lunes, 16 de mayo de 2016

Una telenovela “a la cubana”

Escrito por  Yuris Nórido    Tomado de Cubasí
Esta semana concluye Latidos compartidos, la telenovela cubana de Cubavisión. El público y la crítica parecen estar de acuerdo: ha sido una buena propuesta…

Ya se sabe que la telenovela cubana tiene retos que no comparten las brasileñas, las colombianas y mucho menos las mexicanas. A la telenovela cubana su público le exige, además de puro entretenimiento, un testimonio casi documental de un contexto.

Latidos compartidos, la teleserie que concluye esta semana en Cubavisión, ha aprobado con creces este apartado: Demostró que una telenovela nacional puede abordar con responsabilidad ciertas problemáticas sociales sin renunciar a la esencia misma del melodrama televisivo.

A algunos les parecerá una obviedad, pero en la concreción del género en Cuba se ha logrado ese difícil equilibrio en pocas ocasiones. En Latidos compartidos hay héroes y villanos perfectamente definidos (lo que no significa que no se vislumbren matices), se habla de los altibajos del amor (que tiene que ser el pollo del arroz con pollo de cualquier telenovela) y hay suspenso, intriga, humor enredos… pero al mismo tiempo se consolida una mirada intencionada, comprometida, sin banales concesiones a la realidad que se recrea.

Solo por el tratamiento sensible e interesante de algunos conflictos de nuestra cotidianidad, ya merecería aplausos esta propuesta de Cubavisión. Destaquemos dos tramas muy bien resueltas: primero, el conflicto de la religiosa enferma y su familia.

¡Con qué respeto, pero al mismo tiempo, con cuánta hondura se ha abordado un tema particularmente escabroso! No ha habido aquí encasillamiento, ni un didactismo abrumador. Todo se recreó desde la humanidad de los personajes, sin pretender ofrecer lecciones ejemplares.

La otra: la relación de la pareja homosexual. Latidos compartidos no se ha conformado con la búsqueda de la aceptación o la tolerancia, sino que ha ido más allá, y en ese sentido es prácticamente pionera: ha tratado también los conflictos de la pareja, independientemente de su orientación.

Son solo dos temas, pero el abanico es amplio: la corrupción, la inmigración interna y externa, la prostitución, la muerte, las relaciones filiales…

Alguien dirá que la zambullida en esos asuntos no fue demasiado profunda… pero hay que tener en cuenta las características del género. Una telenovela no es un documental, y mucho menos un ensayo sociológico.

Quizás el punto más débil de este entramado fue la manera en que se nos presentó su trama principal: ese triángulo entre Gabriela, Darío y Pedro Pablo se desdibujó más de una vez ante el empuje de otras tramas y en ocasiones funcionó, simplemente, como ente conector, más que como columna vertebral.

El resultado es una historia coral, que al principio prometía no serlo.

El personaje de Miguelito pareció en ocasiones fuera de tono, y no por incapacidad del actor, sino más bien por un problema de dirección. Ojo, no se trata de restar importancia al humor en la trama (Luz Marina es un ejemplo de personaje bien concebido y mejor defendido); la cosa está en no romper el pacto ficcional con el público: Miguelito fue más un personaje de farsa que de melodrama.

Más luces que sombras

Pero hasta el sol tiene manchas. Y lo cierto es que Latidos compartidos tiene más luces que sombras. La puesta en pantalla es un ejemplo. No vamos a decir que estuvo a la altura de los estándares brasileños, pero sí está claro que hay una dignidad formal que no es precisamente la pauta de nuestro dramatizado en televisión.

La fotografía se permite guiños y puntos de vista que tienen mucho que ver con la estética más moderna del folletín y que trascienden la gris funcionalidad a la que estamos acostumbrados.

Igual podría decirse de la edición y la ambientación de los espacios (hay que decirlo: antes que usar decorados chapuceros e inverosímiles en estudios, mejor salir a la calle). Y también el sonido, que tuvo incluso el reto de que toda la telenovela fue grabada en exteriores. Así y todo el resultado fue plausible.

Otro punto fuerte: el elenco. No todo el mundo está a la altura, pero casi todo el mundo sí. Hay que destacar sobre todo a esa hornada de jovencísimos actores, muchos de ellos sin experiencia previa en la televisión. Satisface mucho ver a intérpretes con la edad de los personajes que encarnan (eso es algo que las últimas telenovelas han ido resolviendo) y satisface mucho más comprobar que tienen credenciales suficientes para asumir esos personajes.

En definitiva, Latidos Compartidos es la mejor telenovela cubana de los últimos años, aunque está afirmación suene demasiado absoluta. Es un paso adelante, en un panorama en el que de cuando en cuando vivimos francos retrocesos…

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