miércoles, 6 de enero de 2016

El arte de conversar

El arte de conversar

Para conversar, no es necesario armar un alboroto. Ilustr: Tomada de InternetPor: Juanita Conejero*

En muchas ocasiones, he observado 
a grupos de jóvenes conversando en la calle. Una noche, creía que peleaban y no era así, hablaban a su manera, a tal punto, que sus estridentes voces, creaban un ambiente nada favorable para un intercambio inteligente de ideas.

Aparte de los desorbitados gritos al hablar, gesticulaban violentamente, mientras a carcajadas proferían horribles palabrotas a todos los vientos. Parecían que peleaban y era muy posible que terminaran peleando si no llegara alguien a tiempo, que pudiera controlarlos.

Todo ello me hizo meditar. Pensé, conversar es hablar con una o más personas en un tono familiar. Es una acción que hace demostrar educación y prestancia. Así me lo enseñaron, me dije.

Para conversar, no es necesario armar un alboroto que podría confundirse con alguna acción inadecuada de falta de respeto.
Es bien cierto, que los cubanos somos alegres, espontáneos, tenemos tendencia a la gesticulación y a veces hablamos un poco alto, pero esto no quiere decir, que no supimos siempre, que sobrepasarse de todas esas características, podría colindar con la vulgaridad, el choteo en demasía, que resultaría muy condenable y linda con la marginalidad.

En los hogares, las escuelas, en la calle, en el trabajo, en cualquier lugar, hay que saber comportarse. Tradiciones nunca nos han faltado. Tenemos ejemplos de sobra.

Sabemos que los tiempos han cambiado, que algunos valores se han ido deteriorando y que vivimos en una época convulsa de impredecible futuro.

No obstante todo ello, tenemos que tomar medidas y ponerlas en práctica.

El futuro está en nuestras manos y después de tantos sacrificios, no podemos echarlo por la borda.
El día que vi a aquellos jóvenes reunidos en los bajos de su edificio, observé que solo un padre llamó a su hijo para que entrara en la casa y no continuara en aquel grupo, que ya molestaba a toda la cuadra.

Solamente un padre. Los demás, oídos sordos, no se habían  ni enterado o no querían enterarse de aquella algarabía. La culpa no es de los jóvenes, me dije, la responsabilidad es de todos y cada uno de nosotros.

Es necesario que nuestro pueblo se nutra de los conceptos morales trascendentales que acumula nuestra historia.

Cuando conocemos al Padre de la Patria en la escuela, lo importante es saber, que hablar de Carlos Manuel de Céspedes, es hablar de dignidad, modestia, humildad, prestigio y moderación a lo largo de su vida y qué decir de Antonio Maceo, de iguales valores morales, nacido en un hogar humilde y decente, donde Mariana Grajales dio siempre el ejemplo mejor con su espíritu de resistencia y su fidelidad sin límites a la defensa de la causa de la libertad nacional.

Esas cosas hay que explicarlas muy bien. Hay que reflexionar en los hogares sobre la moralidad y los valores. Esto no tiene nada que ver con la situación económica de la familia. Nuestros hijos tienen que oírnos hablar de estas cosas. Hay que conversar sobre tantos y tantos ejemplos que nos anteceden y que de ninguna manera podemos despreciar.

Martí decía: “Se debe enseñar conversando, como Sócrates, de aldea en aldea, de campo en campo, de casa en casa”.

La educación tiene que ser permanente, para que realmente de buenos frutos.
La ética, la educación y la cultura deben marchar unidas, para lograr crear la conciencia del hombre que necesitamos y además, la del mundo que quisiéramos tener, el de más justicia y equidad, el de diálogo inteligente para el entendimiento humano.

La conversación en el mundo de hoy se hace imprescindible, pero una conversación que conduzca a la sostenibilidad de la vida en el planeta.

¡Cómo vamos a lograr entendernos, si no aprendimos a conversar!

Todos estos pensamientos me vinieron a la mente. No puedo quedarme con ellos sin sacarlos a flote, pensé. Y aquí están, precisamente ahora que se conmemora en este mes de enero, el 163 aniversario del natalicio de nuestro Héroe Nacional.

Martí era un admirable conversador y mucho que tuvo que conversar. Conversó siempre no solo con la palabra hablada, sino con la palabra escrita. Sus textos, son ricas conversaciones para educar, para decirnos muchas veces que el alma es la facultad que tenemos los seres humanos de observar, juzgar y trasmitir.

En un importante texto, Martí aclaró, que educar no solo era depositar en cada hombre toda la obra humana que lo antecede, sino también, hacer que el hombre sea resumen del mundo viviente, lo que quiere decir, ponerlo a nivel de su tiempo.

Leer a Martí es como recibir un baño de espíritu. Los padres y maestros deben recibir esa cascada de agua sanadora que es la luz radiante de sabiduría, que emana de la pluma del Maestro.

Muchas veces no nos damos cuenta de algunas acciones que se producen y que aparentemente son sencillas, y pueden resultar muy peligrosas.

Las cosas decía Martí, hay que verlas en sus causas y objeto, no en la superficie y en otro momento expresó: “Los hechos por si solos nunca explican, si la inteligencia no los examina y los fecunda”.
La conversación es un arte. La conversación en su condición de arte, exige la moderación. La conversación es una forma de armonía, de sensatez, de cordialidad humana.

Las familias como raíces de los pueblos, tienen que estar muy atentas a estas cuestiones y no solo la familia, también la escuela que tiene que tener abierto siempre “el libro de la vida”, y los vecinos todos, y la sociedad en general.
Nuestro Héroe Nacional decía: “quién piensa para el público (léase pueblo), tiene el deber de ver en lo futuro y de señalar peligros. Mejor es evitar la enfermedad que curarla. La medicina verdadera, es la que precave.
Sin discusió
n, el arte de conversar se ve y se imita.

Para nuestro Héroe, el conversar es un arte que requiere gran discreción, ciencia y elegancia. ¿Qué tiene que ver esto con la algarabía de aquella noche, en los bajos de aquel edificio?

Yo nunca he olvidado esa frase martiana que escribo fielmente: “El cubano que no tiemble al día al recordar y al prever, va por mal cubano”.

El mundo es equilibrio. Paz a tiempo para las dos pesas de la balanza.

No tenemos derecho a cruzarnos de brazos cuando observamos algo mal hecho. Creo que esto es un buen tema, que exige muchos más razonamientos. Buscar las causas y combatirlas, es tarea que no podemos abandonar.

“Del empuje y respeto de todos viene la fuerza salvadora”.

*Dra. en Filosofía y Letras de la Universidad de la Habana. Profesora de Literatura Cubana e Hispanoamericana. Actualmente jubilada después de más de 50 años en las esferas de la Educación y la Cultura donde llegó a ocupar importantes responsabilidades.


(Tomado de Cubarte)

No hay comentarios.: