Donald Trump.
Durante la temporada veraniega que
toca a su fin, la fase de primarias en el proceso de elecciones
presidenciales de 2016 en los Estados Unidos se ha caracterizado por la
algarabía mediática que tiene como su centro de inspiración al
mega-empresario Donald Trump.
Para sorpresa de los expertos políticos y
preocupación del resto de los contendientes y del estamento tradicional
bipartidista estadounidense, Trump ha sido catapultado, con amplia
ventaja, al lugar cimero entre los diecisiete principales aspirantes
republicanos, según la conclusión unánime de las encuestas de opinión
pública.
Además, desde que el 6 de agosto tuvo lugar el primer debate
presidencial público entre los aspirantes republicanos, la figura del
neurocirujano afroamericano, Ben Carson se ha disparado en las encuestas
hasta alcanzar un segundo lugar de preferencia. Carson, es un
conservador y desde 2014 afiliado de “pura cepa” al Partido Republicano
pero, como en el caso de Trump, no es un político profesional ni cuenta
con el apoyo del liderazgo republicano ni de grandes donantes o
importante comités de acción política.
Y también la ex ejecutiva principal de la multinacional Hewlett
Packard y derrotada aspirante a senadora por California en 2010, Carly
Fiorina, ha reforzado su posición colocándose en el sexto lugar entre
los aspirantes republicanos, según el promedio calculado por Real Clear
Politics de las encuestas nacionales realizadas entre el 20 de agosto y
el 8 de septiembre por cinco reconocidas organizaciones.
Estos resultados dan fuerte respaldo al criterio de que el atractivo
de Trump como aspirante a la nominación republicana no es un fenómeno
exclusivo o reflejo de su persona, sino del descontento o decepción de
los votantes republicanos con la actuación de los políticos
profesionales de su partido.
De hecho, el promedio calculado por Real Clear Politics da una
mayoría absoluta (50,8%) a la suma de las preferencias por Donald Trump
(29,8%), Ben Carson (16,0%) y Carly Fiorina (5,0%), ubicándolos,
respectivamente, en el primero, segundo y sexto lugar. Los ocupantes del
tercero, cuarto y quinto lugares (todos ellos políticos profesionales)
suman solo el 20,8 % de las preferencias y son, respectivamente, el ex
gobernador de Florida Jeb Bush (8,3%), el senador por Texas Ted Cruz
(7,0%) y el senador por Florida Marco Rubio (5,0%).Del séptimo al onceno
lugar con una puntuación total en las encuestas de 17,4% se ubican, en
ese orden: el gobernador de Wisconsin, Scott Walker (4,8%); el ex
gobernador de Arkansas, Michael Huckabee (4,3%); el gobernador de Ohio,
John Kasich (3,8%); el gobernador de New Jersey, Chris Christie
(2,5%); y el senador por Kentucky, Rand Paul (2,0%).
Estos once aspirantes serán los invitados al segmento estelar del
segundo debate de los aspirantes republicanos punteros el próximo
miércoles 16 de septiembre. Los restantes aspirantes deberán
conformarse con un debate que tendrá una cobertura y duración de nivel
secundario según las reglas establecidas por la CNN, órgano organizador y
difusor del evento
. Son ellos, el gobernador de Louisiana, Bobby
Jindal; el senador por South Carolina, Lindsey Graham; el ex senador por
Pennsylvania, Rick Santorum and eñ ex gobernador de New York, George
Pataki. Estaba incluido el ex gobernador de Texas, Rick Perry, pero el
pasado 11 de septiembre anunció que retiraba su aspiración; el primero
de los principales aspirantes republicanos que anuncia esa decisión,
dando inicio a la cuenta regresiva en la categoría de “aspirantes”. El
aspirante restante, el ex gobernador de Virgina, Jim Gilmore, ni
siquiera logró alcanzar el 1,0% en una encuesta, requisito mínimo para
participar en el debate. Ahora es un fuerte candidato a retirarse de la
contienda.
Ni Trump, ni Carson, ni Fiorina son “políticos profesionales” o han
ocupado cargos electivos o gubernamentales, aspecto que revela la falta
de credibilidad que tienen los líderes y las estructuras partidistas no
solo entre sus propios correligionarios, sino incluso entre los votantes
calificados como independientes. Trump ni siquiera es un afiliado al
Partido Republicano y fue forzado por el Comité Nacional Republicano a
firmar un compromiso de que no aceptaría ser nominado por un tercer
partido, lo cual hizo para poder seguir ocupando un lugar entre los
aspirantes republicanos.
La proliferación de candidatos republicanos, la alta aceptación de
los que no son “políticos profesionales” y el poco entusiasmo con que
han sido acogidos por los afiliados constituyen indicios de la
ramificación hacia el sistema político tradicional norteamericano de la
crisis más general que afecta la sociedad de los Estados Unidos, aspecto
que ya comienza a ser reconocido por los propios políticos y comentado
por los analistas especializados en los grandes medios de difusión de
ese país.
