¿Gigantes o molinos?
¿Dónde nació el Quijote? Pues… Cervantes no lo detalló; solo sabemos que en un lugar indeterminado de la Mancha. Es un personaje tan misterioso como universal. Para algunos románticos nació en Cuba, en un lugar de Birán que yo si quiero recordar.
Pero no les voy a hablar del Quijote, sino de Sancho Panza. Para el mundo es Raúl Modesto, para la madre fue Musito, para mí es simplemente Sancho.
No se puede comprender la historia de la Revolución cubana sin entender el papel de su fiel escudero. Raúl Castro no es un personaje secundario, es un actor principal y complementario al Quijote cubano. Es una pieza esencial en la trama novelesca vivida en la Isla en las últimas siete décadas.
En un lugar de Birán...
Pero… ¿Cómo surge la lealtad incondicional entre nuestro Quijote y Sancho Panza? ¿Cuándo se fraguó la fidelidad entre Fidel y Raúl?
Lo cierto es que no lo sabemos, es de esas cosas humanas que no tienen tiempo ni lugar. No obstante, intentaremos develar algunas claves.
Nacer y crecer bajo el mismo techo no es garantía de la cordialidad entre hermanos. Fidel siempre tuvo especial amor hacia el varón más pequeño de la casa, a quien asumió como a un pupilo y le prodigó un inmenso amor. Casi nonagenario aun guardaba fresca en su memoria el nacimiento de su querido hermano.
Cuando evoco nacimientos en medio de sobresaltos, recuerdo el de Raúl, el 3 de junio de 1931. Me acuerdo bien de aquel día, dónde dio a luz mi madre, en qué parte de la casa. Yo estaba en el corredor, era de día ya, escuchaba unos gritos horripilantes, tremendos, en todo el tiempo que demoró el parto, durante varias horas, el correcorre en la casa. (…) Me acuerdo perfectamente bien de cuando por fin nació Raúl y de la inmensa felicidad de aquel momento.[1]
Fidel vio crecer al varón más pequeño en la finca de Birán, mientras él y Ramón se la pasaban jugando libremente con los hijos de los empleados de su padre. Raúl al no poder acompañar a los mayores, se divertía montando la bicicleta, empleando como pista el corredor de la casa. Al crecer compartió los mismos gustos que sus hermanos; montar caballos, bañarse en el río y pasarse largas horas en las barracas de los haitianos.
Tal vez el deseo de gozar de la misma libertad que sus hermanos lo impulsó a estar siempre tras ellos, en especial de Fidel, el cabecilla de las travesuras. Tal vez, fue en ese afán de parecérsele, que lo asumió -sin percatarse- en un modelo para su vida. Décadas después confesaría: Siempre fue, desde la infancia, mi héroe; (…) Y siempre fue mi héroe, mi más cercano compañero, pese a la diferencia de edad.[2]
El colegio, la Dulcinea de Fidel
Parece que en los planes de Cervantes nunca estuvo separar a los personajes principales de su novela, por más que el destino se hubiese empeñado en romperlos. Aunque las complejidades de la vida persistan, Fidel y Raúl se van a reencontrar una y otra vez.
Para 1936 Fidel y Ramón eran estudiantes internos del colegio religioso Hermanos de La Salle en Santiago de Cuba. Para el primero fue un alivio trasladarse hacia dicho centro, porque significaba dejar atrás las penurias y el hambre a la que fue sometido en casa de su maestra Eufrasia Feliú.
Es muy probable que, para Raúl, -con apenas cinco años- la vida en Birán sin sus hermanos no fuese igual de divertida. Tal vez, en sus sueños de infante solo quería reencontrarse con ellos y sumarse a la diversión que había presenciado en la casa. Cuando en ese año acompañó a Lina a visitarlos, quizás vio la oportunidad de seguir con ellos. El ambiente lúdico de la escuela y la presencia protectora de sus hermanos fue motivación suficiente para insistir en quedarse.
Nuevamente los tres hermanos se reúnen y comparten las mismas alegrías y desgracias. Entre estas últimas, el accidente sufrido por Raúl cuando se impacta contra un piano de cola, recibiendo un fuerte golpe en la cabeza, o el incidente protagonizado por Fidel y el hermano Bernardo en noviembre de 1937, donde Ramón y Raúl pagaron las mismas consecuencias sin haber tenido relación con los hechos.
En definitiva, Ángel determinó sacarlos del colegio al considerar que había sido una pérdida de tiempo. Ante la insistencia y las amenazas de Fidel, en enero de 1938 rematricula, pero esta vez en el Colegio de Dolores, también en Santiago de Cuba.
Fidel y Raúl se vuelven a separar, pero solo será momentáneo.
