Un golpe al “Tercer bloqueo”. Por Iroel Sánchez
Una escena de la ultima sesión de la Asamblea Nacional del Poder Popular en Cuba me ha hecho recordar este post titulado “Contra el Tercer bloqueo” de noviembre de 2014.
Ante el
planteamiento de un diputado denunciando la situación insostenible con
la especulación del precio de los alimentos en los mercados
agropecuarios que hasta cuadruplican el costo al que se obtienen en el
campo, el Presidente Raúl Castro dijo, señalando para la mesa que ocupa
junto a los Vicepresidentes del Consejo de Estado, “aquí hay varios que
compartimos esa opinión”. Y añadió “yo no soy economista” para acto
seguido llamar a quien sí lo es a buscar urgentemente, de conjunto con
el liderazgo político, una solución, “aunque sea transitoria” en lo que
se alcanza a eliminar la problemática esencial de la dualidad monetaria y
cambiaria, y así impedir que los mecanismos de comercialización,
implantados en nombre de una eficiencia que no acaba de probarse en el
acceso del pueblo a los alimentos, sigan permitiendo que “un grupo de
pillos” esquilmen a los trabajadores y sus familias.
Creo
recordar que fue Lenin quien dijo que “el socialismo es un puesto de
mando político sobre la economía” y cuando se olvida se paga muy caro
como acabamos de ver en Venezuela, donde en palabras de Luis Britto García
“a la abstención del gobierno de combatir corruptos, especuladores y
acaparadores correspondió la abstención del pueblo de votar”.
En la
propia Asamblea se dio a conocer que más de seiscientos millones de
dólares -doscientos por encima de 2015- destinará el estado Estado
cubano en inversiones para la agricultura en 2016, permitir que sean los
especuladores y no el pueblo los que saquen beneficio de ese dinero
obtenido con el esfuerzo de los trabajadores sería suicida y la
Revolución cubana y su liderazgo tienen demasiada experiencia para que a
estas alturas se vayan a suicidar.
Contra el Tecer bloqueo
Por estos días se ha hablado mucho del bloqueo de Estados Unidos a Cuba. Es así, desde los discursos de numerosos jefes de Estado en la Asamblea general de la ONU a The New York Times,
pasando por los argumentos que los medios de comunicación cubanos
acostumbran a dar, basados en los enormes daños que esa añeja política
estadounidense ocasiona a la vida económica y social cubana. El mundo ha vuelto a votar abrumadoramente en la ONU -por ocasión número 23- contra esa política de castigo hacia un país entero por rebelarse contra la dominación de Washington.
A pesar de
ello, en las redes aparecen cada vez más personas que igualan la
dimensión de esa agresión contra la soberanía cubana con lo que llaman
“autobloqueo” o “segundo bloqueo”. Así suele denominarse a las trabas
burocráticas, administrativas y deficiencias de todo tipo que lastran el
funcionamiento de las instituciones isleñas y que tratan de enfrentarse
con las transformaciones que -luego de un amplio proceso de discusión
popular- derivaron en los Lineamientos de la Política Económica y Social de la Revolución, aprobados en el Sexto Congreso del Partido Comunista de Cuba.
Al calor de
esas transformaciones, dirigidas entre otras cosas a combatir esas
deficiencias pero también a atenuar los efectos de las políticas de
acoso diseñadas en Washington, empieza a manifestarse un “tercer
bloqueo”, como tal vez lo llamarían quienes igualan las deficiencias
internas a la agresión estadounidense. Lo sufren los sectores más
humildes de la población al depender, en su acceso a parte de los
alimentos, de quienes especulan de manera creciente con productos que
forman parte de la dieta tradicional del cubano.
