Fantasías en el debate republicano
Por:
Paul Krugman
Empecemos en el extremo superficial, con la economía de fantasía de
los candidatos del círculo dominante. Es probable que usted esté cansado
de oírlo, pero el discurso económico de los republicanos modernos está
dominado por una falsa doctrina: la soberana importancia de bajos
impuestos para los ricos, que ha fallado completa y totalmente en la
práctica a lo largo de la pasada generación.
Piénselo. El aumento fiscal de Bill Clinton fue seguido de un
descomunal auge económico; en cambio los recortes fiscales de George W.
Bush, de una débil recuperación que terminó en colapso financiero. El
aumento fiscal de 2013 y la llegada del programa de salud conocido como
Obamacare en 2014 fueron asociados con el mejor crecimiento laboral
desde los años 90. La California de Jerry Brown, que sube impuestos y es
consciente en términos ambientales, está creciendo rápidamente; no así
Kansas, bajo la tutela de Sam Brownback, que está abatiendo impuestos y
gasto.
Sin embargo, el predominio de este fallido dogma sobre la política
republicana es más fuerte que nunca, sin escépticos permitidos. Jeb Bush
alegó durante el debate, una vez más, que su economía vudú duplicaría
la tasa de crecimiento de Estados Unidos; en tanto que Marco Rubio
insistió en que un impuesto sobre emisiones de carbono “destruiría la
economía”. El único candidato que tiene sentido con respecto a la
economía fue, sí, Donald Trump, quien declaró que “hemos tenido un
sistema fiscal graduado durante muchos años, así que no es una cosa
socialista”.
Si la discusión sobre economía fue alarmante, la discusión sobre
política exterior fue prácticamente una locura. A todas luces casi todos
los candidatos creen que la fuerza militar de Estados Unidos puede
impactar y asombrar a otros países para que hagan lo que nosotros
queremos sin necesidad alguna de negociaciones, y que ni siquiera
deberíamos hablar con dirigentes extranjeros que no nos agradan. ¡Nada
de cenas para Xi Jinping! Y claro, nada de tratos con Irán, porque
recurrir a la fuerza en Irak salió muy bien. De hecho, el único
candidato que parecía remotamente sensato con respecto a temas de
seguridad nacional era Rand Paul, lo cual es casi tan perturbador como
el espectáculo de Trump como la única voz de la razón económica.
Con todo, la verdadera revelación del pasado miércoles fue la forma
en que algunos candidatos fueron más allá de explicar a fondo análisis
incorrectos, junto a una lectura errónea de la historia, para lanzar
afirmaciones descaradamente falsas; y probablemente lo hicieron a
sabiendas, lo cual convierte esas falsas afirmaciones en lo que
técnicamente se conoce como “mentiras”.
Por ejemplo, Chris Christie afirmó, tal como lo hizo en el primer
debate republicano, que lo habían nombrado procurador de Estados Unidos
el día previo al 11 de septiembre de 2001. Eso aún no es cierto: su
selección para el puesto ni siquiera fue anunciada sino hasta diciembre.
La deshonestidad de Christie palidece, sin embargo, en comparación con
la de Carly Fiorina, quien fue aclamada ampliamente como la “ganadora”
del debate.
Algunas de las mentirijillas de Fiorina tuvieron que ver con la
repetición de alegatos plenamente desacreditados con respecto a su
registro de negocios. No, ella no presidió un descomunal crecimiento de
ingresos. Ella hizo que Hewlett-Packard creciera mediante la adquisición
de otras empresas, principalmente Compaq, y esa adquisición fue un
desastre financiero. Ah, y si su vida es una historia de pasar de
“secretaria a directora ejecutiva (CEO)”, la mía es una de ir de cartero
a columnista y economista. Lo siento, trabajar en empleos no
especializados mientras estás en la escuela no convierte tu vida en una
historia como la de Horatio Alger.
Sin embargo, el momento en verdad impresionante llegó cuando ella
afirmó que los videos que se están usando para atacar el Programa de
Planificación Familiar muestran “un feto plenamente formado sobre la
mesa, con el corazón latiendo, las piernas pateando mientras alguien
dice que tenemos que mantenerlo vivo para cosechar su cerebro”.
No, no es así. Activistas contrarios al aborto han alegado que ese
tipo de cosas ocurren, pero no han presentado evidencia alguna, solo
afirmaciones mezcladas con filmaciones de catálogo de fetos. Así que,
¿está Fiorina tan profundamente adentro de la burbuja que no puede ver
la diferencia entre hechos y propaganda de agitación? ¿O está
difundiendo una mentira deliberadamente? Y lo más importante, ¿tiene
importancia?
Empecé a escribir para el Times durante la campaña electoral de 2000,
y lo que recuerdo sobre todo de esa campaña es la forma en que las
convenciones de la cobertura periodística “pareja” permitieron al
candidato republicado de esos tiempos, George W. Bush, lanzar
afirmaciones claramente falsas —sobre sus recortes fiscales, sobre el
seguro social— sin ameritar una sola consecuencia. Como escribí en esa
época, si Bush decía que la tierra era plana, solíamos ver titulares
periodísticos del tipo de: “Sobre la forma del planeta, ambas partes
tienen un punto”. Ahora tenemos candidatos presidenciales que hacen que
Bush se vea como Abraham Lincoln. Sin embargo, ¿quién se lo dirá a la
gente
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