Dr. Mario Valdés Navia *
TESOROS DE MATANZAS TEATRO SAUTO.IV PARTE
DOS COLUMNAS HUMANAS DEL TEATRO: SAUTO Y DALL´AGLIO
Daniel Dall´aglioGraude fue arquitecto, ingeniero y pintor escenográfico. Desarrolló su actividad creadora y vital en tres países: Italia donde nació, México país en el que al parecer pasó dos temporadas de 1834 a 1838 y de 1871 hasta su muerte, y por supuesto Cuba, donde se radicó no solo en Matanzas sino también en Trinidad.
De su estancia trinitaria la Dra. Alicia García Santana y Teresita Ángel Bello en su obra “Trinidad de Cuba, patrimonio de la humanidad, arquitectura doméstica” destacan las decoraciones realizadas por Dall´aglio en la casa del Conde de Guaímaro, en el palacio Cantero y en el de Borrel. Las mismas autoras comentan la posibilidad de que fuera también el autor de varias decoraciones en el palacio de Aldama en la capital.
Por su parte, Dall´aglio, efectuó personalmenteel decorado de la bóveda de la sala del TS. De igual manera diseñó toda la tramoya, cuyos elementos metálicos fueron encargados a Nueva York.
Pero no fue sólo la construcción del Teatro lo que situó a Dall´aglio en la vanguardia de la arquitectura cubana del siglo XIX; la ejecución de la iglesia de San Pedro Apóstol en la barriada matancera de Versalles - inaugurada en 1870 - se ubica entre los máximos exponentes de la arquitectura religiosa de ese siglo.
Gracias a su talento Matanzas se inscribe en lo más selecto del panorama arquitectónico del siglo XIX en Cuba. Quizás es hora ya de hacer cumplir aquel acuerdo tomado en Junta General de Accionistas el día 17 de mayo de 1863 en el que se disponía, colocar una tarja en el lugar más visible del edificio en honor del arquitecto y de Sauto. En ella quedaría inscrita para la posteridad una justa dedicatoria: “Del público agradecido de Matanzas”.
¿Por qué Sauto?
Desde su inauguración y hasta 1899 el Teatro llevó el nombre de Esteban, en honor al gobernador español de Matanzas en aquel entonces: Pedro Esteban de Arranz. Pero al cesar el dominio español en la Isla, se decide que desde entonces el Teatro comience a llamarse Sauto.
Muchos son los matanceros que se muestran deseosos de conocer hasta qué punto la vida y la obra de Ambrosio de la Concepción Sauto y Noda avalan tal reconocimiento.
Nacido en Guanajay, en 1807, llega a Matanzas en1831 y comienza a trabajar en la botica “Morales”, sita en Medio # 13, donde en brevísimo tiempo, logró pasar de practicante a Dr. en Farmacia y sucesivamente, de empleado a codueño y luego a propietario de la que llegara a ser la principal botica de la ciudad y una de las más reconocidas del reino español.
El enraizamiento de Sauto en la ciudad tiene dos momentos definitorios, el primero cuando arriesga su vida combatiendo la terrible epidemia de cólera morbo que se desata en 1833, pues contrajo la enfermedad, pero en su estadio menos letal, y el segundo al casarse en enero de 1842 con la señorita Juana S. Jenckes, hija de Guillermo Jenckes y de Petrona Jimeno Estévez, perteneciente a una de las más antiguas y conocidas familias matanceras
Su celo y entrega le permitieron ocupar varios cargos públicos y realizar otras obras de capital importancia para la villa como la creación de un nuevo cementerio, el proyecto del acueducto y la construcción de la iglesia de San Pedro en Versalles.
Al tanto siempre de las innovaciones científicas y técnicas de su tiempo, Sauto estuvo en la vanguardia de la introducción y aplicación de novedosos inventos en Cuba. Así le cabe el mérito a su farmacia de ser el primer local en la ciudad dedicado a la producción y venta de refrescos de soda embotellados en sifón. Sauto importó y puso en marcha la primera imprenta rotativa a escasos 3 años de su invención en EE.UU, fue suyo el primer coche moderno que circuló por nuestras calles, y en su establecimiento funcionó el primer sistema de alumbrado de gas de la villa.