Así se pudo apreciar en el segmento Cuba dice
del Noticiero Nacional de Televisión, dedicado a los precios de los
productos del agro. Si el bloqueo yanqui puede hasta triplicar el costo
de servicios, medicamentos, alimentos y dispostivos educativos
especiales como máquinas Braille para
el aprendizaje de niños ciegos, los especuladores criollos multiplican
hasta diez veces el precio de pepinos, frijoles y otros alimentos, y lo
confiesan a las cámaras de la televisión sin que les tiemble la voz. Son
las reglas del “juego” que supuestamente resolverá nuestros problemas,
permitiendo comprar a un precio y vender a otro varias veces superior
por incorporar el valor de trasladar unos pocos kilómetros una
mercancía.
¿Es eso
eficiencia y aumento de la productividad del trabajo? Ya suele haber
alrededor de una carretilla que vende viandas y hortalizas hasta dos
ayudantes ¿quién paga esa “plantilla inflada” sino el precio
especulativo y generalmente prohibitivo para las mayorías?
Como intuyo
que de inmediato aparecerá alguien denunciando que el estado cubano
hace algo parecido con las llamadas tiendas de recaudación de divisas (TRD),
al aplicar un impuesto sobre las ventas que, en la mayoría de las
ocasiones, más que duplica los costos de los productos, recuerdo que las
ganancias de ese proceder -creado cuando apenas un 21% de los cubanos
accedía a ese mercado y hoy a todas luces necesitado de un
replanteamiento en una realidad muy diferente- se destina a una política
de redistribución de los ingresos captados en las TRD a favor de toda
la sociedad. Esa política, reitero, hoy necesitada urgentemente de
ajustes, posibilitó el acceso de la mayoría a productos y servicios
básicos en moneda nacional, muchas veces subsidiados, en los peores
momentos de nuestra economía.
Pero, ¿a
dónde que no sea a su bolsillo, y al disgusto del pueblo, aporta el que
acapara un alimento para venderlo mucho más caro cuando sea escaso, o el
que prefiere dejar que se deteriore a bajarle el precio?¿No son esas
las mismas prácticas que condenamos en los foros internacionales cuando
son ejecutadas por empresas transnacionales?
El
intermediario es una figura imprescindible en el nuevo escenario
económico cubano pero el especulador y el agiotista no. Las regulaciones
que estimularon la reaparición del primero deberían hacer imposible que
se convierta en lo segundo. O terminará pagando la responsabilidad, con
el consiguiente costo político, el estado revolucionario.
Según la
Oficina Nacional de Estadísticas, la producción agropecuaria creció en
el primer semestre de 2014 un 17% y los precios de esos mismos productos
de cara al consumidor un 4%. Las teorías que llevamos décadas
escuchando dicen que debe aumentar la producción para que bajen los
precios pero según se nos explica ahora no es tan así. Han aparecido
nuevos actores -gastronomía no estatal, ventas directas al turismo, etc-
que consumen parte de lo que antes iba al mercado aunque a la vez ha
disminuido ostensiblemente el consumo social como el destinado a los
estudiantes que estaban internos en las escuelas en el campo y hoy
estudian en las ciudades. ¿Qué pasa entonces? La prensa a veces trata de
explicarlo pero sin que los responsables de la nueva política den la
cara. Se desacreditan entonces la prensa y la política del mismo estado
que contra viento y marea lleva decenios haciendo malabares para
garantizar niveles de alimentación básicos a cada uno de los cubanos.
Se insiste
en que lo que está sucediendo con el sistema de comercialización
agropecuaria de las provincias La Habana, Artemisa y Mayabeque es un
experimento que apenas lleva un año. Pero la comida a la mesa hay que
llevarla todos los días y un año tiene 365 de esos períodos de 24 horas.
Cada uno de ellos en que, por factores subjetivos, los cubanos que han
aceptado carencias y sacrificios en nombre de la unidad y la soberanía
ven que estos aumentan, no por las agresiones del enemigo histórico de
la nación sino por el actuar impune de un grupo de especuladores,
siembra dudas y escepticismo sobre la efectividad de las
transformaciones que se están impulsando entre quienes deben estar entre
sus principales defensores: los trabajadores de la economía estatal y
los sectores más humildes de la población como los jubilados y
pensionados.
