El Himno Nacional cumplió 140 años
• Jornada por el Día de la Cultura
Por: Rafael Lam . Tomado de Granma Internacional
EL Himno Nacional cumplió 140 años, después de acompañar a los cubanos en sus guerras, sus triunfos, sus alegrías y tristezas; en todos los momentos memorables, estuvo animando en la carga al machete con el que venció los cañones, los fusiles, las balas de los combates, anunció el tiempo de ser libres.
El de 14 de agosto de 1867, Perucho compuso las notas de
lo que llamó La Bayamesa, que con el tiempo devendría Himno Nacional Cubano.
Perucho Figueredo tuvo el gran honor de componer La Bayamesa, convertida en Himno Nacional Cubano, que se cantó el 20 de octubre de 1968. Pero es en la madrugada del 14 de agosto de 1867 —hace 140 años— cuando el patriota recibió una orden histórica: “Estamos reunidos en Comité de Guerra. Pues bien, ahora te toca a ti, que eres músico, componer nuestra Marsellesa”. Numerosas canciones patrióticas se componían desde 1851, bajo el influjo de La Marsellesa francesa de Rouget D´Lisle.
El interlocutor que animó a Perucho fue Francisco Maceo Osorio, quien junto a Francisco Vicente Aguilera integraban el trío de conspiradores que preparaba la insurrección general en la Isla con vistas a obtener la independencia.
Pedro Figueredo Cisneros (Perucho) nació en Bayamo el 29 de julio de 1919 y fue fusilado en Santiago de Cuba el 18 de agosto de 1870. Antes de ser ejecutado gritó: “Morir por la patria es vivir”. Pedro fue abogado, poeta, músico, periodista y aficionado a la literatura. Estudió en el Colegio Carraguao (existe un barrio habanero con ese nombre), dedicó preferente atención a la música. Al continuar sus estudios en Barcelona, donde se hizo abogado, llegó a tocar bien el piano. En su familia todos eran músicos, ofrecían veladas y conciertos familiares.
Pues bien, ese día 14 de agosto de 1867, Perucho se sentó de madrugada al piano de su casa y compuso las notas de lo que llamó La Bayamesa que con el tiempo devendría Himno Nacional Cubano. Esta Bayamesa no tiene nada que ver con la obra homónima de Carlos Manuel de Céspedes, Francisco Castillo y José Fornaris de 1851. “¿No te recuerdas gentil bayamesa,/ que tú fuiste mi sol refulgente,/ y risueño, en tu lánguida frente,/ blando beso imprimí con ardor?”
LA PRIMERA VEZ QUE SE TOCO
El 8 de mayo de 1868, el autor de La Bayamesa le entregó una copia de piano al maestro Manuel Muñoz Cedeño, director de una de las orquestas de la ciudad, para que hiciera la correspondiente instrumentación y la interpretara la orquesta en un momento oportuno. Se fue ensayando con sordina en la propia casa de Cedeño.
El gran día del estreno llegó, el 11 de junio de 1868, en las festividades, con todo esplendor, del Corpus Christi, una gran expectativa reinaba en parte de la población que tenía conocimiento del himno, la obra se presentó en la Iglesia Mayor. Perucho convenció al sacerdote cubano Diego José Batista para que la marcha fuera estrenada en el Te Deum que se efectuaría en la Iglesia Mayor, después de la procesión que recorrería las calles bayamesas.
El gobernador Udaeta estaba presente. Terminado el servicio religioso, los músicos comenzaron a tocar La Bayamesa. Una inmensa alegría de placer y estremecimiento invadió los corazones de aquellos cubanos que se identificaron con las notas marciales. Después salió la procesión, encabezada por la orquesta y las autoridades eclesiásticas coloniales; terminada la procesión, Muñoz fue detenido por dos guardias civiles, quienes lo llevaron a presencia del Gobernador, el cual hubo de preguntarle quién le había facilitado aquella música guerrera.
—Esa música, señor Gobernador, me la entregó el señor Pedro Figueredo —expuso Muñoz.
—Así que también el señor Figueredo es autor de himnos belicosos— repuso Udaeta.
Muñoz le objetó entonces que aquella música no tenía nada de belicosa, y que él se había limitado a complacer a Figueredo. Mandó entonces el Gobernador que Perucho fuese arrestado y conducido ante él, y le acusó de haberse excedido al facilitar a Muñoz “una marcha que nada tiene de religiosa y sí de patriota”. Figueredo le contestó:
-Señor Gobernador, no me equivoco al asegurar, como aseguro, que no es usted músico. Por lo tanto, nada le autoriza para decirme que este es un canto patriótico.-Dice usted bien. No soy músico. Pero tenga la seguridad de que no me engaño. Puede usted retirarse convencido de ello.