Aunque en menor medida, una situación similar se presenta en el
Partido Demócrata ante la sostenida caída en las encuestas que viene
experimentando la favorita absoluta, Hillary Clinton. En contraste, al
senador independiente por Vermont y autoproclamado social-demócrata,
Bernard Sanders, se le prodiga una amplia atención por el sorprendente
respaldo alcanzado en su aspiración a la nominación como candidato
presidencial del Partido Demócrata, recaudando una suma por encima de lo
esperado con donaciones individuales relativamente pequeña y sin apoyo
de ningún PAC o Super PAC, con entusiastas concurrencias a sus eventos
de campaña electoral y la incorporación de un gran número de jóvenes
especialistas en informática y computación que aportan voluntariamente a
la campaña sus conocimientos para la delicada y costosa actividad de
diseño, organización y control de trabajo electoral.
Paralelamente, han trascendido al domino público las gestiones que
viene realizando el vicepresidente de la república, Joseph Biden,
sondeando sobre el apoyo que recibiría de grupos sociales, líderes
demócratas y grandes donantes ante su eventual decisión de aspirar a la
nominación por el Partido Demócrata.
La evebntual decisión de Biden, quien ha creado un pequeño equipo de
campaña electoral y debe anunciar su decisión en los próximos días,
alcanza una mayor repercusión ante el sentimiento prevaleciente en los
votantes que Hillary no es confiable ni honesta en sus reacciones ante
acusaciones como las relacionadas con el uso para asuntos oficiales de
su cuenta personal de correo electrónico, entre otras
.
Hasta ahora ninguna de esas acusaciones ha podido ser sustentada,
pero su imagen pública está siendo dañada. Por su parte, Joseph Biden ha
tenido que hablar públicamente de su posible presentación como
aspirante a la nominación por el Partido Demócrata, pero cuidándose
mucho de dar alguna señal sobre cuál será su decisión final. De todas
formas, llama la atención que Biden no descarte de plano la posibilidad
de aspirar y le deje el camino libre a Hillary. El único argumento
público para no tomar una decisión es de carácter íntimo: la trágica
muerte de su hijo, víctima de un cáncer del cerebro.
La tradición política marcaba a Biden como el candidato natural,
después de haber fungido como vicepresidente durante ocho años, pero
siempre fue opacado por la sombra de la aspiración de Hillary Clinton.
Si Biden se decide a aspirar, la explicación solo es una: la
vulnerabilidad de la otrora considerada imbatible Hillary Clinton.
En este escenario, el senador Bernard Sanders comienza a mostrar una
fuerza electoral insospechada cuando comenzó su campaña. Una encuesta
del pasado 10 de septiembre, lo colocaba un 11% (49%-38%) por encima de
Hillary en la preferencia de los afiliados demócratas en Iowa. Cinco
días atrás, otra encuesta en New Hampshire de NBC News/Wall Street
Journal, le otorgaba una ventaja mínima de 1% (41%-40%).
De los resultados que tengan las investigaciones en curso podría
depender el futuro de Hillary como candidata. Si estas no llegan a
concretarse en inculpaciones, el cuestionamiento a su candidatura podría
disolverse en el tiempo que falta hasta el inicio de los eventos de
primarias a partir del 1º de febrero de 2016. No solo Hillary es
favorita por amplia ventaja en las encuestas en el ámbito nacional, sino
es la aspirante más reconocida nacional e internacionalmente, cuenta
con mayor respaldo financiero, el apoyo del liderazgo demócrata, es
aceptable para el sector liberal demócrata, ha organizado un fuerte y
experimentado equipo de campaña y ya tiene desplegado sus activistas en
los cincuenta estados del país.
Estas son las razones por las cuales hay un número tan reducido de
aspirantes demócratas. Ni Martin O´Malley, ex gobernador de Maryland, ni
el ex senador por Virginia Jim Webb, ni el ex senador y ex gobernador
de Rhode Island, Lincoln Chaffe, originalmente republicano y desde 2013
afiliado al Partido Demócrata, han logrado organizar una campaña con
alguna significación y los tres juntos solo alcanzan el 5% de las
intenciones de voto en el mencionado promedio de las encuestas calculado
por Real Clear Politics.
Cuando resta un año para el comienzo de la etapa de elecciones
generales, el proceso se caracteriza por la incoherencia en las campañas
de los aspirantes republicanos, donde prima el factor de la peculiar
manera de actuar de Donald Trump quien ha logrado imponer un estilo
demagogo, agresivo, de ataques personales contra sus contrincantes,
prepotente y echando a un lado las normas de comportamiento que han sido
habituales en la arena política donde se enfrentan los llamadas
partidos mayoritarios. Del lado demócrata, prima la actitud cautelosa.
En fin, queda mucho tramo por recorrer y muchas confrontaciones que
dilucidar.
Como dice el poeta: se hace camino al andar.
*Parodi es autor del libro “Cuba-Usa; Diez Tiempos de una Relación”
(Editorial Ocean Press, Mexico, 2010 y Editorial de Ciencias Sociales,
La Habana, 2012) y del libro “El Espectáculo Electoral Más Costoso del
Mundo” (Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2015).
La Habana, 12 de septiembre de 2015
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