En esas
dificultades busca audiencia un discurso que -a semejanza de lo sucedido
en la ex URSS y los países del este de Europa- ante las dificultades
económicas exige más velocidad y menos regulación en dirección al
mercado, a la vez que busca unir cambios económicos y políticos. Sin
embargo, un silenciado estudio de Emily Morris sobre la evolución de esas economías en comparación con Cuba, publicado en la revista New Left Review, demuestra que la Isla creció más en su PIB
y mejoró más sus indicadores sociales que el conjunto de países
pertenecientes al CAME en el período entre 1990 y 2013. Estos son los
datos que nadie mira:
Dice Morris:
“Estos
resultados se han pasado por alto en gran medida por la corriente
principal de comentaristas especializados fuera de la isla, un campo que
está en gran parte con sede y financiado en Estados Unidos, y
abrumadoramente dominado por emigrados “cubanólogos”, como se han
llamado a sí mismos, profundamente hostiles al régimen de La Habana.
Las
principales figuras desde la década de 1970 han incluido a Carmelo Mesa
-Lago de la Universidad de Pittsburgh , “el Decano de Estudios de Cuba”
y autor de más de treinta libros, y su frecuente co-autor Jorge Pérez-López,
director de asuntos económicos internacionales para el Departamento de
Trabajo de Estados Unidos, un negociador clave del ALCA y la cabeza en
muchos años de servicio de la Asociación para el Estudio de la Economía
Cubana. La publicación anual de la Asociación para el Estudio de la
Economía Cubana (ASCE), Cuba in Transition, publicada desde Miami,
ofreció una serie de planes para la reestructuración de la economía de
la isla siguiendo líneas capitalistas.
Como el título de su revista
sugiere, los cubanólogos operaron dentro de los supuestos de la
“economía en transición ” , que surgió como una rama de la economía del
desarrollo en la década de 1990 para gestionar la apertura de los
antiguos países del CAME al capital occidental. Este modelo, a su vez se
basó en el marco del Consenso de Washington, que había cristalizado
alrededor de las reformas neoliberales impuestas a los países
latinoamericanos endeudados por el FMI y el Banco Mundial en la década
de 1980. Sus prescripciones de políticas centradas en la apertura de la
economía a los flujos mundiales de capital, la privatización de activos
estatales, la desregulación de precios y salarios y recortar el gasto
social, el programa implementado a través de Europa Central y Oriental,
así como gran parte de la antigua Unión Soviética, por tecnócratas y
asesores del FMI, el Banco Mundial, el BERD, la USAID
y otras instituciones internacionales.
Entre los primeros en ese campo
estaba el declaradamente hayekiano El camino hacia una economía libre
(1990) de János Kornai; dentro de unos años una industria floreciente de
la “transición” que celebró como un axioma que había una sola ruta a
seguir, desde la economía socialista planificada estatal al capitalismo
de libre mercado, se había desarrollado. La resistencia no sólo era
inútil sino costosa, las reformas parciales fueron “condenadas al
fracaso”. Cuando los “países en transición ” se hundieron en la recesión
a partir de 1990, sus dificultades fueron atribuidas a la tibieza de sus élites políticas: ‘velocidad y escala’ estaban en la esencia; eso era lo imprescindible para aprovechar la “política extraordinaria” de la época.”
Cualquier semejanza con los llamados a acelerar la velocidad de los cambios y aplicar “un shock“ y la acusación de “lenta, tibia y parcial“
que leemos frecuentemente en los medios sobre la transformación en
curso en Cuba ¿será casualidad? Volviendo sobre lo que dice Emily Morris
en su ensayo Cuba unexpected:
“Debates
internos sobre la política económica han sido en gran medida invisibles
para los observadores extranjeros, incluyendo los cubanólogos asentados
en Estados Unidos. En parte, esto se debe a lo cerrado del proceso
político en Cuba y el control estatal de los medios de comunicación,
dejando a muchos comentaristas externos depender grandemente de rumores
de lo que llegan a los EE.UU. y
se derivan de informes selectivos por parte de grupos disidentes, ya sea
financiados por organizaciones de emigrados o programas de Estados
Unidos y sirven principalmente para confirmar prejuicios consensados.
