jueves, 26 de febrero de 2009

Francisco Cobo: Matanzas no te olvidará.


Por: José Miguel Vázquez.

La ciudad de Matanzas está de luto hoy jueves 26 de febrero. Esta mañana los matanceros despertamos con la triste noticia del fallecimiento de un genuino artista de nuestro pueblo que con su pincel en mano, dio colores a la matanceridad.
Se trata de Francisco Cobo nacido el 4 de diciembre de 1915, y que se destacó durante la mayor parte de su vida por reflejar a través de sus pinturas los ríos, las calles, las gentes, casas, puentes de ésta, su ciudad.
Se trata de un legítimo paisajista que recogió las mejores enseñanzas de los clásicos Vicent Van Goth, y Mauricio Utrillo.
El triunfo de la Revolución le proporcionó la oportunidad de emplearse a fondo en este difícil arte de reflejar en los óleos la realidad que le rodeaba, ya en la década de los años 80 comienza a destacarse por sus famosas marinas, framboyanes y catedrales, aunque por complacer determinados gustos, algunas de sus producciones no produjeron resultados significativos.
Durante muchos años alternó su afición por la pintura con su labor de escenógrafo del Teatro Sauto y sus obligaciones económicas con la familia lo llevó a la realización de murales en algunos lugares que él mismo reconoce no le aportaron resultados del todo positivos.
Sin embargo su amor por Matanzas y el fiel reflejo que siempre hizo de este sincero sentimiento por su ciudad le granjearon un reconocimiento y respeto por parte de sus coterráneos.
Creo que como justo homenaje a su obra debo resaltar lo expresado por nuestra poetiza Carilda Oliver Labra; Premio Nacional de Literatura 1997, cuando acerca de Cobo expresó:
--“Contemplar una exposición de Francisco Cobo es conocer a la ciudad de Matanzas, sin caminarla, averiguarle la raíz oculta, el misticismo de sus muchos secretos, la sabia ancestral de su embrujamiento.
En telas o papeles, el pincel o la plumilla, dejan atrapada una imagen del valle, de las ruinas junto a los ríos, de los ríos mismos, del abra, de la bahía, del cielo que nos retiene, y de lugares predilectos como la Ermita, las casuchas de pescadores, la Catedral, la Iglesia San Pedro, los puentes, las playas.
Ahora y siempre cuando se hable de la belleza plástica de Matanzas, saltará el nombre de su pintor, del que la copia para delicia y resguardo, del que la enaltece y nos ayuda a perpetuarla, a sitiarla contra el olvido, porque él regala reiteradamente estos verdes, estos azules conversadores de nuestra hermosura.,ofrece un valle portátil, una loma yumurina que se nos queda en la sala, un San Juan que corre hasta nosotros, cuando al romper la mañana abrimos los ojos en el hogar.
Apasionado por la armonía física de su tierra, se repite una y otra vez en el afán por eternizarla., como un pequeño Dios vuelve a armar la naturaleza—cuando quiere y de memoria—pues adentro lleva el paisaje que le alumbró primero, y simplemente lo saca con el pincel y lo pone a latir de nuevo como si de él naciera, y renaciera la ciudad, la ciudad que, apenas brotando del trémolo se reconoce a si misma señora de las aguas y los puentes, de los rumores sosegados y las líneas neoclásicas , de las montañas levísimas y que no quieren subir al cielo, de los parques regados por en ensueño, de las calles con historia, de esa arena que es como un paraíso—pulverizado y vivo—de todas las leyendas: Eterna deidad telúrica besada por el mar que estalla en cerúleos, cobaltos y viridianos.
Cuando Cobo logra simplificar sus pincelada impresionista, y asume un color casi plano donde repercute la luz en el brazo inconcluso que le caracteriza, está pintando a Matanzas en su visión estética, le está confirmando una presencias que magnetiza, sin profanarle la esencia íntima, con abusos de color ni preciosismos técnicos, sin preocupaciones por la perspectiva o el dibujo auténtico , tan solo respetando su perfil romántico, su atmósfera transparente, su inocencia de aldea ilustre cargada de hijos que todavía le defienden el laurel de una corona que fue única en la isla.
Y ese milagro no ocurre gracias al oficio (que puede o no discutírsele), sino porque todo hechizamiento es consecuencia de un brote espiritual, toda fuerza creativa proviene de un elan poderoso que la mueve, y, como sabemos en cada caso sólo existe una génesis nada misteriosa: el amor, Simplemente Cobo ama a Matanzas”—
fin de la cita.

Francisco Cobo, este es el homenaje que todos dedicamos a tu obra imperecedera, por eso te hiciste acreedor de numerosas condecoraciones que te otorgaron distintas instituciones del país, y al despedirte te decimos, así de sencillo: Queda tu obra, queda su presencia, queda tu enseñanza.


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