sábado, 15 de diciembre de 2012


                                                            
 









Por: Yairis Hernández.

 Única de su tipo en el mundo, la Botica Francesa del Dr. Triolet, hoy Museo Farmacéutico, se preserva como una de las joyas más valiosas de los matanceros.

Patrimonio de Cuba desde el 2007, Premio Nacional de Conservación al siguiente año y propuesta para ser declarada Patrimonio de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), la Botica Francesa del Dr. Ernesto Triolet se describe como uno de esos espacios mágicos que marcan a las personas para toda la vida.

Esa fue la impresión que tuve cuando conversé con Marcia Brito Hernández, su directora; una mujer sencilla y risueña, que por más de 30 años ha llevado consigo la responsabilidad de resguardar las excepcionales piezas de esta droguería.

A cada una de sus respuestas le antecedían suspiros y, más que sus palabras, alcancé a tomar en mi libreta de apuntes toda la información contenida en el brillo de sus ojos, el tono entusiasta de su relato y el amor que inundaba el segundo piso de un recinto pequeño, pero acogedor.

“Estamos en la única botica francesa que se conserva completa en el mundo”, así inició una conversación que hubiese tardado miles de horas, si el tiempo me lo hubiese consentido.

“Todas sus colecciones son originales y fueron adquiridas por los dueños para la misma. Los medicamentos que son mostrados en la colección fueron elaborados aquí (…) Antes existían dos líneas de comercialización: productos que se importaban de laboratorios de España, Francia, Alemania y Estados Unidos, por citar algunos países, y que son piezas muy especiales y de un enorme valor, y medicamentos que se preparaban en este lugar y quedaban registrados en los libros de asentamientos de recetas. Estos documentos son trascendentales, porque te indican, por fecha, la cantidad de recetas que se hacían y que médicos las formulaban, son libros muy importantes (…) Además de la relevancia de su instrumental, completamente artesanal, anterior al siglo XX y que estuvo en funcionamiento hasta el 16 de enero de1964″, expresó Brito al referirse a los valores que distinguen el lugar.

UN POCO DE HISTORIA

La Botica fue fundada el 1 de enero de 1882, en la antigua Plaza de Armas de la ciudad de Matanzas, por los doctores en Farmacia Juan Fermín Figueroa y Ernesto Triolet Teliebre, amigos que se convirtieron en parientes, luego de que María Justa de Figueroa, hermana del primero, contrajera nupcias con el doctor Ernesto Triolet.

A la muerte prematura de Justa, Triolet se casó con la hija de Figueroa, Doña María de los Dolores, la primera mujer cubana que recibiera el título de doctora en Farmacia en 1886, y con la cual fundó una familia de artistas y científicos.

Durante los años que funcionó como farmacia fueron preparadas más de 150 fórmulas, entre las que se destacan los jarabes, tinturas, pomadas, esencias, elixires, ungüentos y píldoras, entre otras.

El emblemático lugar, exponente de la arquitectura neoclásica doméstica de fines del siglo XIX, se nacionaliza el 23 de noviembre de 1963 y continúa su trabajo, hasta su cierre, en enero de 1964. El primero de mayo del mismo año reabre sus puertas, esta vez, como museo. A su cargo estuvo, durante los primeros diez años, el hijo menor del matrimonio, Ernesto Triolet Figueroa.

“La humanidad entera estará en deuda con la familia Triolet Figueroa porque ellos lo dejaron todo tal cual estaba. Se nacionalizaba el negocio pero los bienes eran propiedad de los dueños; pero gracias a Julio Le Riverend y otro grupo de personas se logró que la Botica no pasara al Ministerio de Salud Pública, sino a Patrimonio, y es ahí que se decide convertir en el primer Museo Farmacéutico de Latinoamérica”, expresó Marcia.

EN LA ACTUALIDAD

Hasta la fecha el museo acumula más de 1 millón de visitas. En el 2011 asistieron 47 mil 627 personas y para el 2012 se prevé superar la cifra de 47 mil 800.

Entre las salas de la farmacia se destaca la dedicada a la hija del fundador, Celia Triolet, artista vinculada a las artes plásticas que se dedicó al diseño de vitrales. En la actualidad, los mismos artesanos que restauraron los vitrales de la casa, exponen y comercializan, con exclusividad, sus piezas en este lugar.

Se exhiben más de 5 millones de piezas en la colección, desde etiquetas, instrumentales, medicamentos hasta los libros de asentamientos de fórmulas.

El centro mantiene un estrecho vínculo con la comunidad. En múltiples ocasiones sus salas se convierten en sede de conciertos para música de pequeño formato, reúne a jóvenes trovadores o suscita debates literarios.

LA ENTREVISTA

Conocí a Marcia fue dos semanas antes de la entrevista, en una reunión en la que coincidimos y fuimos presentadas. Confieso que mi interés era, sobre todo, conocer el museo porque jamás lo había visitado, a pesar de pasar frente a él casi todos los días y entonces utilicé la excusa del reportaje como un pretexto.

Varias veces conversamos por teléfono para planificar el encuentro, pero ella siempre estaba ocupada cuando yo disponía de tiempo libre. Hubo momentos en los que me dio pena llamarla, temía ser demasiado insistente, pero así son los periodistas.

Marcia siempre se mostró amable e interesada, razones que impidieron que desistiera, hasta que al fin y casi por azar nos encontramos.

Toda la conversación fue grabada, aunque lamenté prescindir de una cámara de televisión, pues la expresividad de su rostro no necesitaba de palabras. Casi me enamoro perdidamente del museo y solo hablamos durante una hora.

En estos momentos, Marcia trabaja en la preparación de un libro que será lanzado por Ediciones Matanzas, con motivo del aniversario 50 del museo. En el mismo se abordará la historia de la Botica y de sus colecciones, a partir de las investigaciones realizadas durante estos años.

¿Cuál constituye el mayor disfrute de Marcia?

“Mi mayor disfrute es ser parte de un colectivo que tiene cada día la tarea de conservar este museo, ayudar a que esta Botica se mantenga como si fuese el primer día, allá por el año 1882″.

¿Qué principio guía el trabajo de este colectivo?

“El principio que defendemos es el de ofrecer un servicio de excelencia”.

¿Qué fórmula mantiene este lugar casi intacto, luego de tantos años?

“El amor, este lugar lo distingue el amor…ha sido minuciosamente preservado por muchas personas, desde sus dueños hasta los trabajadores actuales. Se trata de un sitio auténtico, en perfecto estado de conservación y con una colección excepcional”

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