domingo, 10 de marzo de 2013

Hugo Chávez y los mercenarios de la SIP


José Steinsleger


La muerte del presidente Hugo Chávez se prestará como lúgubre y festivo telón de fondo para los magnates y achichincles de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) que el próximo fin de semana se reunirán en el hotel Intercontinental de Puebla.

Uno de los invitados especiales (digamos Enrique Krauze) insinuó hace poco a la entrevistadora Carmen Aristegui que sólo la muerte liberaría al pueblo venezolano de su caudillo redentor. Con el estilo anfibológico que lo caracteriza, el héroe de la libertad de prensa de la SIP había cerrado en 2011 un texto dedicado a Chávez diciendo:
“La historia de Venezuela –podría decir el comandante– no es más que mi propia autobiografía, la autobiografía de Hugo Chávez.

¿Qué capítulo escribirá ahora el redentor enfermo?” ( Redentores, Debate, p. 508). Flatos de odio contenido que para sus amigos fascistas de España bien merecían un premio de 20 mil dólares. Fuera de los 50 mil que, según dicen, recibió de la oposición venezolana por otro libro dedicado a Chávez ( El poder y el delirio, Tusquets, 2008).

El último encuentro tuvo lugar en Sao Paulo, con motivo de la 68 asamblea anual que la SIP realiza desde su fundación (La Habana, 1943), habiéndose convertido, durante más de medio siglo, en vocera de los intereses de Washington en América Latina. Por consiguiente, asociar CIA y SIP sería pura tautología.

Recordemos el rol de El Mercurio y la SIP en el golpe de Pinochet contra Salvador Allende. O aquel anuncio de La Nación de Buenos Aires (gaceta ganadera y diario favorito de Jorge Luis Borges), en vísperas del genocidio instaurado en marzo de 1976: “¡Argentinos de Pie!… la hora obliga a cerrar filas, estar atentos, la mente fresca, el músculo tenso. ¡No vaciles en defender hoy lo que puedes perder mañana!” ( La Nación, 27 de octubre de 1975).

Firmado por una apócrifa Acción-proformación de brigadas de voluntarios, el comunicado sugería a los interesados dirigirse al Estado Mayor Conjunto. Interpelados por un lector algo suicida, un cultísimo editorialista de La Nación advirtió que se trataba de un anuncio pagado y, por tanto, inserto en el derecho de los ciudadanos a la libertad de expresión…

Sin embargo, 35 años después, la SIP cargó (y en fastidiosa sintonía con algunas izquierdas) contra el nuevo enemigo de Occidente en América Latina: el populismo autoritario (o neopoulismo ídem). De 13 resoluciones, dos apuntaron contra el gobierno argentino.

Como bien observó el periodista Emilio Marín, la presidenta Cristina Fernández fue tratada como cruel dictadora que tiene secuestrada a la libertad de prensa. Y los otros sentenciados fueron (cómo no) el ecuatoriano Rafael Correa y el venezolano Hugo Chávez, que para los pelotones de fusilamiento de la SIP eran “los tres peores verdugos de la ‘libertad de informar’ (sic) en la región”.

Naturalmente, frente a cualquier intento de democratizar la comunicación, la maniquea SIP sólo distingue afanes de control gubernamentales. Y tal será el contenido de los debates en la reunión de Puebla, que da inicio el próximo viernes. Aquelarre que contará con la presencia de la bloguera cubana Yoani Sánchez, una de las personalidades que según las revistas Time y Foreign Policy figuran entre “las más influyentes del mundo…”.

 Pero en el barrio habanero donde vive, le llaman Miss Nadie. ¡Qué desinformación!

Envidia de los funcionarios del gobierno y de los dirigentes del Partido Comunista (pues ella sí cuenta misteriosamente con banda ancha de Internet y se conecta a diario con todo mundo), Yoani fue galardonada en 2008 con el Premio Ortega y Gasset que otorga el objetivo diario español El País, a más de haber sido elegida por la CNN entre las veinticinco mejores blogueras del mundo.

Imparable con sus logros profesionales, Yoani ganó un importante concurso de la radioemisora alemana Deutsche Welle, y fue la primera en obtener el prestigiado premio Moors Cabot de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia (2009). O sea, el mismo trofeo obtenido por tantos merolicos del periodismo latinoamericano, y que en 1952 obtuvo el coronel de la CIA Jules Dubois, fundador del llamado Comité por la Libertad de Expresión de la SIP.

Con la ética y objetividad que caracterizan a las huestes de la SIP, Yoani niega que se reúna frecuentemente y reciba instrucciones de la sección de intereses de Estados Unidos en La Habana (SINA). Y que las respuestas de una publicitada entrevista con el presidente Barack Obama (hasta hoy inédita pero ya mero) fueron redactadas por la SINA.

Temblando de emoción, Miss Nadie confesó al académico francés Sami Lamrani: Estados Unidos desea un cambio de gobierno en Cuba, y eso es lo que deseo yo también. De la mafia cubana de Miami dijo: “No diría que el loby es enemigo de la patria”. ¡Ay, patria mía!... (diría Chávez).

De las personas que defienden las sanciones económicas a Cuba (o sea, el bloqueo criminal de medio siglo) Yoani piensa que “…defienden a Cuba según sus propios criterios”. ¡Eso, mimi! ¡La libertad de expresión ante todo! ¿Acaso no merece una gran bienvenida en Puebla?


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