(CNN) — El mal humor del presidente Donald Trump empeora y el país sufre su ira.
Furioso con los líderes republicanos del Senado por reconocer que perdió ante el presidente electo Joe Biden, Trump ha rechazado hasta ahora el paquete de estímulo del coronavirus que negociaron con los demócratas y su propio gobierno, dejando que millones de estadounidenses pierdan los beneficios por desempleo y avergonzando a sus antiguos aliados políticos.
Convencido de que las empresas de redes sociales ayudaron a manipular las elecciones en su contra, vetó un proyecto de ley de defensa no relacionado porque no derogaba las protecciones de responsabilidad de esas empresas.
Insistiendo en que su propio gobierno trabaja en su contra al ignorar las acusaciones falsas de fraude electoral, deja en suspenso la posibilidad de cerrarlo mientras disfruta de unas vacaciones de invierno en el sur de Florida.
Y ansioso por ayudar a desacreditar las investigaciones sobre su propio comportamiento y el de sus aliados, utiliza sus amplios poderes de clemencia para borrar las condenas presentadas por el fiscal especial Robert Mueller, socavando un sistema de ley y orden en el proceso.
Impulsado durante mucho tiempo por las quejas, Trump parece asegurarse de que ningún rencor quede impune antes de dejar el cargo. Utiliza los días que le quedan como presidente para ajustar cuentas, aunque los que quedan para sufrir no tengan nada que ver con sus conspiraciones barrocas o su ego herido.
Debido a que Trump se negó a firmar el proyecto de ley –que sus propios asistentes ayudaron a redactar– el sábado por la noche, millones de estadounidenses que enfrentaban su último pago no tienen certeza de si recibirán más ayuda o cuándo. Se estima que 12 millones de estadounidenses que han sido despedidos recibirán su pago final por desempleo para la semana que finaliza este fin de semana, según The Century Foundation. La legislación de ayuda por el covid-19 que Trump se niega a firmar ampliaría la cantidad de semanas que las personas pueden permanecer en dos programas clave de desempleo pandémico y aumentaría los beneficios semanales en US$ 300 para todos hasta mediados de marzo.
Trump este fin de semana continuó exigiendo que los cheques de pago directo se incrementaran de US$ 600 a US$ 2.000, una cifra que los demócratas apoyan, pero que se produjo un día después de que se aprobó el proyecto de ley y el Congreso abandonó la ciudad, dejando a los estadounidenses desempleados en el limbo.
El hecho de que Trump no diera a conocer sus demandas con anticipación sugiere que prestó poca atención a cómo avanzaba la legislación y que las líneas de comunicación con los republicanos del Senado en el Capitolio se han degradado después de que reconocieron la victoria de Biden.
«No estaba claro si el presidente realmente estaba prestando atención porque tenía muchas otras cosas en juego», dijo el sábado el representante Don Beyer, demócrata de Virginia, en la «Newsroom» de CNN.
Esas otras cosas se han centrado principalmente en sus intentos fallidos de revertir las elecciones, que han ganado poca tracción. Inicialmente apoyando los esfuerzos de Trump para desafiar los resultados en la corte, los líderes republicanos del Senado se han movido principalmente para felicitar a Biden por su victoria, enfureciendo a Trump y enviándolo a buscar formas de vengarse.
Su negativa hasta ahora a firmar el paquete de estímulo ha sido considerada por al menos algunos funcionarios republicanos como algo que hace precisamente eso, criticando al líder de la mayoría del Senado, Mitch McConnell, como tacaño por no proporcionar cheques adecuados a los estadounidenses, a pesar de que los propios negociadores de Trump inicialmente propusieron los cheques de US$ 600 durante negociaciones.
El sábado, Trump arremetió contra McConnell y escribió en Twitter que los republicanos del Senado «no hacen NADA» para ayudar a reforzar sus infundadas acusaciones de fraude. Se refirió al líder de la mayoría del Senado simplemente como «Mitch» e hizo poco para contrarrestar la impresión de que su obsesión por las elecciones empaña cualquier intento real de gobernar. En otro mensaje en esa plataforma, hizo una referencia a las grandes protestas que se esperan en Washington el 6 de enero en torno a la ratificación formal en el Congreso de la victoria electoral de Biden, un evento que Trump está convencido de que se puede detener con la ayuda de los conservadores y su propio vicepresidente.
Incluso los republicanos están cada vez más frustrados.
«La razón por la que sorprendió a todos es porque pensaron que el presidente estaba involucrado cuando era obvio que estaba durmiendo en el trabajo al momento de estas negociaciones», afirmó el representante Denver Riggleman, republicano de Virginia que no regresa al Congreso, en “Newsroom” de CNN».
«Eso es lo que sucede cuando te envuelves demasiado en una elección que ya perdiste», comentó.
Trump extiende la culpa
Donald Trump ha parecido menos centrado en las dificultades de los estadounidenses que en sus propios problemas percibidos. Incluso durante un día festivo en el que las víctimas de la pandemia pesaron sobre la capacidad de los estadounidenses para celebrar, guardó silencio. El sábado, el país alcanzó un hito sombrío: 1 de cada 1.000 estadounidenses ha muerto de covid-19 desde la primera infección reportada en la nación a fines de enero.
Pero pasó la mañana emitiendo quejas sobre las entidades que se negaron a considerar sus esfuerzos por anular los resultados de las elecciones, una lista que ahora abarca los tres poderes del gobierno.
