La última encuesta sobre las elecciones que el próximo martes
8 debe movilizar a los ciudadanos de Estados Unidos es categórica: la
inmensa mayoría de los votantes, el 82 por ciento, está disgustado con
la campaña que enfrentó a la demócrata Hillary Clinton y al republicano
Donald Trump. Consideran, además, que ninguno será capaz de unir a los
estadounidenses después de la elección, lo que corrobora que es una
nación dividida. El sondeo fue realizado por los influyentes New York
Times/CBS News.
Otra encuesta, la del WashingtonPost/ABC News tampoco es halagüeña
hacia los contendientes, quienes han invertido los días finales de la
campaña en visitar los estados que son decisivos para poder acceder a la
Casa Blanca porque suministran una tajada mayor de votos electorales y
con ellos poder llegar a los 270 necesarios para ser llamado «Sr.
Presidente» o «Sra. Presidenta».
La Florida está en el cortejo frenético, pues es mínima la diferencia
que le da «ventaja» a la exsecretaria de Estado, y ambos la visitaron
este sábado, haciendo promesas.
Trump no se quedó chiquito con un discurso proteccionista, cuando
dijo que impondrá impuestos del 35 por ciento a aquellas empresas
estadounidenses que despidan a trabajadores y se van al extranjero para
luego enviar sus productos a Estados Unidos. «El robo de la prosperidad
en Estados Unidos se va a acabar de manera efectiva y rápida», aseguró
en Tampa. Prometió empleos manufactureros.
Clinton, en Pembroke Pines, en un discurso pasado por una copiosa
agua de lluvia que dispersó de inmediato a los escuchas, dijo: «Quiero
ser la presidenta de todos, de aquellos que están de acuerdo conmigo y
de los que no lo están, de los que han votado por mí y de los que no han
votado por mí».
El voto temprano, ejercido por más de 34 millones de personas, parece
que le favorece, pero no se duerme en los laureles que apenas la
cubren, pues Times/CBS prorratea 45 por ciento contra 42 por ciento en
la intención de voto, dejando entrever la incertidumbre que existe.
El Dr. Cornel West, profesor de Religión y Estudios Africanos en la
Universidad Princeton, escribió este sábado en Common Dreams sobre el
poder del gran dinero en las elecciones estadounidenses y certeramente
describió el intríngulis de la situación:
«La característica más alarmante de la melancolía ciudadana en los
Estados Unidos de hoy es el colapso relativo de la integridad, la
honestidad y la decencia —un apagón espiritual innegable de grandes
proporciones. El triste espectáculo de las elecciones presidenciales no
es una sorpresa. Más bien, la catástrofe neofascista llamada Donald
Trump y el desastre neoliberal llamado Hillary Clinton son símbolos
predecibles de nuestro apagón espiritual. Trump desalojó un
establecimiento conservador inerte al desencadenar un feo desprecio por
las élites liberales y los ciudadanos vulnerables de color —y los
principales medios de comunicación siguieron todas las actuaciones
(incluso sus twitters) para obtener ganancias financieras. Clinton puso
al descubierto un establecimiento liberal deshonesto que era injusto
para Bernie Sanders y obsesionado con ganar a cualquier costo— y los
medios de comunicación dominantes pesaron selectivamente por fines
pecuniarios».
El reclamo de «democracia» ha estado en los millones que siguieron a
Bernie Sanders, que quizá vayan a votar —muy frustrados y disgustados—
por Clinton porque el senador se los pidió. Pero, ¿corresponde eso a sus
verdaderos deseos? Todo parece indicar que un porciento nada pequeño de
los estadounidenses quieren cambios en su sistema y profundos.
Uno de ellos apunta a la manera en que se financian los candidatos,
ya sean presidenciales o para el Congreso o cualquier cargo electivo en
EE. UU. Citizens United abrió más aun la puerta al gran dinero, mientras
otros se han manifestado en las calles e intentan lograr algo en las
cortes para que se les cierre la posibilidad a los llamados súper PAC
(Comité de Acción Política) de comprar a los servidores públicos
.
Public Integrity, en abril, cuando ni siquiera estaban decididos los
dos candidatos, reveló que en la carrera presidencial se habían gastado
los entonces numerosos contendientes mil millones de dólares.
Un vistazo a cuánto pueden haber llegado ahora, cuando el dinero ha
corrido a raudales, desmienten aquel legado de Abraham Lincoln de que la
democracia era el «gobierno del pueblo, por el pueblo y para el
pueblo». Esa es la verdad «americana».
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