viernes, 2 de septiembre de 2016

Brasil: El gobierno y el poder

 Por Iroel Sánchez


¿Dónde está el poder? Es la pregunta que surge tras ver el final esperado, conocido y anunciado delgobierno de Dilma Rouseff en Brasil. 

El corrimiento hacia la oposición de una élite corrupta que, negada a ver afectados sus intereses por la crisis económica, rompió alianzas y ha pasado del apoyo al gobierno al derrocamiento de este, para simultáneamente “privatizar todo lo privatizable” y entregar a las transnacionales el yacimiento petrolero pre-sal, destinado por las administraciones del Partido de los Trabajadores (PT) a financiar salud y educación para los que nunca las habían conocido, ha vuelto a poner a Brasil en el mapa de la subordinación a las políticas trazadas en Washington. 

A pesar de lo que nos dicen los medios de comunicación, lo decisivo no es que contra Dilma votaron 61 senadores, en su mayoría corruptos. Mucho antes lo hicieron los grandes poderes económicos  y los oligopolios mediáticos en  un sistema político y de financiamiento de los partidos y sus campañas donde la corrupción es una norma que ni Dilma ni Lula pudieron transformar. Una vez más se comprueba: El poder no está en las urnas ni en los parlamentos. Antes Honduras y Paraguay, y ahora Brasil, lo demuestran. 
Se ha producido un golpe de estado se nos dice y es cierto. Pero para la mayoría de los brasileños el verdadero golpe comienza ahora, cuando les sean arrancadas las conquistas de los cuatro gobiernos del PT para que si bajó el precio de petróleo no se reparta el efecto entre todos por igual sino que de la crisis los ricos salgan más ricos y los pobres más pobres como había ocurrido hasta que el PT con Lula a la cabeza llegó al gobierno. 

Mucho se habla de los 35 millones de brasileños que vivían en condiciones miserables y de la elevación del ingreso de otros 40 millones durante los gobiernos de Dilma y Lula.  Llegaron al consumo sin politización social y en buena  parte no están hoy en las calles defendiendo el poco poder conquistado que les acaban de arrebatar. El PT en en el gobierno hizo gestión para ellos pero no los organizó para defender sus conquistas y llevar la transformación a un punto que hiciera imposible el retroceso que estamos viendo y viviendo hoy. 
De antiguo es conocido: la burguesía respeta las reglas de su democracia mientras triunfa con ellas, cuando pierde da un golpe de estado. La historia y los mapas están plagados de muy pedagógicos ejemplos. 
Un día de elecciones presidenciales nada puede contra cinco años de imposiciones económicas, mediáticas, laborales y de todo tipo de un entramado de dominaciones que sigue intacto. Creer que se pueden tocar sus intereses, siempre insaciables, y permanecer en el gobierno cuando se ha dejado que el verdadero poder al que nadie votó siga manejando los hilos en los bancos y las redacciones tendría que ser más que un amargo recuerdo para que las luchas populares vuelven a hacer posible el milagro de un obrero o una guerrillera en el Palacio del Planalto. 

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