martes, 20 de septiembre de 2016

Los delfines matanceros se fueron nadando bien

JR da seguimiento a la evolución de los dos ejemplares rescatados el pasado 7 de septiembre en la bahía yumurina

Hugo García

VARADERO, Matanzas.— La voz y mirada de Boris García Dulzaides no dejan escapar dudas. Un nudo en su garganta fue el regalo por la liberación de los dos delfines, que tras un día azaroso en aguas cubanas, volvían nadando con vitalidad a su hábitat natural.
«Enfrentarse a dos animales como estos conlleva depositar todo el conocimiento acumulado. Uno los revisa bien y da lo mejor para salvarlos», dice a JR este médico veterinario con 20 años de experiencia en el oficio, quien, sobre esta especie solo tenía referencia por libros, revistas y videos.

«Les aplicamos tratamiento médico, consistente en multivitamínicos y antibióticos de larga acción que tenían efecto durante 72 horas, por si existía algún germen», cuenta.
Recalca que son especies en peligro de extinción, y ayudar a su conservación es la mayor dicha para que las futuras generaciones los disfruten.

En una embarcación de la Marina Marlin los llevaron 12 millas mar afuera, al norte de la península de Hicacos, a una profundidad de 225 metros. El equipo se tiró al mar y después se colocó al primer delfín, que rápidamente se alejó nadando. El otro se quedó un rato tranquilo en el agua, al lado de los especialistas, quizá porque durante el trayecto desde Matanzas a Varadero (40 km) y luego en el yate, los iban bañando con agua fría para mantenerles la temperatura; pero en poco tiempo también nadó hacia su compañero.

«Fue un momento especial, de mucha emoción y compromiso con la conservación de la naturaleza», exalta Boris.

Sobre la posibilidad de haberlos dejado en cuarentena en el delfinario de Varadero, el especialista expone que eso es muy peligroso y está prohibido por seguridad biológica.

«A los dos ejemplares rescatados los auscultamos y no presentaban problemas respiratorios, les revisamos los dientes, las mucosas y determinamos que las lesiones en la piel correspondían a pequeñas mordeduras provocadas por los juegos sexuales, al estar en la temporada de celo. En general, estaban cansados y medio aturdidos, pero gozaban de buen estado físico», asegura.
Explica que eran dos ejemplares machos, ambos jóvenes, de poco más de dos metros de longitud, de entre diez y 14 años de edad. Como dato curioso, agrega que en esa especie se ha comprobado la bisexualidad y pueden aparearse dos ejemplares de un mismo género.

Explicó que su nombre científico es Feresa attenuata, que habitan en el trópico, a profundidades de más de cien metros, y que se alimentan de peces y moluscos. Pertenecen al orden de los cetáceos, a la familia Delphinidae, en la que se agrupan más de 30 variedades.

Sobre las posibles causas del recalo de estos animales a la playa El Judío, el pasado 7 de septiembre, este especialista considera que hubo mal tiempo con vientos del noreste por esos días. Tal vez, buscando alimento en la rada matancera, se desorientaron con las aguas turbias, y al tratar de salir se cansaron, hasta ser arrastrados hacia la orilla
.
Aunque no es frecuente, a cada rato ocurren recalos de cetáceos en las costas cubanas. Boris recuerda con tristeza lo acontecido en 2004 y 2006, cuando dos crías de delfines Tursiops truncatus se adentraron, respectivamente, uno en el río Yumurí y otro en la playa El Chiquirrín, de la bahía de Matanzas.

«Al llegar habían fallecido por la mala manipulación, pues nadaban y los sacaban fuera del agua, lo que provocó que sufrieran infartos por el agudo estrés».

También rememora algo simpático: el día en que Pelli, ejemplar del espectáculo de nado del delfinario de Varadero, se escapó y avisaron que se encontraba en la zona de playa de la calle 17, bañándose con los veraneantes, como si nada pasara.

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