obvio, la crítica a premiar no es de ese tipo.
Son personas que en muchos casos aquí en el verde
caimán, ni siquiera hablaban. En otros casos, se pegaban todo lo que
podían al jamón (que esa posición nunca ha dejado de existir). Su mundo
se dividía entre la televisión más ligera y algo de deportes: los
Yanquis, el Barcelona o el Madrid. Un día dan el salto de las 90 millas y
por obra gracia de la colección de padres fundadores en impresos
rectangulares, se convierten en los más profundos analistas. ¿Su
discurso? Cuatro palabras: En Cuba hay problemas.
Lo más triste de todo esto, es la cantidad de
personas, incluso desde dentro, que cumpliendo la parte de la demanda,
consumen estos “productos” y hasta un día llegan a la oficina y te
dicen, así, a rajatabla y para que todos lo oigan: tengo las últimas
declaraciones de fulanita o fulanito, en el mismo aeropuerto de Miami.
Entonces, ¿no se dice que la dictadura cubana no permite hablar?
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