Por su interés reproducimos este artículo del Periodista Eduardo Montes de Oca, publicado en el sitio El Insurgente, donde analiza la posible agresión militar de Estados Unidos a Iran.
Eduardo Montes de Oca,
Eduardo Montes de Oca,
Periodista de la Revista Bohemia.
Tomado de : El Insurgente
"Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica por mandato de Dios, si le creemos eso de sus pláticas con el Señor por los pasillos de la Casa Blanca, donde habrá escuchado la sugerencia divina de convertirse en azote de la pecadora Bagdad y lugares aledaños, George W. Bush anda de pirómano (una vez más) en estos días, como para dejar claro que la de estadista no es su única vocación.(...)".
Pero, bueno, incluso si mandatario a secas y no incendiario –caso hipotético-, una orden es una orden. Más si viene de lo alto. Lo digo porque, a inicios del pasado mes, el hombre/flagelo sopló candela, como un personaje de Ray Bradbury, al revelar la intención de “enfrentar las asesinas actividades de Teherán” en Iraq (trasiego de armas, espionaje, quintacolumnismo).
Algo que, sumado a manifiestos planes del Departamento de Estado de incluir el Cuerpo de Guardias Revolucionarios de Irán en su lista de organizaciones terroristas, hace pensar a observadores como Trita Parsi, de IPS, en una reedición –tal vez corregida y aumentada- de la socorrida maniobra para provocar una guerra.
Y a Bush el tiempo no le sobra, por supuesto. Por ello, ni corto ni perezoso, aprovechó un receso de un Congreso que descansa en demasía, como él mismo, y que a ojos vista se prepara para enfrentarse con la Oficina Oval al respecto del envío de más soldados a la Mesopotamia. Lo aprovechó, sí, de la “mejor” manera: abogando por la arremetida. Porque concentrarse en Irán podría ayudar a distraer la atención del fracaso de la estrategia denominada surge (embate), que no ha conseguido detener la violencia en Iraq. “También podría servir para convencer al Congreso de que Irán es responsable de las desgracias de Estados Unidos en territorio iraquí y de que suspender los fondos para la guerra solo fortalecería a los líderes de Teherán” (Parsi).
Ser de esencia múltiple –una de ellas, la de miura, bestia magnífica que suele enceguecerse y “huir” hacia delante-, George Walker acaba de discursear ante una legión de veteranos sobre la dizque férrea decisión imperial –aunque claro que él, tan pudoroso, no utiliza ese calificativo- de impedir acciones que “amenazan la seguridad de las naciones en todas partes”, lo cual suena harto conocido, y no por mera casualidad: parece eco de las declaraciones vertidas contra el régimen de Saddam Hussein antes de la invasión que lo defenestró, lo capturó, lo juzgó y lo ahorcó, como para hacer más creíble las intenciones libertarias de los legionarios coligados, en su búsqueda no tan tapiñada del valor petróleo.
Ahora son las pretendidas aspiraciones beliconucleares de Irán, como antes fueron las famosas e intangibles armas de destrucción masiva –las químicas, en primer orden- de Iraq, el ritornelo (des)entonado que apuesta a intimidar a la masiva oposición popular a la guerra en Iraq. Por eso, apunta el colega Bill Van
Auken, la mentira pugnaz de que los 160 mil soldados yanquis están en aquellas reverberantes planicies con el objetivo supremo, y único, de derrotar a Al Qaeda, agrupación terrorista y terrorífica que más de uno considera creada, a modo de Frankenstein-entelequia, por el propio Gobierno de USA, con todo el sentido pragmático que lo caracteriza. Despertar el miedo al coco sería el destino de la creatura.
Pero se le salió la cola al lobo por la levita. Según recurrente comentario, el presidente oreó los intereses soterrados, al advertir de las terribles consecuencias que supuestamente se derivarían del fallo de Washington en el intento de reprimir la resistencia y de establecer su dominio por aquellos pagos. “Si los extremistas controlaran una parte sustancial del suministro energético del planeta, podrían chantajear y sabotear la economía mundial. Dispondrían de miles de millones de dólares de los ingresos por petróleo para comprar armas y proseguir con sus ambiciones letales.” Y los extremistas, para W., tienen una de sus bases, la principal, en el Irán de los ayatolas. El Irán pecaminosamente antimperialista.
