Todo aquel que conocía a Lázaro Peña González se percataba de tener ante si a un líder natural e inconmensurable.
Por: Evelio Tellería Alfaro .
Por: Evelio Tellería Alfaro .
(Tomado de Trabajadores)
Con sólo observar tan siquiera una vez la firmeza de sus principios, su optimismo y jovialidad, la hombradía en difíciles circunstancias y la lealtad incondicional a sus hermanos de clase, todo aquel que conocía a Lázaro Peña González se percataba de tener ante si a un líder natural e inconmensurable.
Humilde como la cuna en que nació un 29 de mayo hace 95 años, fue su vida forjada en la dura escuela de una sociedad injusta que lo explotaba y discriminaba por ser pobre y negro.
Cuando le asomaba la adolescencia se vio obligado a laborar en diversas ocupaciones de una fábrica de tabacos en La Habana. Ese fue su contacto con el proletariado en cuyo seno conoció la ideología marxista-leninista. Y no solo la aprendió, sino que la llevó a la práctica como dirigente comunista y sindical que organizaba huelgas, enfrentaba a patronos y desenmascaraba a opresores y traidores.
Fue Lázaro Peña quien junto a otros luchadores obreros emprendió la titánica tarea de cohesionar a todos los trabajadores cubanos en un solo haz para cristalizar el anhelo de combatientes proletarios que le antecedieron en otras épocas.
Así nació la Confederación de Trabajadores de Cuba (CTC), en 1939. La autoridad, el prestigio, honradez y agudeza política reconocidas en Lázaro por las masas, le hicieron merecedor del voto para ocupar la secretaría general de esa organización.
Desde entonces fue aun mayor su vínculo con los de su clase en mítines, desfiles, fábricas, talleres y asambleas donde más allá del discurso, dialogaba de tú a tú con los que sudaban la camisa.
A ellos los representó y defendió ante los gobiernos burgueses de turno. A ellos los alertó contra las artimañas y calumnias divisionistas que solo favorecían a los reaccionarios y explotadores al servicio del imperialismo yanqui, los mismos que hoy, con otros rostros, cuestionan la unidad monolítica que siempre ha caracterizado a nuestra clase obrera.
Lázaro hoy también nos diría: “Nuestra lucha es por el auge continuo de la economía, la cultura, la ciencia, la defensa, la elevación del nivel de vida del pueblo cubano. Batallamos para salvaguardar, consolidar, ampliar, multiplicar la propiedad común socialista, alzamos la bandera de la disciplina en el trabajo, de la elevación del nivel técnico y educacional”.
Su legado y fe en el futuro siguen y seguirán siendo guías en las tareas que lleva a cabo hoy el pueblo trabajador. Este 29 de mayo, a noventa y cinco años de su natalicio, le tributamos homenaje al recordar su ejemplo de consagración y lealtad a la Revolución
Con sólo observar tan siquiera una vez la firmeza de sus principios, su optimismo y jovialidad, la hombradía en difíciles circunstancias y la lealtad incondicional a sus hermanos de clase, todo aquel que conocía a Lázaro Peña González se percataba de tener ante si a un líder natural e inconmensurable.
Humilde como la cuna en que nació un 29 de mayo hace 95 años, fue su vida forjada en la dura escuela de una sociedad injusta que lo explotaba y discriminaba por ser pobre y negro.
Cuando le asomaba la adolescencia se vio obligado a laborar en diversas ocupaciones de una fábrica de tabacos en La Habana. Ese fue su contacto con el proletariado en cuyo seno conoció la ideología marxista-leninista. Y no solo la aprendió, sino que la llevó a la práctica como dirigente comunista y sindical que organizaba huelgas, enfrentaba a patronos y desenmascaraba a opresores y traidores.
Fue Lázaro Peña quien junto a otros luchadores obreros emprendió la titánica tarea de cohesionar a todos los trabajadores cubanos en un solo haz para cristalizar el anhelo de combatientes proletarios que le antecedieron en otras épocas.
Así nació la Confederación de Trabajadores de Cuba (CTC), en 1939. La autoridad, el prestigio, honradez y agudeza política reconocidas en Lázaro por las masas, le hicieron merecedor del voto para ocupar la secretaría general de esa organización.
Desde entonces fue aun mayor su vínculo con los de su clase en mítines, desfiles, fábricas, talleres y asambleas donde más allá del discurso, dialogaba de tú a tú con los que sudaban la camisa.
A ellos los representó y defendió ante los gobiernos burgueses de turno. A ellos los alertó contra las artimañas y calumnias divisionistas que solo favorecían a los reaccionarios y explotadores al servicio del imperialismo yanqui, los mismos que hoy, con otros rostros, cuestionan la unidad monolítica que siempre ha caracterizado a nuestra clase obrera.
Lázaro hoy también nos diría: “Nuestra lucha es por el auge continuo de la economía, la cultura, la ciencia, la defensa, la elevación del nivel de vida del pueblo cubano. Batallamos para salvaguardar, consolidar, ampliar, multiplicar la propiedad común socialista, alzamos la bandera de la disciplina en el trabajo, de la elevación del nivel técnico y educacional”.
Su legado y fe en el futuro siguen y seguirán siendo guías en las tareas que lleva a cabo hoy el pueblo trabajador. Este 29 de mayo, a noventa y cinco años de su natalicio, le tributamos homenaje al recordar su ejemplo de consagración y lealtad a la Revolución
No hay comentarios.:
Publicar un comentario