El 10 de octubre de 1868 se produjo la clarinada independentista, cuyo grito inicial lo dio Carlos Manuel de Céspedes en La Demajagua. El 18 de octubre Perucho combatió enérgicamente para liberar a Bayamo. En la madrugada del 20 se rindieron los españoles, cuya acta fue firmada en la Plaza Isabel II. Aparecieron abanderadas la hija y esposa de Figueredo. El pueblo tarareaba el Himno de Bayamo. Entonces se oyeron voces: “¡La letra!, ¡la letra!” Montado en su caballo, Perucho cruzó su pierna sobre la silla de su caballo Pajarito y redactó las notas del himno que después fue cantado a coro por varias señoritas, entre las que figuraba Elisa Figueredo, hija del compositor.
El Gobernador Udaeta – desde la casa en que se encontraba arrestado- pudo oír claramente las notas marciales de La Bayamesa. Entonces pronunció sus célebres palabras: -¡No me había engañado! ¡Era una música de guerra!...
El apóstol José Martí, recibió el himno por mediación de Fernando Figueredo, exiliado en Cayo Hueso. El maestro publicó en el periódico Patria: “Para que entonen todos los labios y lo guarden todos los hogares; para que corran, de pena de amor, las lágrimas de los que lo oyeron en el combate sublime por primera vez; para que espolee la sangre en las venas juveniles el himno a cuyos acordes, en la hora más bella y solemne de nuestra patria, se alzó el decoro dormido en el pecho de los hombres”.
“El Himno —expuso Orlando Martínez— ha sufrido muchas e importantes transformaciones. Originalmente, contenía un breve fragmento musical de La Marsellesa —en la segunda parte— que le fue suprimido después. Antonio Rodríguez Ferrer fue quien le agregó la introducción que hoy se conoce. Gaspar Agüero y Eduardo Sánchez de Fuentes han publicado monografías sobre el Himno Nacional.
Al combate corred bayameses,/
que la Patria os contempla orgullosa/.
No temáis una muerte gloriosa,/
que morir por la Patria ¡es vivir!/
En cadenas, vivir es vivir,/
en afrenta y oprobio sumido/
Del clarín escuchad el sonido,/
¡a las armas valientes corred!/
El de 14 de agosto de 1867, Perucho compuso las notas de
lo que llamó La Bayamesa, que con el tiempo devendría Himno Nacional Cubano.
Perucho Figueredo tuvo el gran honor de componer La Bayamesa, convertida en Himno Nacional Cubano, que se cantó el 20 de octubre de 1968. Pero es en la madrugada del 14 de agosto de 1867 —hace 140 años— cuando el patriota recibió una orden histórica: “Estamos reunidos en Comité de Guerra. Pues bien, ahora te toca a ti, que eres músico, componer nuestra Marsellesa”. Numerosas canciones patrióticas se componían desde 1851, bajo el influjo de La Marsellesa francesa de Rouget D´Lisle.
El interlocutor que animó a Perucho fue Francisco Maceo Osorio, quien junto a Francisco Vicente Aguilera integraban el trío de conspiradores que preparaba la insurrección general en la Isla con vistas a obtener la independencia.
Pedro Figueredo Cisneros (Perucho) nació en Bayamo el 29 de julio de 1919 y fue fusilado en Santiago de Cuba el 18 de agosto de 1870. Antes de ser ejecutado gritó: “Morir por la patria es vivir”. Pedro fue abogado, poeta, músico, periodista y aficionado a la literatura. Estudió en el Colegio Carraguao (existe un barrio habanero con ese nombre), dedicó preferente atención a la música. Al continuar sus estudios en Barcelona, donde se hizo abogado, llegó a tocar bien el piano. En su familia todos eran músicos, ofrecían veladas y conciertos familiares.
Pues bien, ese día 14 de agosto de 1867, Perucho se sentó de madrugada al piano de su casa y compuso las notas de lo que llamó La Bayamesa que con el tiempo devendría Himno Nacional Cubano. Esta Bayamesa no tiene nada que ver con la obra homónima de Carlos Manuel de Céspedes, Francisco Castillo y José Fornaris de 1851. “¿No te recuerdas gentil bayamesa,/ que tú fuiste mi sol refulgente,/ y risueño, en tu lánguida frente,/ blando beso imprimí con ardor?”