¿Sí o no?
¿Atacarán o no a Irán los cowboys yanquis y los aliados que estos logren convencer? Sí, si nos atenemos a la miríada de artículos diarios que reiteran el mensaje de que Irán y Siria constituyen las fuerzas detrás del caos en el Oriente Medio y Afganistán. Conforme a comentaristas como Mahdi Darius Nazemroaya, del Global Research, “un motivo para la guerra contra Irán y Siria se ha ido construyendo gradualmente, al igual que con Iraq, pero durante más tiempo y con la ayuda de Israel, el vigilante de la política anglo-estadounidense en el Mediterráneo oriental y el Oriente Próximo”. En este contexto, el propio Teherán ha previsto que la próxima guerra en la zona se lanzará desde el territorio hebreo... De lanzarse, claro, porque no todo el mundo responde afirmativamente a la interrogante con que iniciamos este apartado.
Analistas hay para los cuales el resurgimiento de las milicias de los talibanes en Afganistán y Paquistán y el cúmulo de los crecientes problemas de seguridad en Iraq son dos factores clave que alejan la posibilidad de un ataque. Posibilidad que se desdibuja aún más, de acuerdo con el periodista Maximiliano Sbarbi Osuna, por la “sencilla” razón de que, desatado un plan bélico contra la nación persa, ésta dejaría de bombear petróleo indispensable a países occidentales que abominan de la revolución islámica de 1979. Países que preferirían abstenerse del acto y continuar en plan de malevos de palabra fácil y envalentonada, y cuchillo de hojalata, de los de utilería.
Pero para el entendido citado esto no resulta el meollo; más importante deviene el que Irán no está tan solo como algunos piensan. Moscú se perfila como uno de sus principales aliados, sin que parezca importarle mucho la línea ideológica del Gobierno.
“Rusia no solo veta todas las resoluciones contrarias a Irán en el Consejo de Seguridad de la ONU, sino que es un inversor directo del programa nuclear iraní. Además, saca provecho de la cuantiosa venta de armas, entre las que se
destacan los misiles S-300” para defender las instalaciones nucleares. “Rusia utiliza en su provecho la situación de enfrentamiento de Estados Unidos con Teherán, ya que la influencia regional iraní es un freno a la temida expansión de la OTAN en Eurasia.”
Y ¿qué de la rápida expansión de China -también miembro del Consejo de Seguridad-, la cual demanda cada vez más hidrocarburos, importado en su mayoría de Irán?
Con estos ejemplos no habrá que extenderse en una política llevada con loable sabiduría –astucia, en el decir de sus detractores- por un Gobierno, el de los ayatolas, que mantiene una fluida relación energética con Armenia y Turkmenistán, excelentes lazos diplomáticos con Georgia, Kazajstán y Azerbaiyán. Que participa activamente como miembro, por ahora observador, del Grupo de Shangai –asociación política, económica, militar, de Rusia, China y los países de Asia Central-. Que se relaciona sin complejo de ninguna índole, petróleo mediante, con Europa la crítica, Turquía, Afganistán. Que, al parecer, ejerce tremenda influencia entre los chiitas de Iraq...
Si se le pidiera el criterio sobre un posible ataque, este redactor acudiría a la tradición salomónica. Aunque, a su entender, sería una locura arremeter contra el bien armado Irán, al parecer decidido a resistir y a vencer –impertérrito ante decenas de llamados a desnuclearizarse-, no dejaría de subrayar el componente de irracionalidad presente en la toma de decisión política, recordando el reconcomio de los decadentes neocons, cada vez más solos en los alrededores de Bush el mesías, el que platica sin tasa con el Creador... Y ¿si George malinterpretara una sugerencia de su Dios-padre? A los iraníes, que continúen preparándose, por si acaso. Y al mundo, bueno, pues que no cante antes de tiempo hosanna por una paz que debiera ser. Como siempre.
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