Los complejos procesos de discusión, formulación y adaptación de
políticas, en los que las preferencias de los líderes no siempre
prevalecen, se han cerrado a los extranjeros. Además de las rondas
constantes de las reuniones en el barrio, los niveles regionales y
nacionales estructurados por el sistema de Poder Popular, ha habido
debates en curso entre los economistas que se alimentan en los debates
de política.”
Esos
“comentaristas externos” afiliados al Consenso de Washington son
venerados como gurúes en algunos espacios, incluyendo foros nacionales.
Un libro sobre la economía cubana de Carmelo Mesa Lago que ha sido
convertido por medios como ABC, El País y Diario de Cuba en la Biblia para leer las transformaciones en Cuba fue presentado como garantía de “objetividad, balance y equilibrio” en marzo pasado en La Habana, en un evento organizado con patrocinio del gobierno del Primer Ministro noruego Jens Stoltenberg, actual Secretario General de la OTAN.
Entre sus
aliados locales, quizás por ahora inconscientes, están los pichones de
oligarcas que ya controlan redes de distribución de alimentos o quienes
asociados a medios de comunicación pagados desde el extranjero nos preparan culturalmente para
aceptar el futuro que creen les vamos a regalar. Sienten que -a pesar
del “teque del bloqueo”- ya les toca pertenecer a un país idílico donde
solo existe la clase media con salarios altos, internet y viajes
trasatlánticos y se ofenden cuando la prensa de la Revolución denuncia
el agiotismo -que ellos sí pueden pagar- porque para realizar sus
aspiraciones les conviene que entreguemos el país a los que sólo piensan
en su bolsillo.
El diario Juventud rebelde ha
demostrado que si antes se pudrían los cultivos en los campos por
mecanismos burocráticos voluntaristas ahora pasa algo similar cuando
-siguiendo a Adam Smith– todos los que intervienen en el proceso del surco a la tarima quieren ganar más vendiendo menos y pierde la mayoría.
La
insostenible ineficiencia anterior garantizaba a Cuba ser el país con
menos desnutrición de América Latina, ¿podrá garantizarlo la extraña
eficiencia que prefiere pudrir los alimentos a bajarle el precio? De un
experimento surgió Frankenstein y terminó volviéndose contra su creador.
Tomemos las medidas a tiempo para que no nos suceda lo mismo. No soy
especialista en economía pero creo que con un poco de información y
alguna regulación podría cambiar algo. Los que ejecutan las
transformaciones deben ver en la comunicación un aliado para que
aquellas sigan el curso previsto y también una posibilidad de alerta
ante las afectaciones a las bases sociales de la Revolución.
Tal vez
publicar diariamente en nuestros medios de comunicación los precios a
que se comercializan los productos de más alto consumo popular en el
mercado mayorista El Trigal y el precio al que se
venden por los productores a pie de surco ayudaría a establecer un
límite de relación entre esas cifras y el precio minorista de cara a la
población que nunca debiera ir más allá de duplicar los primeros.
Llevamos más
de cincuenta años luchando contra el bloqueo yanqui que tiene hoy
-gracias a nuestra resistencia- más enemigos que nunca dentro y fuera de
EE.UU. Contra las deficiencias y
limitaciones de nuestro sistema económico y social hay un programa de
implementación de las medidas que el pueblo discutió y apoyó. Pero ya es
hora de hacer algo contra las miserias humanas que se aprovechan de
ambas cosas y empujan a favor de los amigos cubanos del Consenso de
Washington.
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