LA PRIMERA VEZ QUE SE TOCO
El 8 de mayo de 1868, el autor de La Bayamesa le entregó una copia de piano al maestro Manuel Muñoz Cedeño, director de una de las orquestas de la ciudad, para que hiciera la correspondiente instrumentación y la interpretara la orquesta en un momento oportuno. Se fue ensayando con sordina en la propia casa de Cedeño.
El gran día del estreno llegó, el 11 de junio de 1868, en las festividades, con todo esplendor, del Corpus Christi, una gran expectativa reinaba en parte de la población que tenía conocimiento del himno, la obra se presentó en la Iglesia Mayor. Perucho convenció al sacerdote cubano Diego José Batista para que la marcha fuera estrenada en el Te Deum que se efectuaría en la Iglesia Mayor, después de la procesión que recorrería las calles bayamesas.
El gobernador Udaeta estaba presente. Terminado el servicio religioso, los músicos comenzaron a tocar La Bayamesa. Una inmensa alegría de placer y estremecimiento invadió los corazones de aquellos cubanos que se identificaron con las notas marciales. Después salió la procesión, encabezada por la orquesta y las autoridades eclesiásticas coloniales; terminada la procesión, Muñoz fue detenido por dos guardias civiles, quienes lo llevaron a presencia del Gobernador, el cual hubo de preguntarle quién le había facilitado aquella música guerrera.
—Esa música, señor Gobernador, me la entregó el señor Pedro Figueredo —expuso Muñoz.
—Así que también el señor Figueredo es autor de himnos belicosos— repuso Udaeta.
Muñoz le objetó entonces que aquella música no tenía nada de belicosa, y que él se había limitado a complacer a Figueredo. Mandó entonces el Gobernador que Perucho fuese arrestado y conducido ante él, y le acusó de haberse excedido al facilitar a Muñoz “una marcha que nada tiene de religiosa y sí de patriota”. Figueredo le contestó:
-Señor Gobernador, no me equivoco al asegurar, como aseguro, que no es usted músico. Por lo tanto, nada le autoriza para decirme que este es un canto patriótico.-Dice usted bien. No soy músico. Pero tenga la seguridad de que no me engaño. Puede usted retirarse convencido de ello.
El 10 de octubre de 1868 se produjo la clarinada independentista, cuyo grito inicial lo dio Carlos Manuel de Céspedes en La Demajagua. El 18 de octubre Perucho combatió enérgicamente para liberar a Bayamo. En la madrugada del 20 se rindieron los españoles, cuya acta fue firmada en la Plaza Isabel II. Aparecieron abanderadas la hija y esposa de Figueredo. El pueblo tarareaba el Himno de Bayamo. Entonces se oyeron voces: “¡La letra!, ¡la letra!” Montado en su caballo, Perucho cruzó su pierna sobre la silla de su caballo Pajarito y redactó las notas del himno que después fue cantado a coro por varias señoritas, entre las que figuraba Elisa Figueredo, hija del compositor.
El Gobernador Udaeta – desde la casa en que se encontraba arrestado- pudo oír claramente las notas marciales de La Bayamesa. Entonces pronunció sus célebres palabras: -¡No me había engañado! ¡Era una música de guerra!...
El apóstol José Martí, recibió el himno por mediación de Fernando Figueredo, exiliado en Cayo Hueso. El maestro publicó en el periódico Patria: “Para que entonen todos los labios y lo guarden todos los hogares; para que corran, de pena de amor, las lágrimas de los que lo oyeron en el combate sublime por primera vez; para que espolee la sangre en las venas juveniles el himno a cuyos acordes, en la hora más bella y solemne de nuestra patria, se alzó el decoro dormido en el pecho de los hombres”.
“El Himno —expuso Orlando Martínez— ha sufrido muchas e importantes transformaciones. Originalmente, contenía un breve fragmento musical de La Marsellesa —en la segunda parte— que le fue suprimido después. Antonio Rodríguez Ferrer fue quien le agregó la introducción que hoy se conoce. Gaspar Agüero y Eduardo Sánchez de Fuentes han publicado monografías sobre el Himno Nacional.
Al combate corred bayameses,/
que la Patria os contempla orgullosa/.
No temáis una muerte gloriosa,/
que morir por la Patria ¡es vivir!/
En cadenas, vivir es vivir,/
en afrenta y oprobio sumido/
Del clarín escuchad el sonido,/
¡a las armas valientes corred!/
No hay comentarios.:
Publicar un comentario