Berta Soler no conocía el contenido de
la carta que ella misma había dirigido a Su Santidad Benedicto XVI, y
además tenía opiniones. Evidentemente se trata de un caso insólito de
malabarismo mediante el cual la verdad siempre brilla por su ausencia, o
lo que es igual es sustituida por la urgencia de cobrar lo que le toca
al mercenario de turno.
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