La Corte Suprema, que a principios de este mes se negó a escuchar el caso de Trump, «ha sido totalmente incompetente y débil», declaró el presidente en Twitter. Se quejó de que los organismos encargados de hacer cumplir la ley de su propia administración «deberían estar avergonzados» por no aceptar sus demandas de investigar el inexistente fraude electoral generalizado, advirtiéndoles que «la historia recordará».
Y continuó criticando a los republicanos del Senado por no «dar un paso al frente y luchar por la presidencia, como lo harían los demócratas si realmente hubieran ganado».
Trump no ha mencionado en ninguna parte la posibilidad de un cierre del gobierno, que ahora cuelga inesperadamente durante el período de vacaciones después de que se negó a firmar el proyecto de ley de financiación que se adjuntó al paquete de ayuda para el coronavirus.
En el inesperado video que grabó rechazando el paquete la semana pasada, Trump se quejó de los niveles de financiación que son casi idénticos a los que él mismo propuso en su presupuesto este año. Cuando se le preguntó sobre ese hecho esta semana en su club, Trump atribuyó las cifras, en particular a la ayuda exterior, al «estado profundo», según una persona familiarizada con las conversaciones, uno de débiles argumentos persistentes durante su tiempo en el cargo.
Es el «estado profundo» al que Trump también ha culpado por las investigaciones sobre él y sus asociados, esfuerzos que ahora trata de socavar usando sus poderes de clemencia que lo abarcan todo.
Poder de perdón
Hasta el momento Trump ha perdonado a cuatro asociados –incluido su amigo Roger Stone y el expresidente de campaña Paul Manafort–, que fueron destituidos por la investigación de Mueller, que Trump se ha quejado fue un esfuerzo ilegal para deslegitimar su presidencia.
Sus otros indultos de la semana pasada, entre los que se incluyen cuatro guardias de seguridad de Blackwater condenados por masacrar a civiles en Irak, también parecen estar diseñados para socavar un sistema de justicia que Trump cree que le ha fallado. El daño tanto para quienes investigaron y procesaron los casos, como para quienes lo arriesgaron todo para testificar en ellos, es grande.
«Es aplastante. No hay otra forma de describirlo», afirmó el sábado Andrew McCabe, el exdirector adjunto del FBI que ha sido atacado por Trump y ahora es colaborador de CNN, destacando el caso de Blackwater en particular.
«Es un esfuerzo increíblemente enorme convencer a todos estos civiles iraquíes, que se están poniendo en gran peligro al venir a Estados Unidos y testificar, para que vengan aquí, para cuidarlos mientras están aquí», señaló. «Tomar todo ese trabajo, por significativo que fuera, y borrarlo de un plumazo para los hombres que habían sido condenados esencialmente por crímenes de guerra, es increíblemente desalentador. Es aplastante. Esa es la única manera de describirlo».
Sin embargo, en opinión de Trump, es él quien ha sido víctima de la corrupción y la criminalidad generalizadas, una postura que ahora impulsa gran parte de sus acciones a medida que decae su mandato.
Trump se queja implacablemente de la Sección 230, una ley que protege a las empresas de Internet de la responsabilidad por lo que se publica en sus sitios web. Trump ha alegado que empresas como Twitter son parte de una camarilla demócrata porque etiquetan sus tuits falsos como desinformación, incluso varias veces el sábado.
Durante una ronda de golf con el senador Lindsey Graham el día de Navidad, Trump continuó expresando su insistencia en que se derogara la Sección 230.
La semana pasada, el presidente vetó el proyecto de ley de defensa conocido como Ley de Autorización de Defensa Nacional (NDAA, por sus siglas en inglés) en parte porque no despojó a las empresas de tecnología de esas protecciones. La medida estableció lo que podría ser la primera anulación del veto de su presidencia, que enfrentaría a los miembros de su propio partido en su contra.
Sin embargo, si la NDAA no se convierte en ley, aquellos que sientan los efectos no serían republicanos desleales. En cambio, serían las tropas estadounidenses y sus familias a quienes se les niegan los aumentos salariales, la prestación por riesgo y la licencia parental que están incluidos en el proyecto de ley, así como los nuevos beneficios para los veteranos de Vietnam expuestos al Agente Naranja y los proyectos de construcción en bases militares.
Al igual que su rechazo al estímulo, la medida establece una prueba de lealtad para los republicanos, que durante cuatro años en su mayoría no han estado dispuestos a romper con el líder de su partido.
«Definitivamente habrá quienes voten con el presidente después del hecho. Mucho de esto tiene que ver con su base, su recaudación de fondos o sus amenazas. Creo que tienen un poco de miedo de ponerse de pie en este momento» afirmó Riggleman, un exfuncionario de inteligencia de la Fuerza Aérea que perdió la nominación republicana en su distrito este año después de oficiar una boda entre personas del mismo sexo.
«A muchos de nosotros se nos llama traidores, ya sea porque anulemos el veto a la NDAA o queramos aprobar un proyecto de ley por el covid, o que se aprueben las asignaciones, o si queremos detener esta ridícula tontería de “paren el robo”, afirmó Riggleman.
«Mucho de esto se basa en la locura de las teorías de la conspiración y la locura de la desinformación, y creo que debemos ponernos de pie y detener esta tontería lo más rápido posible. Simplemente está fuera de control en este momento».
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