Fruto de su inventiva comenzaron a venderse en Matanzas, y poco a poco en el resto la Isla, toda una gama de productos farmacéuticos, que incluso-- dada su probada eficacia--continuaron comercializándose después de su muerte, y hasta las primeras décadas del siglo XX.
El renombre del Doctor Sauto trascendió más allá de nuestras fronteras logrando establecer una cadena de éxitos, que comprendería premios y reconocimientos en varios países. Sin dudas uno de los hitos más importantes en su carrera lo constituyó la curación, mediante una formula por él preparada, de La Reina Isabel II quien padecía de un molesto herpes, hecho este que le valió el nombramiento de “Boticario de Cámara de su Majestad”. En su haber se cuentan varias medallas y menciones obtenidas en exposiciones como la Exposición Universal de Londres en 1851, la de Nueva York en el 53 y la de París en 1855.
Pero no sólo fue Sauto un hombre de ciencias sino que llegó a convertirse en un entusiasta animador y mecenas de la vida cultural de la Matanzas decimonónica. Así lo vemos patrocinando o dirigiendo empeños culturales como las sociedades “ Santa Cecilia”, “ Filarmónica de Isabel II ”, el “Casino Príncipe Alfonso” y la “Biblioteca Pública”. Fue además miembro de la Orquesta de la “Academia Filarmónica de Apolo” en la que figuraba como chellista.
Pero fue el teatro la manifestación a la que se consagró en cuerpo y alma. Este amor por la escena lo llevó a montar en la sala de su casa un pequeño teatrico. Junto a Sauto participaban en las puestas otros aficionados quienes luego serían entusiastas promotores del sublime proyecto de construir un coliseo que respondiera a las exigencias del desarrollo teatral de la época y de la opulenta aristocracia matancera.
Incorporado desde muy temprano a la Junta que rectoraba el empeño de erigir un nuevo Teatro en la Villa, formó parte de su comisión ejecutiva, siendo luego designado inspector de la obra constructiva.
Mucho debe la calidad y belleza arquitectónica del Teatro, a su celo y tesón, ya que se encargaba personalmente de la calidad de los materiales que se empleaban y de la excelencia en la ejecución de los trabajos. Justo es destacar que dichas responsabilidades fueron asumidas sin descuidar la atención de su farmacia y sus otras muchas obligaciones.
Pero también la consecución de la obra se debe a su sensibilidad y desprendimiento. Agotado el capital inicial, ascendente a 150 000 pesos – gastados gran parte de ellos en el pilotaje que fue necesario establecer para la cimentación -- fue Sauto quien aportó de su fortuna personal las cantidades necesarias hasta cubrir casi la totalidad del monto final de la obra, valorada en unos 300 000 pesos. Fue además de benefactor su guarda y sostén ya que fungió casi hasta su muerte como administrador.
No obstante, el propio Sauto tuvo que asumir de su peculio la compra de las butacas, lunetas, lucernas, faroles, espejos florones, jarrones de porcelana de Sèvres, sillones, canapés, espejos y lámparas de araña en el extranjero, así como el pago de los operarios en diferentes momentos.
Sin embargo no fue este el único gasto asumido por él, además llegó a comprar instrumentos musicales, vestuario y otros útiles para uso de compañías y artistas que actuarían en el teatro.
También el yeso utilizado en el techo de la sala y en el del salón de los espejos fue importado de Nueva York, gracias a gestiones hechas por Sauto.
El sábado 18 de julio de 1863 comenzó a venderse en la puerta del Teatro “El Cartel”, redactado, dirigido e impreso por Sauto en su establecimiento.
Conocedor del panorama teatral cubano - había ejercido la crítica teatral en varias publicaciones de la época – su redactor logró que “El Cartel” se convirtiera en el órgano oficial de nuestro Teatro, brindando a los asistentes información sobre las puestas y ayudando a la mejor comprensión del hecho artístico.
El 24 de marzo de 1880 muere en la ciudad que lo acogió como a un hijo Ambrosio de la Concepción Sauto y Noda. La huella de su obra creadora ha quedado en la ciudad y especialmente en el Teatro, institución que es hoy loa eterna y renovado homenaje a su memoria.
Director de la Biblioteca · Gener y del Monte" de Matanzas *
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