Gradualmente los hermanos se incorporan a la escuela y nuevamente vuelven a vivir aventuras y desventuras. Según recuerdos de Ramón, Fidel de muchacho mortificaba a Raúl y también le imponía disciplina.[1] En cambio Fidel rememora que: Raúl era entonces un poco malcriado, a veces yo tenía que regañarlo, pero Ramón era su defensor.[2]
En fin, … lo típico que ocurre entre hermanos de esa edad que están muy apegados. Se pelean constantemente, pero se defienden si un tercero los intenta agredir.
De este periodo han trascendido las disputas nocturnas por apagar la luz del cuarto, donde los dos ya evidencian elementos del carácter y la personalidad. Fidel el que dirige y da las indicaciones y Raúl el que no se dejaba doblegar por lo que considera injusto.
Es en ese intercambio que Fidel reafirma el liderazgo que tanto influyó y sirvió de guía para Raúl. Es en esa amalgama de situaciones; en el fragor de la convivencia, las conspiraciones de los muchachos, el rigor de Fidel y la defensa de sus propios criterios por parte de Raúl, que germina y se consolida el amor y la lealtad, elementos que van a marcar eternamente la relación.
Como nos legó Cervantes: En las desventuras comunes se reconcilian los ánimos y se estrechan las amistades.
¿Molinos o gigantes?
La vida esconde sus sorpresas y prepara sus ironías. ¿De qué se trata?...
Una vez concluido el curso escolar 1941-1942, Fidel convence a sus padres de las ventajas de terminar sus estudios de bachiller en el prestigioso Colegio de Belén de La Habana. Este sería un periodo importante porque por primera vez conocería la popularidad y se ganaría la admiración y cariño de las masas a su alcance. También estrecharía relaciones con hombres trascendentales en su futuro revolucionario como los hermanos Manuel y Virginio Gómez Reyes, José Luis Tassende y Gildo Fleitas, todos caídos en las acciones del 26 de julio de 1953. Tres años después concluye sus estudios como uno de los alumnos más destacados en la docencia y el mejor atleta del curso.
Durante ese periodo, Raúl permaneció en el Colegio de Dolores en Santiago de Cuba y solo se encuentra con sus hermanos en el verano. Al igual que Fidel, matricula en Belén en 1945, pero ya no se adapta al régimen de la escuela religiosa e inicia una huelga respecto a sus deberes, con el objetivo de que lo saquen del centro. Para finales de 1946, en Birán se recibe una carta de la institución llena de quejas y con claras advertencias de expulsarlo. Ángel interviene nuevamente y no le queda más remedio que llevárselo poniéndolo a trabajar la tierra. Años después Raúl comentaría: “El Colegio, en condiciones de alumno interno, fue una cárcel para mí; para Fidel no, pero para mí sí.”[1]
Trabajar en la finca familiar fue un elemento determinante en la formación política del joven Raúl. Ello le permitió convivir y sensibilizarse con los problemas de la gente humilde que trabajaba para el padre, lo cual despertó sus inquietudes sobre la situación social del campesinado y de las compañías norteamericanas de la zona. Sus pronunciamientos al respecto fueron cada vez más abiertos y contestatarios, llegando a los oídos del padre.
Para 1950 Ángel estaba preocupado con la efervescencia revolucionaria que mostraba Raúl y toma una decisión: “Lo enviaré a La Habana con Fidel, pues si se queda aquí, crecerá un comunista”.[2]
Donde Ángel vio gigantes, Raúl vio molinos.
Aparentemente Fidel y Raúl se encaminan por rumbos diferentes. El padre no podía comprender que sus hijos eran rebeldes y que mostraban su inconformidad con el orden social que estaban viviendo. Esta actitud evidencia un hilo conductor en el pensamiento de los hermanos, unirlos reforzó sus modos de pensar.
Llama la atención que ambos comienzan sus pronunciamientos contras las injusticias de su época de forma paralela e independiente. Llegan a las mismas conclusiones de lo irracional del sistema capitalista impuesto a Cuba, pero por vías diferentes. Elemento que va a constituir otro punto de fortaleza y afinidad entre los dos. Fidel es el líder que va a impulsar toda una transformación social, donde Raúl no es un espectador pasivo, es un actor activo imprescindible.
Este será un elemento que va a caracterizar la personalidad de Raúl, rasgo que Fidel va a destacar: “él siempre tuvo criterios muy propios.”[3]
No es locura, es justicia
La vida en La Habana no era nada fácil. Fidel recién graduado, casado y con un hijo pequeño tenía poca solvencia económica. Su labor como abogado no le reportaba lo suficiente como para tener una vida holgada, pues: “(…) defendía gente muy humilde, no cobraba y no tenía otro empleo.”[4]
Raúl, con apenas 19 años comienza sus estudios en la Universidad de la Habana en la carrera de Administración. Se sustenta con lo que de Birán le envían sus padres y con este dinero contribuye a la economía de la casa. Casi al final de su vida Fidel recordaba este periodo: “(…) Raúl contribuía con lo que le mandaban de la casa. Lo juntábamos. Éramos cuatro allí. Él estuvo viviendo con nosotros cuando estábamos más escasos de dinero.”[5]
Para inicios de la década del 50, el contexto nacional estaba caracterizado por la corrupción de los gobiernos, la represión política, los asesinatos a líderes opositores, la censura de prensa y el agravamiento de los males sociales, con la existencia de grupos gansteriles que controlaban el negocio de la droga, la prostitución y los juegos prohibidos. Era común el entreguismo de los gobiernos hacia la potencia del norte, regalando las riquezas de la nación a las empresas extranjeras, que expoliaban al pueblo. Para colmo, Cuba contaba con una de las constituciones más progresistas de la época, la cual fue bastante ignorada por los gobiernos encargados de su aplicación.
El compromiso de Fidel con las causas justas y su activismo político perturban la tranquilidad del hogar. Evidentemente vivir de su carrera como abogado no era su prioridad, estaba imbuido en defender a los más humildes y denunciar los males de la república. Su título de abogado le confiere un arma poderosa, la de obrar con justicia en nombre de la ley; de no cumplirse solo hay una conclusión: el sistema no funciona.
Raúl inmediatamente compartió las ideas de Fidel, encontró en el socialismo la alternativa política que planteaba la solución a los problemas que se cuestionaba de la sociedad.
Este fue un periodo muy intenso en la vida de ambos jóvenes donde se nutrieron de una conciencia revolucionaria, de una doctrina política, de una experiencia de vida forjada en la lucha. La lucha que terminó de fraguar la unidad y lealtad definitiva y eterna entre los hermanos. Fidel nunca olvidó la influencia que ejerció sobre su hermano: “Cuando empecé a tener una conciencia revolucionaria, una concepción marxista, Raúl se adhirió como una esponja para pelear por ellas.”[1]
Ya en la década de 1950 Raúl Castro es un joven bien definido políticamente. Ello lo llevó a participar activamente en los mítines y manifestaciones y finalmente a militar en la Juventud Socialista. Por su parte, Fidel continuó siendo el principal instructor político de su hermano. Investido como Quijote a cada rato le recordaba: Cambiar el mundo, amigo Sancho, no es ni utopía ni locura, es justicia.
Para 1953 Raúl asistió como representante de la Juventud Socialista en el II Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes en Bucarest, Rumanía. Al regresar a Cuba 6 de junio es detenido en el puerto por solidarizarse con dos jóvenes guatemaltecos compañeros de viaje, los que fueron reprimidos por la policía por portar literatura comunista.
Raúl es trasladado hacia el Buró de Investigaciones y posteriormente hacia la prisión del Castillo de Príncipe. Es liberado tres días después debido a la presión política y mediática encabezada por el Partido Socialista Popular y por las gestiones legales de Fidel Castro, quien también lo representa legalmente cuando se le abre la causa judicial 412/53 por Desorden Público.
Solo faltaba mes y medio para los históricos sucesos del 26 de julio de 1953. Fidel no dudó en incorporar definitivamente a su hermano en la acción. No se sabe si fue el destino, el azar, o los rezos suplicantes de Lina a la Virgen de la Caridad, lo cierto es que los dos hermanos no se volvieron a separar jamás. Nuestros Alfonso Quijano y Sancho Panza compartieron para siempre las aventuras de caballería y la misma visión de vida. Como diría el primero:
Don Quijote soy, y mi profesión la de andante caballería. Son mis leyes, el deshacer entuertos, prodigar el bien y evitar el mal. Huyo de la vida regalada, de la ambición y la hipocresía, y busco para mi propia gloria la senda más angosta y difícil. ¿Es eso, de tonto y mentecato?
[1] Blanco Castiñeira, Katiuska: Obra citada, p.83.
[1] Leonov, Nikolai S. Raúl Castro. Un hombre en revolución, Editorial Capitán San Luis, La Habana, 2015, p.59
[2] Ibídem. p.64.
[3] Ramonet, Ignacio: Obra citada, p.137.
[4] Ibídem, p.135.
[5] Blanco Castiñeira, Katiuska: Obra citada, p.554.
[1] Blanco Castiñeira, Katiuska: Obra citada, p.144.
[2] Ramonet, Ignacio: Cien horas con Fidel, Editorial de Ciencias Sociales, Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, 2018, p.91.
[1] Blanco Castiñeira, Katiuska: Fidel Castro. Guerrillero del Tiempo, Primera Parte, T.1, Ruth Casa Editorial, Panamá, 2012, p.68.
[2] El Sol de México (periódico). 21 de abril de 1993. Entrevista a Raúl Castro Ruz concedida a Mario Vázquez Raña.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario